CONTRATAPA
Escuela pública número 68 o El arte de escribir con retazos
Por Manuel Quaranta
A mis compañeros
Pienso contarles todo. Lo que no sé bien es cómo.
Primer intento.
Agarro por casualidad calle San Lorenzo a la altura de Entre Ríos y me encuentro con un titular catástrofe del diario Clarín: "En el último año se fueron de las escuelas públicas casi 50 mil alumnos". Justamente en esos instantes, mientras caminaba, tenía en mente el siguiente proyecto: "Voy a escribir un texto sobre la Alem, voy a decirle a Sebastián Villar Rojas --fue al mismo colegio-- que me mande alguna anécdota al respecto, le voy a decir que cuente algo de Adrián Villar Rojas --que también fue--". Todos compañeros, unidos, triunfaremos.
No.
De nuevo.
Hace una hora estaba yendo a la estación de ómnibus para conseguir un pasaje a Totoras --omito cualquier aclaración-- y me llevé para el viaje --un viaje sin un libro no es un viaje, por más corto que sea, el libro o el viaje-- el Anuario de registros de acciones artísticas del 2011. Leo en las primeras veinte cuadras --el tránsito era delirante-- un texto bárbaro de Rafael Cipollini sobre el libro de Roberto Echen ¿Es contemporáneo? --"sólo lo incierto está vivo", repite-- y después paso a uno cuyo título me llama mucho la atención: "La filosofía de los límites", de Sebastián Villar Rojas. De ese escrito, una frase continúa girando en mi cabeza: "Vos no hacés arte [...] vos hacés arte ontológico", fue lo que supuestamente Sebastián le dijo por Skype a su hermano Adrián. Y concluía: "Cada pieza es la demostración de algo". Ahí mismo, sentado, en el colectivo, se me ocurrió escribir sobre mi escuela primaria. Somos varios los que estudiamos allí y unos cuantos los que nos arruinamos en el camino del arte y la literatura (en una conversación informal sostenida en septiembre del 2014, Blu Navarro, encargada del departamento de conservación del Museo Castagnino, me dice: "No...A Adrián lo conozco desde chica, fuimos al mismo colegio", "¡cómo!, ¿vos también?", etc., etc., etc.).
A ver.
No pretendo hacer una apología de la escuela pública a partir de dos, tres, cuatro o cinco personas que hicieron lo que quisieron o trabajan de lo que les gusta. Seguramente de las instituciones privadas también salió o sale gente con ganas de dedicarse a algo más digno que forjar una fortuna. ¿No?
¿Qué quiero entonces?
Me acuerdo de una maestra realmente mala --llamémosla N-- que cuando cometíamos algún error nos decía "son unos bólidos". Nos asustaba. Era muy mala. Hoy debe tener aproximadamente 120 años. Y sin duda está viva porque su madre superó con holgura la frontera de los 150. Es algo genético. Los que fueron a esa escuela a partir de la década del '50 sabrán a quién me refiero.
Pero no tenía ganas de recordarla a ella, sino de compartir con ustedes una anécdota que es, sobre todo, simbólica.
Una vez N comentó en clase que el Papa nunca se equivocaba. "Como Dios", dijo. Tuvo que haber sido en 3º o 4º grado, ya que ella fue la maestra en esos años. Yo no sé bien cómo sucedieron las cosas, pero evidentemente apenas fuimos llegando a casa les advertimos a nuestros padres sobre las desmesuradas palabras. Nunca me voy a olvidar el modo en que algunos de ellos --creo que los míos estaban-- se acercaron a interpelarla con notorio malestar al día siguiente. Laica era la escuela. No se podía hacer proselitismo a favor de la religión. Todo un gesto. Una acción. Un símbolo.
¿Más atrás o más adelante?
Agosto del 2011. Azar: una mujer inolvidable elige estudiar la obra de un artista rosarino con el que, cuando ella ni siquiera había nacido, yo jugaba al fútbol en el patio de la escuela --lo del fútbol en el patio de la escuela puede no ser exacto--.
Repito, angustiado, ¿cómo contar?
Elijo empezar por el final --lo que hace minutos fue final y ahora dejó de serlo, todo deja de ser, por lo que decir que empiezo por el final es ridículo; pero no me queda otra, si pretendo contar una historia, que ser arbitrario--. Escribo en Youtube: Adrián Villar Rojas. Mejor dicho: escribí Adrian Villar Rojas. Declaro: no lo hice por casualidad. Esa mujer me pidió que tradujera una breve entrevista en la que el artista habla inglés. Escucho: I'm thirty years old... and to be honest I don't remember...I mind I finished high school and then I used to draw, I wanna to be a comic artist. Pienso: lo conozco. Villar Rojas. Me suena... ¿De dónde? ¿De dónde? ¿Iba a la escuela conmigo? No, conmigo no, con alguno de mis hermanos o con el hermano de un amigo. Sí, era él, ¿o era su hermano? Lo tengo en el recuerdo, borroso. En la infancia, en la terrible infancia. No la de Iván. La de Adrián.
Llamo por teléfono: ... Maxi, ¿te acordás de un compañero tuyo: Villar Rojas? Sí, Sebastián. No, no, Adrián. Yo fui con Sebastián. ¿Seguro? Sí, está dirigiendo una obra de teatro, vi el nombre el otro día. ¿No eran hermanos? No sé. Sí. Tenía un hermano. Iba a un grado menos que yo y a uno más que vos.
Escuela Alem. 1989.
22/01/2014. Mensaje privado por Facebook a Sebastián:
"Disculpá que te joda. Pero te quería comentar una cosita. Hace dos años y medio, más o menos, cuando conocí la producción de tu hermano, mi novia --que ha escrito sobre él-- me pidió que le tradujera un fragmento en el que Adrián estaba hablando en inglés. Yo ya venía pensando en el apellido y cuando vi el video dije: 'A este pibe lo conozco'. Tomé conciencia de que habíamos ido a la escuela juntos --una manera de decir, ya que soy un año mayor--. Entonces lo llamé inmediatamente a mi hermano: '¿Te acordás de Villar Rojas, vos no ibas con uno de ellos?', y me respondió: 'Sí, Sebastián, es director de teatro o algo así...etc. etc.'. No sé si soy fiel a los hechos. Fuimos todos a la Alem. Grandes valores salieron. Bueno, esto era todo. Saludos'.
Respuesta: "¡Hola Manu! Sí, a mí me sonaba tu apellido! Qué bueno que hayas reconstruido la genealogía, y qué bueno que Facebook permita estos re-encuentros. Tu hermano era Maximiliano, ¿no?".
Sí.
Ultima vez: ¿cómo contar?
¿Y si la mejor manera de encontrar una forma es hacer hablar a los otros?
¿Y si la mejor forma de encontrar una manera es no contar nada?