Jueves, 24 de julio de 2014 | Hoy
PSICOLOGíA › LA ELECCIóN DEL OBSESIVO
Por Lucas Boxaca y Luciano Lutereau*
Suele pensarse que el pensar en demasía es un rasgo propio de la obsesión. Así es que se utiliza el término "obsesivo" en el lenguaje ordinario, y se considera al neurótico como alguien enfrascado en sus pensamientos. Sin embargo, este aspecto es descriptivo y no atiende a lo crucial: la duda obsesiva no está vinculada con una actitud enrevesada, sino con el afán de disolver el carácter de acto que tiene el pensamiento.
En sentido estricto, entonces, el obsesivo no piensa, ya que su pensar nunca es conclusivo. Se hace y se deshace. Presenta una posición y la contraria, así se indetermina en la vacilación y la irresolución. Dicho de otro modo, el síntoma obsesivo se determina en función de una alternativa. La duda obsesiva tiene la estructura de la opción. De ahí que sea corriente que este tipo clínico busque siempre un margen por el cual siempre quedaría una "puerta abierta" al tomar una decisión. Así lo decía un analizante, al darse cuenta de cierto giro que usaba al hablar: "Por lo menos..."; es decir, ese "menos" indicaba un resto que quedaría a su favor en el caso de que su elección fuera infructuosa. Si tenía que estudiar durante el fin de semana, se distraía obligatoriamente con una película, de modo que "Si me va mal, por lo menos pude verla".
En resumidas cuentas, puede notarse de qué manera el obsesivo padece la posibilidad de elegir. En qué podría fundamentarse su elección? Era el caso de otro obsesivo que recurría a este método: pensar qué opción le gustaría que no existiera. Sólo podía decidirse por la negativa! