Lun 08.10.2012
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Palabras

Según un estudio de la Unesco en 1975, cada argentino hablaba con 8000 palabras. Treinta años después en 2005 y luego del saqueo cultural, mediante el saqueo material a sangre y fuego, se vuelve a realizar el mismo estudio y se determina que cada habitante de este suelo hablaba con 800 vocablos, es decir diez veces menos.

De esos datos subyace el interrogante: ¿Cómo hace un joven para decir lo que quiere o para oponerse a lo que no quiere? No puede. Si uno no puede decir lo que necesita, no puede expresar lo que sueña, no puede comunicar por qué sufre, se convierte en un no dicente, en un reproductor de palabras ajenas, es decir en un a﷓dicto --"sin palabras", según la primera acepción etimológica-﷓ en alguien incapaz de poner en palabras sus sentimientos y emociones.

Y de ahí no puede faltar mucho para que una persona entre en alguno de los innumerables grados de dependencia que el mismo sistema produce y reproduce, en los que muchas veces es muy difícil salir. Porque siempre la violencia es de arriba hacia abajo y no viceversa.

Asimismo y según el Observatorio de la deuda Social de infancia de la UCA, más de dos millones de chicos de entre ocho y doce años, en los últimos cuatro años, no escucharon el relato de un cuento de una persona mayor. Lo que supone que esos chicos jamás oyeron que una historia que empezó mal, pueda terminar bien. Posiblemente esos niños crezcan creyendo que no se puede modificar y mejorar la realidad y su entorno.

¿Qué tipo de sociedad estamos construyendo con ausencias claras de palabras? Es indispensable recuperar el principal bien cultural que nos pertenece por el hecho de ser seres humanos. Seguramente este tema no está en las agendas de las mayorías, y sea una contradicción dentro de la sociedad de la información en la que vivimos, sin embargo, como diría Eduardo Galeano: "Me parece coherente que renieguen de la palabra quienes cultivan el monólogo con sus propias sombras y laberintos sin fin, pero la palabra tiene sentido para quienes queremos celebrar y compartir la certidumbre de que la condición humana no es una cloaca". Es indispensable que todos apuntemos hacia el mismo objetivo, para que el futuro sea sinónimo de felicidad y libertad.

Juan Pablo Robledo

Periodista y estudiante de la UNR.

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