Lunes, 4 de febrero de 2008 | Hoy
La investigadora rosarina María Alejandra Silva afirma que el monocultivo genera enfermedades emergentes. La pobreza y la migración interna son consecuencias sociales evidentes.
Por Guillermo Lanfranco
El crecimiento de la monoproducción de soja incrementa "los problemas sociales que impactan en la salud, generando enfermedades emergentes de la pobreza y la migración interna", y provocan a la vez "más necesidad de presupuesto tanto para el sistema de salud pública como para las políticas sociales destinadas a estos grupos vulnerables". Estas conclusiones forman parte del trabajo "Los desafíos de la Argentina en torno al crecimiento rural a espaldas del medio ambiente y la salud", de la investigadora rosarina del CONICET María Alejandra Silva y -aunque no sea su propósito- vienen a respaldar las recientes palabras del gobernador Hermes Binner respecto a que "el proceso de sojización ha significado vaciar el campo, que la gente migre a las ciudades, con oficios que no corresponden a las demandas que hoy tiene una ciudad, a vivir en los peores lugares, lo que genera planes sociales que nunca tendrán el valor del trabajo como elemento formador del individuo y la sociedad".
"Los datos son preocupantes", señala la investigadora María Alejandra Silva, directora del Grupo Salud de los Trabajadores de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNR, y enumera que entre los años 1988 y 2000 desaparecieron 100 mil productores; que en la región pampeana hay una alarmante tendencia hacia la concentración de la propiedad de la tierra y que la expansión de la frontera agropecuaria afecta gravemente la conservación de los bosques nativos y expulsa a sus pobladores.
El ingrediente más reciente de ese inventario es que "la opción de la producción masiva de biocombustibles a base de soja y maíz para la exportación en un momento histórico caracterizado por el fin de la etapa del combustible fósil barato en el mundo, puede generar en el país un reemplazo de la producción de alimentos, el aumento del precio de los mismos, la deforestación indiscriminada de bosques nativos, la contaminación producida por el uso de los agroquímicos y la erosión de los suelos".
Este modelo provoca un gran impacto social porque "aumenta la migración de mano de obra desocupada por un sistema productivo que requiere tecnología", idea que Silva respalda con testimonios recogidos entre los propios campesinos que deben migrar: "La tierra es donde uno se desarrolla con la familia y todo. Es muy importante. No es lo mismo que te arrinconen en un barrio, que no te podés desarrollar. Al campesino, llevarlo al pueblo a las ciudades, es como atarle las manos. En el pueblo tenemos que ser dependientes de la comuna".
Cómo serán las consecuencias de la sojización que "quienes se benefician con este modelo también reconocen el impacto social del modelo", señala la investigadora, y recuerda palabras del presidente del presidente de la Asociación de la Cadena de Soja Argentina (ACSOJA), ingeniero Rodolfo Rossi: "Hay que reconocer que hay índices de reducción del número de productores en países como la Argentina, y una situación económica particular que no satisface a todos".
En este contexto, la salud no parece ser un problema central en dicha cadena de la soja, al punto de que en 2006 más de 16 millones de hectáreas de la Argentina fueron utilizadas para cultivar soja RR (resistente al herbicida tóxico: Ram Rod de Monsanto), que contamina el agua de las napas.
Silva recuerda que "algunos académicos europeos plantean la existencia de nuevas pruebas de peligro de la exposición humana al herbicida Roundup que se usa en los cultivos de soja. Un grupo de científicos encabezados por el bioquímico Gilles-Eric Seralini, de la Universidad de Caen (Francia) demostró que las células de placenta humana son muy sensibles al Roundup, demostrando en un estudio epidemiológico en Ontario que la exposición a dicho producto casi duplica el riesgo de abortos espontáneos en gestaciones avanzadas. Algo similar plantea el bioquímica Paggi cuando rescata la revisión toxicológica del glifosato conducida por un equipo de Estados Unidos que indica efectos adversos en todas las categorías: subcrónicos, crónicos, carcinogeneticos, mutagénicos y reproductivos".
Igualmente, se registraron casos de poblaciones con problemas de salud ligados a los agroquímicos o con impactos en el medio ambiente, como se observó en diferentes zonas de las provincias de Formosa, Misiones, Córdoba, Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe. En esta última se pudieron ver denuncias en localidades como Alejandra, Recreo, Avellaneda, San Eduardo, San Lorenzo, San Cristóbal, Aeropuerto de Rosario, Granja La Verdecita en ciudad de Santa Fe, Las Petacas y Venado Tuerto.
La utilización de agroquímicos muestra una tendencia creciente, acentuada después de la crisis de 2001, ya que dos años después se incrementaron las ventas un 32 % con "marcado aumento de productos importados más baratos, pero con escaso respaldo técnico y calidad certificada y de marcas poco reconocidas". La cantidad comercializada se triplicó en la ultima década, con un aumento marcado de los insumos para la siembra directa, predominando los herbicidas y dentro de éstos, los glifosatos que se aplican en la soja y en los barbechos químicos.
Otro problema es la elaboración, formulación, transporte, almacenamiento, distribución, fraccionamiento, expendio, aplicación y destrucción de envases de los agroquímicos. En el caso de la provincia de Santa Fe se encuentra legislado pero "hay un cumplimiento laxo por parte de proveedores, productores y control de policía del Estado", precisa Silva. Más aun, de acuerdo a un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA, "la decisión de comprar agroquímicos se realiza bajo presión de los proveedores, con criterios exclusivamente economicistas, desconociendo las pautas de almacenamiento y utilización según la toxicidad de los mismos".
De acuerdo a estudios realizados en provincia de Buenos Aires, también es de resaltar que los niños son quienes sufren más casos de intoxicación, aunque la mayoría de las veces pasen desapercibidos o no se detecten. No siempre son llevados a los centros de salud y cuando concurren suelen ser atendidos por manifestaciones y síntomas visibles antes que por los determinantes del problema. Los niños se exponen en el hogar, en el trabajo de sus padres cuando los acompañan o cuando ellos mismos realizan tareas agrícolas: cosecha de frutas, desbrotes, etc.
Mientras tanto, "es escasa o nula la reflexión sobre la sustentabilidad ambiental y sanitaria del modo de crecimiento del sector rural", admite la investigadora del CONICET, agregando que "la naturaleza cultural nos lleva a utilizar agroquímicos de manera indiscriminada, despreocupados por el impacto que pueden ocasionar en el medio ambiente y la salud de los trabajadores, su familia y la comunidad lindera. Dichas representaciones y prácticas responden a la lógica económica que subyace al modelo agroexportador predominante, más preocupado por el crecimiento que por el desarrollo rural".
Frente a ello, Silva plantea como desafío en el sector rural "agregar a la mirada del crecimiento económico, aquellos aspectos que hacen a la sustentabilidad ambiental y de salud. En suma, se requiere comprender que lograr un crecimiento sostenido no es lo mismo que lograr un desarrollo sustentable donde se logre el abordaje de la siniestralidad laboral y del impacto de los agroquímicos en la salud del ecosistema y la población".
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