Jueves, 10 de agosto de 2006 | Hoy
Por Margarita Scotta *
Hay en nosotros algo
que no se nos parece:
¿cómo lo descubriremos
en el amor con nuestra propia imagen?
Louis Pauwels
¿Por qué el amor hace mal?
Intentemos una respuesta revisando las "diferencias entre los sexos" como acontecimientos de la memoria más allá de nuestros recuerdos. Contemos eslabones de una cadena histórica que fue preparando (sin que nos enteráramos) la vida amorosa de hoy.
Amor, deseo y sexo nunca se parecen
Si en el amor todavía resuena más la dádiva católica que su poder revolucionario, el sexo nunca se transformó tanto. Si el amor convierte a alguien en único, induce la creación de ese lugar como tal, mientras que para la satisfacción del sexo basta con cualquiera portador de rasgos repetidos estimuladores de atracción (sin negar que podemos querer bien a un objeto sexual por el bienestar obtenido así como hay amores que matan). Si (como aseguran los intelectuales) al amor lo inventó la cultura, al sexo lo exige la biología. Y si el amor implicó fidelidad y así llamó a una de sus condiciones, el sexo incluye la infidelidad sin darle nombre ¿Será porque el amor tiene que ver con la palabra y el sexo no, pues nos encadena al cuerpo y a lo originario? El amor dice al otro más de lo que es (y es su injusto misterio por qué no lo sienten todos aunque lo anhelen). El sexo nunca es tan pretencioso, tal vez por eso goza de masividad. Pero también es cierto que el primero pone en riesgo mientras que el segundo otorga seguridad. El amor siempre idealizó anunciando los grandes cambios; el sexo nos devuelve al mismo lugar ¿Y el deseo? Sigue trabajando con el impulso libidinal para producir significaciones ahí donde amor y sexo no se unen.
Las cosas se explican por su historia
Es Platón (Siglo IV a.C.) quien inicia la "liberación" femenina al pensar, paradójicamente, que la mujer podía "igualarse" al hombre. Y ¿cómo? Amando como sólo podían hacerlo los hombres, únicos capaces de virtud en aquel entonces ¿No es fantástico que encontremos junto al primer gesto libre femenino al amor borrando diferencias antes insalvables. (No estamos desactualizados. En la lógica del deseo los primeros pasos no sólo conviven con los presentes sino que nos volverán desde el futuro. Y una vida singular repetirá los procesos de su civilización).
Segunda vuelta de lo mismo encadenada distinto: Las ideas platónicas son retomadas bajo otra interpretación por el cristianismo. El amor es convertido en problema religioso. Además, la promoción del "matrimonio cristiano" como único enlace legítimo entre hombre y mujer, por amor a Dios, introduce el Tercero divino en la nueva alianza.
El matrimonio: de la fe religiosa al trámite estatal
Hasta ese momento, el matrimonio era un pacto entre familias o clanes para el cruce de bienes, nunca vinculado a las virtudes. Más bien era un trato o negocio y, con la instalación de la propiedad privada, el lugar de legitimación de los herederos. Definido como un "dispositivo cultural para el control de la sexualidad" la experiencia lo delata como un fin para los hijos y la conservación del patrimonio, lo que ha puesto en cuestión su aporte, tanto en el conflicto entre amor y sexo, como en el acceso a la masculinidad y a la feminidad. Actualmente, el matrimonio es defendido como "unión civil" por la pareja homosexual, que enrolada en el orgullo gay le reclama al Estado su ingreso como antes se imploraba a la Iglesia entrar al Paraíso; mientras los heterosexuales, menos orgullosos y más decepcionados, se resignan a su reformulación sin contribuir con propuestas nuevas.
¿El amor es puro verso?
Hallamos otro eslabón: En el Siglo XII en Europa la Esposa del Señor Feudal (¿Sorprende? Pero aún estamos bajo aquella inercia porque algunas significaciones son más extensas que el tiempo) tiene un Amante muy particular. El Trovador medieval, de clase modesta, la idealiza jurándole fidelidad en sus poesías y ¡así se inventó el amor a partir del enamoramiento! (¡Casi en los mismos términos de hoy y como lo cantan las canciones que todavía emocionan, desde los boleros hasta Sabina!). El affaire Dama Trovador crea "una relación de amor" por la exaltación de la mujer y la creatividad del hombre con la palabra donde el sexo venía si el amor era probado a la mujer endiosada.
