CORREO
Ciudad sin gusanos
El pasado miércoles 5 de octubre, a las 18.30 horas, en la esquina de Moreno y San Juan, la observé a ella. Estaba seria pero contenta junto a su hija. Se bajó del auto, abrió el baúl, sacó y preparó la silla de ruedas y con esa ternura que sólo conocen las madres de verdad, abrazó a su nena para sentarla en la silla. Los otros en ese momento conducían sus bólidos apurados y con caras de malos. Pero estaba ella y pensé que no todo está perdido. Los peatones difícilmente observaron la escena, apurados para llegar a casa, seguramente para ver por la tele los desnudos que muestra el bueno de Marcelo, o para escuchar por la radio lo bien que juega Central, o para ver que cosa importante dirá Cagna sobre el "nuevo" Newell's. Pero estaba ella.
Como me dijo, hace unos días, el muchacho no vidente que vende billetes de loterías por la peatonal San Martín, cuando lo ayudé a cruzar por enésima vez: "otra vez vos --dijo al reconocer mi voz--, hace más de 5 minutos que estaba esperando". Y disparó con ironía, "parece que están todos ciegos". Le contesté que tenía razón y que muchas personas viven en su mundo y poco les interesa lo que les sucede a los demás, como tampoco reparan, para cumplir sus objetivos, en pisarle la cabeza a los otros o serrucharle el piso a un compañero para dejarlo sin trabajo. Pero por suerte en esta querida ciudad no todos son gusanos. Alguna gente es solidaria y en especial hay muchas chicas y chicos jóvenes que ayudan al prójimo, ceden los asientos en los colectivos a los mayores, son sinceros, solidarios y con el tiempo serán una gran mayoría que logrará hacer de Rosario una ciudad poblada por menos sujetos despreciables y por más seres "humanos".
Daniel Ciúffoli
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