Viernes, 13 de noviembre de 2015 | Hoy
Por Bea Suárez
"Comercio, Actos de comercio y comerciantes. Definición. Objeto. Clasificación, interno, internacional, exportación y tránsito. Terrestre, fluvial, marítimo, a beneficio de bandera y cabotaje. Actos de comercio. Concepto. Extremos legales que concurren a determinarlos: título oneroso, cosa mueble y propósito de lucro. Comerciantes. Concepto. Requisitos legales para serlo. Clasificación según el código de Comercio y las costumbres de plaza. Simple enumeración de los casos de capacidad e incapacidad para ser comerciante. Derechos y obligaciones del comerciante. Registro público. Matrícula, objeto, ventajas y tramitación." Primer curso de Contabilidad. Francisco Cholvis. (Primera edición 1958. Edición 17, 1975)
Tal vez exista un brevísimo concepto de la actividad económica del hombre. Tal vez. No sé. Digo: tal vez.
Uno pedazos de historia, señales de lo desconocido, distribuyo lo esencial y aparece una economía desolada.
Entre molestia, desdicha y verbos cómplice, el día lleva mi sello, miro qué tengo y qué no, qué tuve, que perdí y (trabajosamente) qué soñé.
Desde la tierra más extranjera arriba el mundo, inscripto en envés de mi alma.
Existen por un lado mis razonables excelencias y por fuera errores, jeroglíficos, diversas razas, brumas de amor, albergues para zozobras infantiles y la ofrenda adicional de un picaflor.
Un debe y un haber devienen a la pluralidad que necesito, hago la cuenta de si hay fuego en cartera, si mi nombre es nítido, si se desprende cielo a las doce cuarenta o el juramento herido agoniza su muerte, desaparece.
Presagio una contabilidad donde está la desgracia, el azar, la incongruencia, el ayer, el dinero, el soplo de la nada, las costumbres, una ciencia perfecta, el poema coagulado de olvido, la mañana en que escribo, mis parientes, los siglos venideros, almendras en marea, revelaciones en los ocasos quietos, una almohada, principios, finales, promesas a plazo fijo.
A solas con el tiempo el panorama cambia, el polvillo es contable y me digo: "Basta de envejecer con obligación de comerciante".
Mis cuentas todas activas, en ellas permanece la arena de la almeja, una orden de compra para nieve, esa nota de venta de cuatro mil hormigas, la lapicera fuente, un pagaré para la niebla de próximos abriles, firmantes, emisores, mientras quedo obligada ante el delirante importe de una hora difícil.
¿Cómo resolver la suma y saldo de ramas y señales? ¿Cómo dar cuenta abierta al primer huésped de mi corazón?.
Al fin de este ejercicio el viento recupera su coraje y mi mercadería es un espejo de muchos documentos a cobrar.
La situación patrimonial incluye el desencanto, el trozo de la escena donde amé como loca, la hoguera de los besos, el perdón del pecado, la vana estupidez del beneficio.
En los asientos simples de mi libro Mayor (ese que alguna vez aprendí con el profesor Jorge Romano) circulaban solo números, nadie me dijo nunca que, entre ganancia y pérdida, andaba la esperanza.
Desasida de fósforos heroicos y glorias pequeñitas, la operación ahora es comercio de río, participan la hierba, el calendario, la corteza del árbol, y los muebles y útiles donde guardé paciencia para cazar con red la mariposa.
Documentados sacrificios, punteo de salvaciones y consuelos, registro de un muro que me ampara, máscaras de arcilla que pasan este inventario enloquecido.
Guardando estoy, orgullo y concepto, modelos bancarios en cuentas rotas, depósitos de yerba prohibida a la orden conjunta de yo, conmigo misma.
Recíproca, indistinta va la vida. Nadie se ahorró el impuso de desconocerme. Calma va una persona a nombre de otra y en el cheque la cifra de mis alegrones no se ve todavía.
Rubricada poesía, indispensable código el de cuentas. Soy lo que soy, un cálculo infinito, la mujer explicada hacia adelante, el cese de su giro, este comercio.
Mis días son resúmenes de caja, la historia me perdona un párrafo, escribo las palabras comensales que son, a estas horas, mis únicos bienes y derechos.
Lo contable me dio abono y descargo, está la luz de la alegría y también el fruto desabrido.
La vida no es otra cosa que esta inútil plegaria entre terceros, ganar la comisión inmobiliaria que, ladrillo a ladrillo, alguna vez pusimos.
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