rosario

Jueves, 20 de julio de 2006

PSICOLOGíA › SOBRE LA ELABORACIÓN PSÍQUICA EN LAS SEPARACIONES

En el momento de decir adiós

Por qué las separaciones de pareja motivan la vuelta de los cónyuges a sus respectivas familias. Qué pasa con los hijos de ahí en adelante. Y luego, el camino de las segundas nupcias

 Por Domingo Caratozzolo*

Cuando se produce una separación, el desamparo vivenciado promueve a menudo la vuelta de cada uno de los cónyuges a sus respectivas familias de origen. Es una vuelta real o simbólica, tratando de mitigar la pérdida del compañero y de los parientes políticos. Ante la angustia de la separación se busca un refugio en la familia de origen que se siente más segura. Las relaciones consanguíneas son valoradas como aquéllas que no se pierden.

Primero se produce el retorno a los vínculos endogámicos y seguidamente el separado se refugia en los hijos, que para él representan no sólo lo estable, sino también un proyecto que sobrevive a la pareja que se quiebra. Los hijos pueden servir así, de sostén narcisista e identificatorio.

Otros vínculos del mundo exterior (los amigos, el trabajo y otros intereses) pueden también funcionar como apoyatura narcisista estable. La tendencia a agruparse entre pares funciona a modo de objeto intermediario, espacio transicional necesario para poder rearmar la subjetividad jaqueada. Las personas, en el momento de la crisis por la pérdida de lo vincular, pierden su espacio, y al buscar espacios nuevos, dan cuenta del proceso elaborativo de los sentimientos de identidad y de pertenencia que están amenazados en esas circunstancias.

El acuerdo inconciente constitutivo de la pareja será uno de los últimos en desarticularse, y tenderá a desplegarse en otros vínculos primarios cotidianos investidos de componentes endogámicos. Esta potencialidad vincular repetitiva que busca otro para poder realizarse puede ser desplazada a una nueva pareja o a otros vínculos estables (hijos, padres). ¿Por qué a las parejas les resulta tan dolorosa la separación, aún en situaciones conyugales generadoras de intenso malestar? Se debe a la emergencia de un tipo de angustia catastrófica que se produce no sólo por la ruptura de la pareja, sino también por la aparición de lo denegado en la constitución del contrato matrimonial. Puede vivirse como menos desorganizador mantener un vínculo empobrecedor y generador de sufrimiento, que romperlo y permitir que irrumpa aquello que quedó afuera y que contribuyó a contener los aspectos más primitivos e indiferenciados de cada sujeto. Por ello resulta a veces muy difícil separarse, pues se teme más perder la estabilidad protectora del vínculo que el objeto del mismo.

En el momento de la separación y ante la vivencia de desamparo, los cónyuges se sienten despojados de una parte importante de si mismos, y el encuadre matrimonial queda investido como dador ilusorio de reaseguro. Este proceso de despojo puede llevar al empobrecimiento del yo y a la idealización del vínculo perdido. De forma paralela son investidos como salvadores, la familia de origen, los hijos, y los grupos de pares tomados como objetos transicionales. Los cónyuges se refugian en los vínculos originarios ilusoriamente perdurables y resistentes a todo daño posible.

El separarse del vínculo con el cuerpo del otro puede vivirse como fragmentación yoica. Es así frecuente observar que, aún después de separados los miembros de una pareja no pueden cortar las relaciones sexuales entre ellos. Éstas cumplen con la finalidad de sostener la identidad que el otro confirmaba cotidianamente y que se suele creer perdida junto con la pareja. Es por ello que, ante tal amenaza se recurre a estas relaciones sexuales sostenedoras y amparadoras de las angustias más primitivas que resurgen en el momento de la ruptura. Estos encuentros pueden ser furtivos, con la vivencia de estar trasgrediendo una norma a escondidas de familiares y amigos, pero lo que queda claro es que se necesita del contacto con el cuerpo del otro para rearmar y recomponer el propio cuerpo vivido como fragmentado luego de la separación.

Pensamos que estos acercamientos son, además de reaseguros, una manera de ir despidiéndose y elaborando la ruptura. En esos encuentros se suele pasar por momentos de extrema fusión y de renovada pasión, para ir logrando una individuación que permita efectuar nuevas investiduras.

Si el primer matrimonio tiene características endogámicas, es depositario de hostilidades dirigidas a los objetos originales (padres), deja al segundo matrimonio menos cargado de componentes endogámicos. Es en ese sentido que Freud dice que un segundo matrimonio puede resultar mucho más satisfactorio después de haber agotado la relación edípica en el primero, al quedar desplazados, depositados y condensados en éste los componentes endogámicos de las respectivas familias de origen.

La salida exogámica en un segundo matrimonio puede originar sentimientos de culpa como consecuencia de la "infidelidad" al núcleo originario. A menudo se observan en la clínica los sentimientos de traición a los hijos en la formación de una nueva pareja, dado que sobre éstos se desplazaría la lealtad a las familias de origen.

* www.domingocaratozzolo.com.ar

Compartir: 

Twitter

A veces puede vivirse como menos desorganizador mantener un vínculo que genere sufrimiento. El acuerdo inconciente constitutivo de la pareja será uno de los últimos en desarticularse.
 
ROSARIO12
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.