Martes, 31 de mayo de 2016 | Hoy
Tabaco
El reciente aumento de los cigarrillos reabre el debate sobre el consumo de tabaco, pero se olvida de considerar todo el proceso de producción y las secuelas que deja su consumo de la cual se tienen que hacer cargo el Estado a través del sistema público de salud y las obras sociales. Este mensaje no es para los fumadores que sí o sí seguirán fumando y que sí o sí necesitan ayuda para salir de su adicción.
El proceso de producción del tabaco abarca desde la siembra, los cuidados permanentes en el crecimiento de las plantas, la cosecha, el secado, acopio, comercialización, proceso de industrialización, venta y consumo. En el inicio del proceso ya tenemos una situación por muchos desconocida: son las provincias de Jujuy, Salta y Misiones las que aportan el 90% de la producción nacional de tabaco. Producir tabaco excluye otras actividades agrícolas y pecuarias en algunas regiones del NOA y del NEA. En las provincias de Jujuy y Salta aparecen las mayores unidades productivas (de 15 a 120 hectáreas o más) mientras que en Misiones se verifican las explotaciones menores a 5 hectáreas, con mano de obra familiar. Entre los problemas que ya aparecen están los bajos rindes obtenidos por hectárea por agotamiento del suelo -camuflado por la expansión de la superficie sembrada- y los impactos en la salud de los productores por el uso de agrotóxicos. Justamente, en Misiones se ha verificado un incremento en abortos, malformaciones en niños y elevación de la tasa de cáncer en adultos vinculados a esta producción.
El proceso siguiente se encuentra concentrado en un puñado de empresas dedicadas a la compra, procesamiento final, empaquetado, distribución y venta. Finalmente, cada vez que se enciende un cigarrillo, cientos de sustancias químicas adictivas y tóxicas se liberan al ambiente.
El consumo de tabaco, a pesar de los ingentes esfuerzos del Estado (tanto por recaudar como por regular), no ha disminuido. En Argentina, esta situación incide en las políticas públicas con unos 40.000 fallecimientos anuales en forma directa -principalmente por afecciones respiratorias y cancerígenas-, a lo que debe agregarse, según la Organización Mundial de la Salud, un 10% más de los fumadores pasivos. El bolsillo del fumador paga varias veces: al adquirir el paquete, al consumirlo, disminuir su salud y afectar a otros, al pagar sus impuestos para sostener el servicio público de salud, a la empresa de medicina prepaga e inclusive a la empresa de publicidad que lo promociona.
Silvia Fratoni, Luis Carreras, Pablo Cabrera
Centro de Protección a la Naturaleza
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