Martes, 21 de septiembre de 2010 | Hoy
Fue reina de los carnavales de la avenida Alberdi en su juventud y de pura vergonzosa no fue a retirar el premio; tenía la capacidad de contarnos cuentos que se pasaban de generación en generación, era hábil con sus manos, excelente cocinera, sus ojos eran pureza de color del cielo, tenía el gran defecto de ser ansiosa, pero lo compensaba con el cariño que entregaba sin esperar nada a cambio.
Este 2010 nos encontró en Buenos Aires festejando sus 97 jóvenes años, lejos de SU rosario, se quejaba de su edad y su cansancio, pero no podía con su genio y regaba las plantas, de vez en cuando cocinaba, y era capaz de baldear el patio de la casa donde vivió desde su infancia. En menos de un año había perdido a sus dos hermanas más chicas y a un nieto de 42 años. Ultimamente reclamaba compañía y decía sentirse sola; hasta que de repente, sus piernas no respondían bien para levantarse de la cama y no podía higienizarse ni vestirse por sí sola. Pues allí comenzó el dilema y el final triste de esta historia y la de muchos de nuestros "viejos".
"Viejos son los trapos", decían a coro ella y sus hermanas.....nunca entendí esa frase, porque pensándolo bien, un trapo no es algo despectivo, al contrario, es un elemento útil, que sirve para limpiar, pero a ellas (muy coquetas), no les gustaba que las traten de viejas; pero tomo el término "trapo" para decir que en la mayoría de los casos y casas, están tirados en el piso y con frecuencia olvidados, escondidos.
El destino, la vida, que sé yo, creo que Dios no, hizo que mi abuela "cayera" en un geriátrico, diríamos de "cuarta", de "mala muerte", pero eso sí, muy religioso. Las veces que la visité no pude verles jamás una sonrisa, tanto a ella como a sus "compañeros en desgracia". No escuché ninguna de esas veces risas, y menos carcajadas, un televisor a todo volumen y partidos de fútbol, en su mayoria, cabezas echadas sobre las mesas, miradas perdidas, labios sellados y las sordas conversaciones entre dos perros y un gato que deambulaban entre las mesas. Mi abuela antes era dueña del control remoto, y de su vida. Le quitaron el control remoto. Le quitaron la vida. Cuando quisieron sacarla, ya era tarde y en 10 días me quedé sin abuela.
La moraleja: cuando no tengas otra opción que dejar alguien muy querido en un geriátrico, no esperes un mes para darte cuenta de que le están quitando la vida.
(Escribo esta carta en memoria de mi abuela Delia "Elba" Esteves, fallecida el 17 de setiembre, a los 97 años, en la ciudad de Rosario)
Gustavo Lowden
Periodista
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