CONTRATAPA
› Por Beatriz G. Suárez
Setecientos noventa mil quinientos cincuenta dólares (en billetes de baja denominación, así salio en los diarios) fueron encontrados en un maletín la madrugada del sábado pasado provenientes de Venezuela junto a funcionarios argentinos y un venezolano radicado en Miami. Nadie sabe cual era el destino final de la plata, ni el origen, ni la función, ni muchos datos del supuesto propietario; dicen que los integrantes de la comitiva no estaban incluso al tanto de la existencia del mencionado equipaje.
Echaron a uno, piden captura internacional para el venezolano que, a pesar de todo, salió del país (como Pancho saldría de su casa) con las ínfulas de los inexplicables.
Hay setecientas noventa mil razones para suponer la naturaleza non sancta del botín y quinientas cincuenta mas para sospechar un ilícito grave.
Gestos de superioridad vienen del gobierno queriendo dar cuenta de asuntos mas turbios que la laguna de Melincué pero, relucientes y magníficos, han
quedado los fajos retenidos en la aduana de Aeroparque mientras los jueces se desentienden tal vez por temor a no captar esta madeja incomprensible.
¿Alguien calculó por ejemplo a cuantas jeringas descartables equivaldrían?
Suponiendo que costaran un peso cada una se podrían comprar dos millones
trescientas setenta mil. Si un paquete de arroz costara tres pesos
alcanzaría para trescientos noventa mil paquetes. Mas o menos, precios mas, precios menos, matemática y cotizaciones mediante, equivaldrían a mucha gasa, cinta adhesiva, guardapolvos, divanes para curar argentinos, camillas, estetoscopios, juguetes, zapallitos de tronco que están por las nubes. Kilos y kilos de papas, tapas de nalga, pecetos, cucuruchos. Podrían hacerse viviendas para la gente de la plaza o alguna que otra fábrica, talleres, máquinas de coser.
O también los setecientos noventa mil quinientos cuentos en que siempre
caemos los de este país podrían cambiarse por ropa, zapatos, vacaciones para los jubilados, muchas guitarras para cantar en vez de sufrir, pelotas, paletas, piletas, poleras, polleras, palitas, pullovers, palazzos, pan, pan.
Y Pancartas.
Millones de pancartas repartidas por toda la Argentina, como testamentos de urgencia de una nación que no quiere morir. Desde Humahuaca hasta Overá, desde Usuahia hasta Córdoba y Corrientes. Pancartas grandes, borradores vitales sostenidas por setecientos noventa mil quinientos postes; pancartas frente a la casa rosada, el occovi, el Ministerio de economía, Wheelwright, Colón, Choele Choel, etcétera.
Pancartas con una sola inscripción: "Señores: Basta".
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