SOCIEDAD › MENORES. POBREZA, EXCLUSIóN, DESERCIóN ESCOLAR Y CHICOS EN SITUACIóN DE CALLE.
C.H.I.C.O.S nació como organización no gubernamental en 1992 y su trabajo se entrelaza con el del Programa La Casa, del Area Niñez de la Municipalidad de Rosario. La ONG funciona como centro de día, contención y escolarización, sobre todo de niños y niñas en situación de calle. Cómo se trabaja hoy en día para intentar romper con el paradigma de que la única propuesta es bajar la edad de imputabilidad de los menores cuando quiebran la ley.
› Por Alicia Simeoni
"Estamos en el momento de mayor criminalización de la infancia, un proceso que como sociedad no sólo no ha terminado sino que todavía se impulsa. Este proceso ha sido una construcción interesada y difícil, porque el sufrimiento y la muerte de chicos no parece conmover al grueso de la población que ha comprado el discurso que le venden acerca de que son feos, sucios y malos". La reflexión pertenece a la coordinadora técnica de la Asociación C.H.I.C.O.S. (Con hondo interés comunitario obramos socialmente), la psicóloga Marcela Lapenna quien hizo un recorrido junto a Rosario/12 acerca de la situación en la que se encuentran, sobre todo, los chicos más desprotegidos, muchos de ellos en situación de calle. C.H.I.C.O.S fue constituida como organización no gubernamental en 1992 y su trabajo se entrelaza con el del Programa La Casa, del Area Niñez de la Municipalidad de Rosario. Días atrás, y por la decisión unánime del jurado que participó en la tarea de seleccionar entre los candidatos propuestos, C.H.I.C.O.S. recibió el premio en derechos humanos que otorga la Municipalidad de Rosario y que lleva el nombre de Claudio 'Pocho' Lepratti, el militante social asesinado en diciembre de 2001.
En este marco desde la organización que siempre trabajó como centro de día, contención y escolarización, sobre todo de niños y niñas en situación de calle, se analizó el imaginario social que existe en relación con ellos. También la 'nefasta' idea y verbalización acerca de que los niños son el futuro, "una construcción que niega el pasado y la forma en que se llega hasta el presente", opinó Lapenna. Descuido desde los niveles del Estado acerca de las políticas públicas para infancia, el mal pago a los profesionales que trabajan en la temática y la necesidad de sensibilizar, por lo menos, a una parte de la sociedad para que reclame y aporte hacia el logro de políticas distintas.
De C.H.I.C.O.S. fue parte el también militante social, escritor y sobre todo humanista Rubén Naranjo. Cuando el miércoles pasado, en el Día Internacional de los Derechos Humanos, se entregó a la Asociación C.H.I.C.O.S. el premio 'Pocho' Lepratti, la coordinadora técnica de la organización, la psicóloga Marcela Lapenna, opinó que era un muy buen momento para que un premio con ese contenido fuese otorgado a una organización que trabaja sobre los derechos de niños, niñas y adolescentes. "En este momento de criminalización de la infancia, que se pudiese distinguir el trabajo de quienes tenemos como tarea la defensa de los derechos de todos los niños, nos trajo un sentido de oportunidad. De inmediato pensamos que el premio fue para C.H.I.C.O.S. pero como parte de un colectivo, de muchas organizaciones y personas que trabajamos por los derechos de los niños". La inscripción que hace Lapenna en el colectivo involucra, para el caso, al Foro por la Niñez, un espacio multidisciplinario y pluralista que como ella misma dice, durante el 2008, avanzó en el hacer cosas juntos y proyectar mucho más para el 2009. Con Marcela Lapenna está Amílcar Tamburri, "nuestro presidente de siempre porque no lo dejamos ir", dice ella y el hombre, uno de los fundadores de la ONG. cuenta que para los niños que asisten, el premio fue prácticamente intrascendente: "En la vida cotidiana de los chicos las instituciones no tienen una presencia, ellos tienen un vinculo con nosotros, con la asociación en el aquí adentro, pero es muy difícil que se traslade para poder pensar en los derechos humanos, en la Municipalidad, es un universo complejo". Lapenna aporta que tal vez para quienes tuvo un significado es para aquéllos que pudieron hacer un proceso de historización y compartir vivencias.
-¿Quiénes son los niños y adolescentes que llegan a C.H.I.C.O.S. en este tiempo y en qué condiciones lo hacen?, preguntó este diario a la coordinadora Lapenna.
-Cada vez son más y más pequeños, pero además llegan en estado de gran deterioro. Se nos hace difícil trabajar para que ellos puedan inscribir que hay una historia que nos preexiste, que nos determina y que por eso estamos en la situación que estamos. Lo que intentamos es aportar herramientas de análisis para que no queden entrampados, pero muchas veces estas herramientas no son suficientes o ellos no están en condiciones todavía de apropiárselas para pensar de otro modo. Es cierto que hay más deterioro, pero no creo que la calle esté peor. La vida cotidiana de los chicos en sus barrios está peor, esto es lo que nos hace pensar y estar convencidos de que no alcanza con que nosotros tengamos un bonito centro de día para trabajar con ellos, para que hagan su tránsito por la calle lo más corto posible y puedan volver a sus casas. Lo que necesitamos es apuntar y articular juntos con muchos otros para que las condiciones de vida de todos los chicos mejores.
