Sábado, 6 de abril de 2013 | Hoy
Por Miriam Cairo
Pasa el barredor, histérico de goce, con el cepillo de barrer las calles como si fuera caballo. En la esquina deja el cesto de basura lleno de confidencias. Venecia es una mesa pequeña con dos sillas de madera en un rincón apartado del bar. Está habitada por dos copas de vino, diez dedos de un lado, diez dedos del otro. Un corazón de un lado. Un corazón del otro.
-Tengo una cosa roja.
-Tengo una cosa brava.
-Tengo una cosa abierta.
-Tengo una cosa perfumada.
-Tengo una cosa honda.
-Tengo una cosa alada.
-Tengo una sensación.
-Tengo un monoambiente.
-Tengo tiempo.
-Tengo ganas.
-Tengo amor.
-Tengo miedo.
-Tengo amor.
-Tengo miedo.
Es una noche de origami. Los taxis pasan sin saber a dónde van. En cada esquina hay un ángel con rastas bebiendo alcohol y haciendo malabares con bolas de fuego. La mujer está inquieta. El hombre está dulce.
-Anoche me soñaste.
-Sí. Fuiste mi sueño del día vuelto a soñar por la noche.
-Me soñaste de derecha a izquierda. De Norte a Sur. De Este a Oeste.
-Te soñé toda una vida, tardes enteras te soñé.
-Mis manos sujetaban algo importante, algo que no podía soltar para sostenerme en el colectivo.
-Sí soñé tus manos.
-Y tampoco podía hablar por lo que le soñabas a mi boca.
-Estuve inspirado.
-Por un momento me confundí y creí que yo soñaba que me estabas soñando.
-Es humano, es natural.
-¿Es posible?
-Es nuestro.
La noche hunde su dedo en la luna. La luna no tiene dedos pero tiene ojos. La noche es un color nupcial erguido sobre sus patas y la luna mira esa locura tejida con hilo macramé.
-No se trata de eso.
-¿Siempre vas a comenzar tus ideas con un no?
-No, no siempre.
-No tenés cura.
-No me copies.
-No me copio: es contagioso.
-No seas exagerado.
-No exagero.
-No me hagas reír.
-No te hago cosquillas.
-No me hagas trampa.
-No me embrujes.
-No me provoques.
-No me culpes.
-No te quejes.
-No te demores.
-No te detengas.
Una mujer solitaria en el otro extremo del bar teje con hilo macramé una noche perfecta. Los faquires compiten con los dragones. Las mujeres que abren las puertas de los taxis compiten con las luciérnagas. A los faquires nadie les da moneda, a los dragones tampoco, a las mujeres y a las luciérnagas tampoco.
-Yo sé.
-Yo veo.
-Yo tengo frío.
-Yo tengo un pájaro.
-Yo tengo el vino.
-Yo bebo el humo.
-Yo veo un faro.
-Yo veo un barco negro.
-Yo estoy en Venecia.
-Yo estoy en tu sueño.
-Eso es mío.
-Esto es tuyo.
-Para salvarnos del mundo.
-Y para salvarlo.
El mozo trae más vino. Los huesos están difusos. Las consonantes se aferran a las vocales literalmente. Forman palabras literalmente. Y luego se sueltan y forman el silencio, literalmente.
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