CONTRATAPA
› Por María Rita Figueira
Dos amigas. Dos amigas bien de esta época. Dos amigas, cuyo poder adquisitivo es cómodo, de pronto son abordadas por un ataque de conciencia política. Perciben no honrar la vida cívica, a pesar de poseer egos gigantes pero enfocados únicamente en el arte de abastecerse de testosterona. Cierto remordimiento torvo les aparece personificado: a) En el primo de una de ellas, repudiado ostensiblemente por el resto de la familia por intelectual y progresista -zurdo para los más ancianos- quien a viva voz la ha tildado de "tilinga" (Pronunciado con desprecio y vocalizando en cámara lenta). b) En la mirada perspicaz del cuñado militante de la otra amiga, la que ha tenido que soportar un tajante "descerebrada del orto", ante la sonrisa burlona del corro que lo rodeaba en medio de un acampe. Pese a ser tan de esta época la amiga había osado preguntar si ese encuentro con banderas y cartelería artesanal se trataba de una vernissage por alguna instalación de arte moderno.
Las vivencias argentinas han socavado las entrañas del tejido consanguíneo de una de estas amigas y gran parte de su familia logra subvertir las reglas de la fonética al arrastrar la letra "p". Pronuncian -como insulto soez- la palabra "pppppperonista" y ahora agregan un "pppppprogresista" imppppplacable. La otra, presa de la cacería militante, ha tomado el compañero toro por las astas populares y decide impetuosamente actuar en política.
Son dos amigas de esta época pero se sienten crudas, verdes, okupas de termo, zonzas, lo que el vulgo denomina "forras huecas" y los más ancianos de la familia: "caídas del catre". Comienzan un rally de parientes y ex novios para empaparse un poco sobre partidos políticos y sus características. Por delicadeza hacia la gerontocracia proveedora -en ambas familia por igual- acuden al abuelo muy de otra época de una de ellas, ex diputado, aunque lo saben un poco flojo de neuronas. Vestido de robe de chambre y corbata, apasionado con el desarrollismo, les indica que el futuro está en el MID. Les habla de Frondizi, Sylvestre Begnis y de los hermanos Killer. Elogia a Gold Silver como empresario y les ofrece una copita de Lord Cheseline para acompañar ricas masas secas que ellas han llevado gentilmente. Las exhorta a defender el liderazgo de Eisenhower y teme por la vida de Trotski. Con profunda emoción, las toma de la mano y se lamenta de que no exista el voto femenino en el país. Una enfermera les pide que se retiren pues el nonagenario padece de Alzheimer y no está en un buen día. Las dos amigas tan de esta época lamentan que la grabación obtenida en sendos super celulares no sirva. Una verdadera sorpresa, ¡todo iba tan bien!
Adelantan de generación y el padrino de una de ellas las invita a una cena partidaria. Se entusiasman pues entienden que el momento empírico ha llegado. La movida está ahí: se trata de una cena de camaradas comunistas, sólidos afiliados al PC, estalinistas en su mayoría, cultos y austeros. La cena es en un club de barrio y las dos amigas, al ser tan de esta época, esperan sushi, tacos o el curry hindú. Las espera el tradicional pollo frío, la ensalada caliente y la bebida tibia. De postre, aparece cayendo en la mesa con sonido estridente -desde una heladerita de telgopor carcomido- la tradicional casata envuelta en papel pegado que nadie logra eludir. Al cabo de tres minutos todos escupen disimuladamente pedacitos pequeños del envoltorio que acompañaba ese trozo de piedra de tres colores.
Enteradas del color político dominante en ciudad y provincia, más allá de alianzas y frentes de los que nada quieren saber, se embeben de la historia del socialismo. Una de ellas -hábil en reglas de mnemotecnia ya usadas para no confundir amantes- memoriza el nombre de Alicia Moreau de Justo: Alicia, la del país de las maravillas, Moreau como Jeanne le sirve para el apellido homónimo de la gran actriz francesa y en el momento de cancherear en un local partidario se pone a hablar de Alicia Girardot de Justo.
En el PRO se sienten a sus anchas, muy cómodas pues nadie les habla de política y sienten que lo mejor se logra en equipo, sin entender si es Central o Ñuls. Cuando todo fluye con cortesía y buenos modales, pletóricas porque se menciona a la sazón a Martiniano Molina, a quien ubican perfectamente, les surge la inquietud de no haber visitado ni al PJ, ni la UCR, dos partidos que hasta ellas conocen.
Recalan en un centro cultural barrial donde son sapos de otro pozo pese a fantasear con besar a algún batracio y que se convierta en príncipe: hombres de virilidad manifiesta, aguerridos, militantes, tatuados en brazos poderosos, les hablan de don Arturo Jauretche y se descompensan mirándose entre sí pues se preguntan si "don Arturo" no era Illia o Frondizi. Cuando se habla del medio pelo argentino, con intencionalidad manifiesta, se sienten cuestionadas por la henna y se van a un comité radical tratando de dosificar la realidad tan de esta época. Cuando ingresan las miran de arriba abajo y les cuesta insertarse en esa charla larga y seria, sin matices pintorescos, ni remates finales.
Ahondan en el massismo, el ARI-Coalición Cívica, el GEN, la izquierda más trotskista, etc., sin decidirse de manera tajante.
Como se dice en el norte de Sudamérica, al final del día, terminan charlando con el sobrinito de una de ellas y ciertos estereotipos televisivos les aclaran el panorama: El Chavo del 8 sería PJ; Don Ramón y su hija son del FPV; Doña Florinda, Quiko y Don Barriga son PRO; la bruja del 71 es del frente Renovador y el profesor Jirafales es un auténtico UCR.
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