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Miércoles, 10 de agosto de 2011

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Correo

Letras con sangre

La llamada pedagogía negra, la de matriz inquisitorial, ha pregonado que el castigo es el mejor recurso para inculcar ideas, moldear personalidades sumisas y adiestrar a los individuos y las masas. A lo largo de la historia, tanto en la España de la Contrarreforma, como en la América hispánica colonial se impusieron estas nefastas prácticas.

También hubo precursores de la pedagogía libertaria, como el maestro y filósofo venezolano Simón Rodríguez, quien desafiando a los poderes de su tiempo impulsó una enseñanza basada en una síntesis de teoría y práctica, liberadora de los cuerpos y estimuladora del pensamiento crítico.

En Chile, recientemente, el gobierno de Sebastián Piñera reprimió de modo artero y feroz a los estudiantes que reclaman por la gratuidad de la enseñanza en todos sus niveles.

Piñera, digno retoño ideológico y político de la dictadura pinochetista, mantiene lo que el dictador ya fallecido estableció.

Ninguno de los sucesores del tirano sangriento pertenecientes a la Concertación, sea Ricardo Lagos, Eduardo Frei o Michelle Bachelet, devolvieron al pueblo trasandino la enseñanza pública, y ahora Piñera -- quien entronizó como ministro de educación a un mercader de la educación privatista-- devuelve palos y gases a mansalva.

Es importante recordar que también aplica el rigor a los pobladores mapuches y a todos los que cuestionan el nefasto régimen de servilismo al capital.

Los estudiantes chilenos resisten. La solidaridad activa con ellos es un acto de dignidad hacia la emancipación integral de los pueblos más allá de las fronteras.

Carlos A. Solero

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