Domingo, 23 de julio de 2006 | Hoy
James Rowe trabajó 35 años en The Washington Post, el diario que reveló
la trama del caso Watergate que derribó al presidente Richard Nixon. Estuvo en Rosario para debatir sobre ética periodística y destacar que el mayor capital es "nuestra credibilidad".
Por Alicia Simeoni
"Los propietarios de los periódicos norteamericanos piensan que el buen periodismo es buen negocio y que el hacer periodismo es una manera de ganar dinero, algo que me dicen que no sucede acá". Con ese concepto comenzó su charla el martes pasado James Rowe, periodista norteamericano que trabajó 35 años en The Washington Post como redactor de temas económicos, corresponsal financiero en Nueva York, editor nacional y por último como editor de la Early Sunday Edition. Rowe estuvo en Rosario el martes pasado y habló ante los periodistas que se reunieron en el auditorio de Homo Sapiens Libros convocados por el Sindicato de Prensa Rosario para debatir sobre la ética periodística.
Con la consigna "Las y los periodistas debatimos sobre la ética profesional" la reunión ofreció la mirada del periodista norteamericano James Rowe sobre la variedad de dificultades y dilemas que tienen que ver con el ejercicio profesional. También se presentaron otras dos perspectivas sobre la ética, la del Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) a través del periodista Pablo Mendelevich y la del Sindicato de Prensa Rosario (ver aparte) que surgió del estudio y elaboración de una de sus áreas de trabajo, la Comisión en Defensa de la Libertad de Expresión y del Trabajo Periodístico.
James Rowe aportó el punto de vista de quien ejerció el periodismo durante muchos años en un medio como el norteamericano y disparó algunos conceptos que tienen íntima relación con la ética profesional y con la problemática que se presenta a diario: "Los propietarios de los periódicos norteamericanos piensan que el buen periodismo es buen negocio y que el hacer un buen periodismo es la manera de ganar dinero, algo que me dicen que no sucede acá por parte de las empresas privadas", dijo.
Rowe situó el ejercicio profesional a través de un interrogante. "¿Por qué existimos los periodistas?", dijo y él mismo respondió: "Existimos para darle servicio al público y si los lectores no nos quieren leer tenemos que irnos a casa, así que cada decisión que tomemos para nuestro medio tiene que tener al lector en mente. Tenemos responsabilidad con el público, con las fuentes y hacia cada uno de nosotros", dijo.
El norteamericano recordó que cuando se habla de pautas éticas se hace referencia a las que contienen "al buen periodismo". Para hablar de esa calificación profesional contó la experiencia del medio para el que trabajó hasta 20 días atrás y durante 35 años, The Washington Post. Rowe dijo que las pautas del Post tienen como objetivo "revelar la mayor cantidad de información al público, mostrarle cuanta información se tiene, de dónde se la obtuvo y por qué. Nuestra responsabilidad es con el público y el Post trata de trabajar por el logro de credibilidad", aseguró.
Las bases para la obtención de la información y la atribución de esa información fueron dos de las claves que James Rowe señaló como fundamentos de la ética profesional y como aquéllas que hacen a la credibilidad del medio. Entonces recordó uno de los casos que aportaron a que el público descrea de la honestidad de los periodistas. Se refirió a la actitud y al comportamiento antiético de Jayson Blair, del New York Times -aquél que dijo que había realizado coberturas en Texas, Washington y Minnesotta cuando en realidad estaba en su casa en Brooklyn, en Nueva York, recordó Rowe, y desde allí escribía historias como si estuviera en otro lado. "Lo hizo mucho tiempo hasta que fue descubierto y esto contribuyó a que la gente se hiciera preguntas respecto a qué informamos, desde dónde lo hacemos y si realmente contamos lo que surge de una entrevista, cuando en realidad hay quienes no entrevistaron a ninguna persona".
Rowe insistió en que "todo lo que tenemos para ofrecerle al público es nuestra credibilidad y cuando decimos algo debemos hacerlo con equidad y honestidad". En ese sentido habló del uso de las fuentes reservadas como un recurso para ser usado sólo en los casos en que la información no pueda ser obtenida por fuentes a las que se pueda identificar: "Si vemos que no tenemos elección y que la información es tan importante hay que darle a esa fuente el derecho de ser una fuente reservada". De esa manera puso de ejemplo el caso Watergate y aclaró que además de los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein había un editor que sabía la identidad de la fuente reservada, a quien se referenció durante tantos años con la denominación de "garganta profunda" -en relación a una filme porno de la época que se convirtió en un ícono mediático- y, luego, en mayo del 2005 se conoció que el informante era quien había sido el Nº 2 del FBI, Mark Felt. Las notas escritas sobre el Watergate derivaron en la dimisión del ex presidente Richard Nixon pero la identidad del informante fue uno de los secretos mejor guardados en la historia del periodismo.
El ahora ex editor de la edición dominical del The Washington Post se expidió por la utilización al máximo de las fuentes 'on the record' con las atribuciones y los entrecomillados pertinentes: "Mi trabajo no es el de conocer algo que me dicen pero sí el de conocer información que puedo dar", como pauta básica y general acerca del ejercicio periodístico.
James Rowe sostuvo que trabajó 35 años para el Post y que "nunca nadie fuera de la sala de periodistas nos dijo qué o sobre qué teníamos que escribir" y narró una anécdota en cuanto a que la propietaria del diario, Katharine Graham, recibió una llamada de alguien 'muy importante' mientras se duchaba. Ese personaje estaba muy enojado respecto de una noticia aparecida en el diario del día y ella atendió el llamado. Lo escuchó en su reclamo y después señaló a su interlocutor: "Llamaste a la persona equivocada, yo soy sólo la propietaria, tenés que llamar al editor". Rowe insistió entonces con la idea con la que comenzó su charla: "La mayoría de los periódicos en Estados Unidos, por supuesto no todos, creen que el buen periodismo significa buenos negocios. El Washington Post probablemente sea odiado por la administración, por el gobierno, pero sin embargo es uno de los medios más reconocidos y que más beneficios gana en el país".
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