Lunes, 13 de septiembre de 2010 | Hoy
Música y albañiles
La música como forma de expresar sentimientos: alegría, tristeza, nostalgias, amores, amistad, es casi tan antigua como la especie humana sobre la Tierra.
La música, el canto es una señal de identidad que se porta más allá de las fronteras, es por eso que el tango por ejemplo es una fusión de tan variados ritmos como el flamenco, las habaneras, el candombe.
La masiva migración desde lo profundo de las provincias de la región Argentina hacia las grandes ciudades, sobre todo en la década del '40, hizo que ritmos como el chamamé llegaran a las ciudades puerto como Rosario y Buenos Aires.
Los migrantes internos del litoral correntino y entrerriano trajeron su fuerza de trabajo y sus acordeones, su voluntad laboriosa y sus Sapucai.
En los años setenta del pasado siglo XX, al pasar frente a una obra, además de percibir el sabroso aroma a carne asada se oían los chamamés.
La devastadora década del noventa barrió con los puestos de trabajo, los derechos de los trabajadores y con la precarización del empleo llegaron los híbridos de la "música regional" fraguada por los mercaderes citadinos de las metrópolis.
En el presente la cumbia villera reina como símbolo patético de estos tiempos salvajes y muchas veces canallescos. Parafraseando a Marcel Proust podríamos decir que como tarea pendiente de los de abajo está no sólo bregar por nuestros derechos sociales, sino también reconstruir las identidades arrebatadas.
Carlos A. Solero
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