-Usted dice que es un momento en que se criminaliza la infancia. ¿Qué rol corresponde a instituciones y Estado para trabajar por la construcción de un imaginario social diferente, que pueda analizar causas y orígenes y ubicar el problema en la dimensión que le corresponde?
-En la construcción 'con muchos otros' entramos todos, pero con diferentes funciones y responsabilidades. Las organizaciones y quienes trabajamos cotidianamente a la par de los chicos tenemos la obligación de hacer visible el sufrimiento por el que pasan. Yo no estoy del todo convencida que el total de la sociedad se haya decidido a sacrificar a los niños y a las niñas que están en peores condiciones. Quiero creer que hay muchos que desconocen las condiciones que llevan a que haya chicos que estén ahora en situación de calle, ahora delinquiendo, o trabajando. Todavía creo que en la comunidad hay un sector que se 'come' el discurso que le venden acerca de que son feos, sucios y malos porque quieren, desconociendo que los niños y adolescentes con los que estamos trabajando nacieron cuando teníamos el mayor pico de desocupación. Por eso, una de las tareas de las organizaciones es sensibilizar al resto y poder proponer algunas acciones. Por otro lado hay una tarea del Estado, en todos sus niveles, que es la de generar acciones y no se cumple igual en todos esos niveles. En Rosario las políticas públicas en cuanto a infancia, y comparadas con las de otros lugares, son superadoras, aunque de todos modos resultan insuficientes. Creo que lo que no se debe dejar de decir es que para aquellos chicos que están más o menos existen algunos recursos, pero para los que están muy mal no hay nada. La mayoría de los chicos con los que nos cruzamos han tenido consumo de sustancias tóxicas y no hay proyecto para eso.Se murieron en el último años y medio 6 chicos consumiendo 'poxi' en Rosario. Pero otros lo hicieron a la orilla del río y figura como que se ahogaron, no que estaban aspirando. Y no hay reacción sobre eso.
-¿Qué pasa con los recursos humanos asignados al trabajo con diversas expresiones de la problemáticas de la infancia?
-Hay quienes pueden hacer de su trabajo un espacio de militancia y hay quienes no, que pueden ser buenos técnicos. Pero una de los grandes problemas es que este tipo de tareas está muy mal pagas, que hay numerosas becas, pasantías, entonces la gente llega y cuando se establece el contacto con la familia, se termina la pasantía y viene otra u otras personas. Es parte de lo que se analizó con las organizaciones en cuanto a la carencia inmensa y a la debilidad porque nunca se llegan a consolidar los equipos de trabajo. Hasta se pueden comprender algunas razones, y desde la misma Dirección Provincial de Niñez, Adolescencia y Familia lo reconocen, pero han pasado cinco meses sin que cobren sueldo los profesionales asignados a la atención. Eso no pasaría con la policía, probablemente tampoco con los médicos. Pasa porque aquí puede pasar y es grave. Creo que como estamos tratando de hacerlo, los técnicos que trabajamos en el estado y en las organizaciones -y que somos quienes ponemos en acto aunque sea mínimas políticas públicas- debemos poder relatar, dar la mirada justa sobre este paisaje de las infancias que, si bien no se corresponden con la de la Familia Ingalls, tampoco lo hacen con la imagen de los pibes choros que se construye tan complejamente.
-Hay una actitud social casi indiferente hacia el riesgo de la infancia ¿Qué tiene que ver esa realidad que se comprueba a diario con la invocación, que se repite, acerca de que los chicos son el futuro?
-Creo que hasta ideológicamente es nefasto pensar que los chicos son el futuro porque justamente, lo que hace esta idea es negar el pasado. Al negar el pasado se desconocen las condiciones que hicieron que se llegara a estar como se está y se vuelve a vulnerar derechos en el hoy, en el presente. Pero más aún: ni siquiera estamos en la expresión 'los chicos son el futuro' sino que lo más actual del discurso es 'los chicos son un peligro'. Cuando hace pocos días atrás fue asesinado un almacenero, un hecho absolutamente lamentable y condenable, lo primero que se dijo es que eran dos menores, y nadie había visto ni identificado a los responsables. Esa construcción nefasta y automática no puede ser separada de aquella otra referida a los chicos que consumen poxi y no conmueven a nadie. El sufrimiento del otro no nos conmueve y eso no es fácil de crear. No es fácil armar una idea tan compleja acerca de que el sufrimiento y el riesgo de muerte de un niño no conmociona. Cuando digo que se trata de una construcción muy compleja es porque el cuidado como aptitud, que traemos dentro los mamíferos, ya como especie, requiere de mucho empeño y recursos para ser desarmado. Ese proceso no terminó, por el contrario se sigue abonando.
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