Sábado, 8 de agosto de 2009 | Hoy
Luego de ver la película Las chicas de la lencería de la directora Bettina Oberli, me lancé a reflexionar un poco sobre el mundo laboral, las mujeres, el sistema penal y el capitalismo. Pensaba: ¿cómo puede ser justo un sistema que considera que una persona que cuida los niños, limpia la casa, se hace cargo de los viejos o los convalecientes de la familia y busca trabajo, es un individuo desempleado? No solo en lo formal, en nuestro discurso cotidiano y coloquial lo vemos y expresamos de esa forma: mi mamá no trabaja, es ama de casa. Claro, estará la excusa de las jubilaciones a las amas de casa, que parece una limosna más que una contraprestación justa. Por otro lado, ésta solo aparece a la hora de jubilarse. ¿No hay una vida activa? No hay sueldo para la ama de casa, hay derecho a aportar de por vida para recibir una limosna como una especie de pensionada. Complemento indispensable para que funcione un hogar moralmente constituido pero no, una trabajadora.
Las tareas de cuidado que han sido donadas a las mujeres cual sino ineludible, viene a estar ahora en discusión en sociedades donde las mujeres ya no quieren ocupar el lugar que tradicionalmente se les ha asignado y ello obliga a valuar económicamente las tareas de cuidado sobre todo en lo que respecta al cuidado de los viejos que antes hacían gratuitamente las féminas de la familia y que hoy resultan de un alto costo económico, cuando debe calcularse teniendo en cuenta el mercado actual de intercambio de bienes y servicios.
El sistema penal opera como controlador garante del sistema laboral actual. Mientras subsista el machismo, ¿habrá capitalismo?
Un dato interesante, creo, para evaluar el tema del sistema laboral y la complementariedad del sistema penal como garante es mirar los números.
En un mundo que se jacta muchas veces de ser machista, la población carcelaria también es mayoritariamente masculina. Ello también viene modificándose a medida que la mujer se incorpora al mundo del trabajo formal. El sistema penal como lo conocemos hoy, si bien es hijo de la inquisición, termina por completarse con la industrialización.
Pese a que el sistema penal se ha vuelto más eufemístico para decir las cosas, los resultados prácticos terminan siendo muy parecidos a los de sus inicios, si vemos estadísticamente qué las mismas franjas de población en tanto edad, sexo, condición económico social, hoy y ayer, poblaron los institutos penales.
María Eugenia Ramos
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