Jueves, 21 de mayo de 2009 | Hoy
PSICOLOGíA › REFLEXIONES CRíTICAS SOBRE LA ACTUALIDAD DE LA FILOSOFíA
Más allá de los postulados de Heidegger, para Lacan, el que cree desconstruir la metafísica sigue construyéndola sin saberlo. Así, desvía la antimetafísica hacia la problemática de un nosaber constitutivo, núcleo del inconsciente.
Por Sara Vassallo*
El deseo de metafísica es muy fuerte en todos nosotros, se oía decir en una reciente y docta emisión radial (France Culture, "Les vendredis de la philosophie"). ¿Cómo entenderlo, en una actualidad filosófica que reitera en diversas formas, desde hace más de medio siglo, el "fin de la metafísica" promulgado por Heidegger? A menos que ese prolongado final se entienda como una convalescencia (según la expresión de Gianni Vattimo) que repite una ruptura que la debilita sin destruirla. Si fuera así, la "desconstrucción" de la metafísica ¿no terminaría por hacer resurgir, ruptura mediante y en otro lenguaje, lo que la metafísica clásica decía sin decirlo del todo, aún antes de que se decidiera de su final? Hay algunos que lo piensan, entre ellos Jacques Lacan.
Que hubo ruptura, es innegable. Reivindicar lo metafísico desde adentro de su cuestionamiento, no nos devolverá jamás a Platón o a Hegel. Cuando Heidegger desmontó el principio de razón suficiente transformando el enunciado metafísico: Nada es sin razón en: La Nada es sin razón, lo hizo de tal modo que esa Nada, alojada en nosotros, ente en medio de otros entes, nos convierte en el "ahí" donde se revela el Ser (a través de la angustia, el tedio, el lenguaje poético). Pero esa revelación -y en eso consiste la ruptura- se produce en una absoluta inmanencia, no tiene carácter objetivo. Al no ser sustancia, al perder carácter referencial, el Ser aparece y desaparece en una inapresable "diferencia" con los entes, diferencia imposible de suturar de un modo referencial con conceptos (el de causa, por ejemplo). La pregunta de por qué hay ser en vez de nada no tiene, pues, respuesta especulativa, no es más que un síntoma de ese abismo abierto en el ente que pregunta.
El psicoanalista J. Lacan entra en la filosofía francesa inscribiéndose en la ruptura de Heidegger. Lo prueban sus múltiples apelaciones a la revelación/ocultación del ser, la idea de que al hablar, no hacemos sino responder al lenguaje, la prosopopeya de la "Cosa freudiana" (mejor dicho heideggeriana), la inserción del sujeto del inconsciente en el fin de la teología marcado por Hegel. Es cierto que Lacan no hizo demasiado caso de las tendencias hermenéuticas (Derrida, Ricoeur). Desvía más bien la antimetafísica hacia la problemática de un nosaber constitutivo, núcleo del inconsciente. Piensa que el saber filosófico es, en sus orígenes, negación y hasta "censura" de un nosaber originario, imposible de relevar por el pensamiento. Pero esto hace, paradójicamente, que ese pensamiento sea imposible de suprimir. El hecho reconocido por el propio Heidegger, de que la desconstrucción de la metafísica occidental no implica su eliminación sino que al operarla no se sale de ella, toma sentido para Lacan desde Freud: "[Freud] muestra que la esencia del Yo sé que pienso no es otra cosa que la acentuación excesiva del Yo sé para olvidar el Yo no sé, que es su origen real [...], dice el 23/4/1969. ¿No sienten que hay allí uno de los correlatos esenciales de lo que en nuestra época se clama como fin de la filosofía? [...] A ese supuesto fin, se puede hacer una objeción de estructura, o sea, que filosofía o mejor aún, metafísica, nunca hizo más que eso, considerarse como llegada a su término. No hay que creerse que sacar a relucir a Kierkegaard, Marx o Nietzsche, como se dice, basta para agotar los límites de esa epuración?. Lacan aplica a la antimetafísica la lógica moebiana, o sea, el que creía desconstruir la metafísica la sigue construyendo sin saberlo y al revés, el que la construía había empezado a desconstruirla. El que creyó que al matar a Dios "todo está permitido" se equivoca, la muerte de Dios consolida la ley.
Lacan no opone un sistema filosófico a otro como si alguno de ellos detentara la verdad. Por esa razón, no arranca de cuajo la metafísica: "¿Qué pasa -pregunta- con las relaciones de nuestro esfuerzo con la metafísica? ¿Con un cuestionamiento de la metafísica que se cuidaría de no perder el beneficio de su experiencia?" Es obvio que sustraer un significante al Otro haciéndolo inconsistente implica negar el Ser en sentido metafísico. Pero negar no es suprimir. La pregunta por la causa, o la referencia a un Sumo Bien o, en la duda cartesiana de si nuestra existencia es o no un sueño, la necesidad de un principio garantizador de realidad ¿no forman parte acaso del corpus del neurótico? Una persona que inicia un análisis, aunque no lo formule en términos filosóficos, ¿no está buscando algo como la verdad? Se trata, por supuesto, de que su pregunta elabore una respuesta que rectifique el nivel imaginario de aquélla. Pero la respuesta nunca eliminará del todo lo imposible de contestar en la pregunta. En este sentido, nada habrá marcado tanto a Lacan como la paradoja especulativa creada por Heidegger de un Grund "suelo o fundamento", presentado como una forma del Abgrund (abismo, falta de suelo). Las respuestas antimetafísicas a las cuestiones metafísicas conservan una preocupación de tipo metafísico (que no es sinónimo de religioso, aunque a veces lo roce). Se lo olvida en general pero en la suspensión de esa contradicción reside, entre otros, el sentido del recurso al matema.
*Psicoanalista. Es autora de Sartre/Lacan, Le verbe être, entre concept et fantasme, Paris, L'Harmattan, 2003 (en castellano en Catálogos, Buenos Aires, 2006), Escribir el masoquismo, Buenos Aires, Paidós, 2008 y artículos en revistas latinoamericanas y europeas. email: [email protected]
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