Acto sexual y acción de amor
Observemos atentamente que al nacer una igualación nunca imaginada, simultáneamente, se consuma la separación entre el acto sexual y el acto de amor. Así, el matrimonio cristiano queda apoyado en la "unión de los cuerpos" (serán una sola carne) en tanto el amor se alojó en la "unión del corazón", pero siendo mucho más que un asunto sentimental.
La libertad, condición del amor
La Iglesia necesitará ponerse a tono enseguida y cuatrocientos años después, en la tragedia de Shakespeare Romeo y Julieta ya leemos una renovación muy interesante: ¿Quién ayuda a los jóvenes amantes a encontrarse a pesar de la oposición de las familias? Un cura (Tercero terrenal convocado para dejar afuera de la complicidad del amor, de ahí en más, a parientes y amigos). La Iglesia, disputándole el poder a las Grandes Familias, intervino la vida privada sentenciando: si se eligen libremente su unión es válida ante los ojos de Dios. Golpe cristiano mortal al dominio de los padres sobre los hijos y obtención de un nuevo valor para todos los tiempos: La libertad de elección.
El hombre, creador de la mujer
Mientras tanto, la virginidad fue cubriendo el cuerpo femenino con un velo que simulaba resguardar algo valiosísimo. Es la mujer quien le concede al hombre la facultad de su transformación y así nace la mujer desde la virgen. Esta emergencia de lo femenino (que involucró profundamente la realidad del cuerpo a través de una creencia) por primera vez es pensada desde la iniciación sexual y con un mito bien viril. Con el valor de la virginidad, es el Primer Hombre quien se asemeja a Dios en el sexo y no en el amor.
Mujeres demodée
La Virgen permanece entonces ligada a su Primer Hombre pero siendo ella quien "deberá garantizar" la unión de amor y sexo en un "acto único" consensuado como Símbolo de fidelidad por la Institución Iglesia o Matrimonio (justo en este punto, se igualan). En el amor, era la Dama quien se asemejaba a Dios y siendo infiel a su Marido, la fidelidad se garantizaba en la palabra declarada con el Trovador y por fuera de toda Institución.
Parejas "top"
La Virgen y su Primer Hombre consolidan una fusión de amor y sexo que el Trovador y la Dama se inspiraron tanto para desarticular. Reverso que los vincula como dos caras de la misma moneda con la que aún pagamos nuestros intercambios amorosos.
Caída de símbolos
Se suelta un eslabón clave: La virginidad se desvaloriza cuando la mujer le quita al hombre la concesión sobre la mutación de su cuerpo. La caída de la plus valía virginal en las costumbres coincide con el forzamiento del "matrimonio tradicional burgués" (ya estamos en el siglo XIX) nivelando amor y sexo, no bajo un Símbolo sino al servicio del mantenimiento de dicha institución con la posesión de la Esposa como un bien.
La virginidad seguirá siendo la idealización del sexo
Cada vez que alguien dice que con un hombre o una mujer vive o siente cosas "por primera vez", la virginidad psíquica se recupera por una represión del pasado. No debería interpretarse como mentira sino como una posibilidad inaugural para ambos abierta por un fenómeno mental que compromete al cuerpo: Si el hombre logra separarse de su madre luego viste a una mujer con la idealización de un estado "extraordinario", un atributo sensible del que su madre no pudo hacer gala por su alianza con el padre.
Mujeres modernas
En el siglo XX es la mujer quien volvió a desatar el nudo entre amor y sexo. Esta vez, la mujer se igualó al hombre en un salto que precipitó la caída del concepto de amor ejerciendo una sexualidad similar a la del varón.
Liberar el sexo no es la libertad del deseo
La Mujer Moderna retomó aquello de que el acto sexual puede realizarse con amor o sin amor; pero ahora su significación pasó a depender absolutamente de una finalidad decidida individualmente... (¿Hemos podido aprovechar del logro tanto como la Dama cuando ella impuso aquella desvinculación?). Observemos que, paralelamente, se nivelaron las fuerzas de trabajo de ambos sexos: Triunfo del individualismo delirando su afirmación sin el otro, facilitado por la pasividad propia de la constitución femenina (la mujer puede entrar en la escena sexual sin deseo, el hombre no).
