Jueves, 12 de diciembre de 2013 | Hoy
Ascensor
Soy la persona que sufrió el accidente en el ascensor de Plataforma Lavardén el sábado minutos antes de las 22 mientras me dirigía a la terraza para participar como intérprete en un concierto. Mi edad es 55 años, no 60. El ascensor subió durante varios segundos por lo menos hasta el segundo piso (las verdaderas pericias lo determinarán) y de allí se desplomó de repente hasta la planta baja, donde quedó clavado violentamente. Decir que resulté herido en un pie es una forma extremadamente eufemística de describir que tengo fracturas múltiples de los 5 metatarsos del pie derecho y las apófisis de la tibia y el peroné y golpes en la rodilla, glúteos y pantorrilla, que no me puedo mover y que hasta para ir al baño me tienen que ayudar. Decir que me dieron de alta es otra falacia. Simplemente me enviaron a mi casa en taxi, sin una historia clínica o una epicrisis, ni siquiera en ambulancia como lo solicité ante los horribles dolores que no pasaban ni con calmantes.
Como consecuencia del grave accidente, que pudo ser mucho peor, deberé someterme a dos cirugías para reacomodar los huesos, deberé suspender una conferencia que iba a dar para la Municipalidad y un concierto que iba a dar el jueves, así como exámenes que tenía que tomar en la UNR. Y deberé pasar más de 40 días de reposo, perdiendo mis vacaciones en la Universidad. Todo ello no sería necesario si realmente hubiera sido dado de alta. Tampoco es cierto que los bomberos zapadores arribaran en seguida. Igual que la ambulancia, tardaron más de una hora.
Si hubiera tenido una hemorragia importante me hubiera desangrado. Me duele mucho la fractura y varias partes del cuerpo, pero más me duele que Gerardo Agudo mintiera tan descaradamente a La Capital. Me duele que ni siquiera me dieran una apoyatura en el momento de la crisis, que me derivaran a un sanatorio como el Delta que no está en condiciones de recibir un accidentado con una fractura. También que tuviera que hacerme cargo yo de aportar mi obra social y pagar todos los depósitos que me exigía el sanatorio, cuando el accidente tuvo lugar en dependencias del Ministerio de Cultura.
La falla eléctrica puede que haya existido, pero a posteriori y de ninguna manera es la causa. La causa probable fue el desprendimiento del contrapeso, posiblemente por falta de mantenimiento durante años. Un accidente como éste jamás debería haber sucedido. Es necesario encontrar al o los responsables, tanto los encargados del mantenimiento como los encargados de auditarlos. Esta vez no murió nadie, pero podría haber sido fácilmente una tragedia.
Federico Miyara
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