Jueves, 21 de febrero de 2013 | Hoy
Mucho para pocos
Ya lo explicaba con claridad meridiana y talento el escritor anarquista-cristiano ruso León Tolstoi en un magistral relato todo lo que un ser humano necesita al final de sus días es un trozo de tierra de su tamaño que cobije sus restos, todo lo demás es exceso.
Pero como podemos comprobar a diario la codicia de los poderosos lejos está de sintonizar con este aserto, de hecho y esto es claro en múltiples latitudes los multimillonarios no se conforman y quieren más, a cualquier precio, aun al del sufrimiento y la vida de cientos, de miles o de millones.
Hace algunos meses un magnate mexicano daba consejos a los pobres de incrementar sus horas de labor para prosperar, planteo de un cinismo sin igual. Un funcionario encumbrado aconsejó en Japón evitar que se continuara prolongando la sobrevida de las personas para evitar el colapso de los sistemas previsionales.
En estas tierras tenemos ejemplos palmarios de miserias humanas parlantes, los dirigentes de las patronales agropecuarias buscan conservar de cualquier modo su tasa de ganancia y amenazan con desabastecer de alimentos. La perpetuación de sus privilegios y los negocios de sus aliados burócratas gremiales o sindicales.
Un connotado político, aspirante a trepar más alto en la pirámide de poder hasta quiere restringir las transmisiones deportivas, mientras desforesta a mansalva la principal avenida de la principal ciudad del país. Su odio a los árboles es parte de su estrecha visión de la sociedad para pocos que proyecta cada día junto a la élite de detentadores de poder.
Decía en un célebre artículo Rafael Barrett: "Se prefiere el sol abrasador a la dulce presencia del árbol. Se diría que los hombres no son ya capaces de sentir, de imaginar la vida en los troncos venerables, que tiemblan bajo el hierro y se desploman con lastimero fragor. Se diría que no comprenden que también la savia es sangre y que sus víctimas se engendraron en el amor y en la luz. Parece que las gentes viven esclavizadas por un vago terror y que temen que el bosque proteja facinerosos y anime fantasmas. Detrás del árbol adivinan la muerte. O bien, obsesionados por un dolor sin forma, quieren copiar en torno suyo el desolado desierto de sus almas".
Es cierto que existen poderosos sectores que proyectan una sociedad con mucho para pocos.
Pero recordemos siempre, los de a pie somos más.
Carlos A. Solero
casolero_1@hotmail.com
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