Hombres postmodernos
Pero a esta altura, el conflicto es que el hombre no puede dejar de darle la razón a ella aunque su masculinidad quedó en jaque. Se convirtió en cómplice silencioso de su triunfo, a pesar de la constitución propia de su anatomía (es él quien sólo puede saber que amor y sexo son inseparables porque su cuerpo le indica que deseo y sexo lo son. Sin embargo, ha estado dispuesto a enmascararlo ¿Por qué razones?).
Llegamos ante la encrucijada actual
Así, encontramos al varón desconcertado ante una mujer que le dice, sin culpa y sinceramente pues su intención es "construir" la pareja: "Me acosté con él, pero te quiero a vos". Eso mismo que su abuelo o su padre habían dicho con culpa a sus mujeres para no destruir el matrimonio: "Tengo una Amante pero quiero a mi Esposa". (Pero aprendimos de la Dama y el Trovador que el amor no puede ser dicho, ni con la poesía más maravillosa los eruditos la siguen estudiando sin poder explicar cómo surgió; por eso, parece requerir también de Pruebas, de la Promesa y el Juramento. No es posible "decir que se ama" desde una voluntad que así lo auto decide al margen del otro. ¿La confusión ha sido creer que el individualismo también podía conjugar esas frases? ¿A partir de creer en esas palabras imposibles de pronunciar, el amor se convierte en un mal: llevarnos hacia una palabra engañosa acerca de nosotros mismos?).
Parejas perplejas
En el conmovedor afán hacia una resolución distinta continuamos escuchando la misma respuesta poco creativa a través de la transmisión familiar invertida por los desengañados y su pérdida de fe. (El paso que necesitábamos aún no lo hemos dado. Al ritmo que venimos, no sabemos cuántas generaciones llevará). Mientras tanto, la mujer reclama la franqueza de la palabra con un ímpetu justiciero que denuncia un inquietante desquite y el hombre duda profundamente de la mujer mientras, hoy, es él quien más necesita confirmar su amor. Las diferencias son brechas y la cultura aún no provee un eslabón iluminador para una igualación sensible a lo diverso. El hombre pide la fidelidad sin saberlo (con sus síntomas cifrando un mensaje inconciente en las orillas de la consulta médica) mientras la mujer no sabe cómo asegurar su fidelidad (lo grita tapando el silencio del mensaje femenino que falta).
Una mujer "de un" hombre y un hombre "de una" mujer
¿Perdimos un eslabón?
A la vez, y por primera vez en la historia, es fascinante que hombres y mujeres hayan quedado solos frente a las coartadas de sus propios deseos (Platón enseñó que sólo partiendo de ese punto se conoce el mundo). Ellos ganaron la libertad respecto de sus padres pero no encuentran la mirada o el Tercero ante los cuales perduren sus uniones. Aún así, esperan un amor en el que, ahora la sociedad como Tercero, no les da permiso para creer (aunque la rebeldía de algunos jóvenes nos enseñó que el amor da libertad, en vez de quitarla). El sexo sigue tendiendo la urgencia de trampas para retener su satisfacción (el acto de la Dama deja leer que el sexo no es bisagra de cambios hacia el porvenir). Y la cultura todavía no ha conseguido ni murmurar una significación renovada de la "fidelidad" (rescatemos del Trovador que poetizando las ideas más serias logró adquirir un sentimiento y hasta escalar socialmente), aquella virtud derivada de "fe" a la que íntimamente resistimos renunciar aunque volvemos a burlar (la unión de los Caballeros enfrentados al poder del Señor Feudal transmitió la Fidelidad como confianza y lealtad).
Nuevo nudo
¿Con qué creencia anudaremos estas dimensiones profundamente humanas (amor, deseo y sexo) para no sostener una vida partida ni desistir de lo que hemos llegado a ser?
¿Cómo estableceremos una alianza entre acto sexual y acción de amor en cada encrucijada vital que nos exija una "prueba"?
La pareja conseguirá aliviar las diferencias si conquista un plus valor. Cuando el aplauso social no es suficiente, el trabajo agobia o la competencia es feroz, poder mostrar la debilidad ante alguien (el hombre, libre del temor a quedar impotentizado; y la mujer, ya libre del temor a quedar expuesta o poseída) daría ese éxito íntimo que se revela un Milagro (porque es en la pareja donde suele confirmarse que, al final, el Infierno existía).
Una y otra vez, en cada vuelta de la historia, una Mujer de un Hombre y un Hombre de una Mujer volverán a ser llamados a realizar algo "más"...
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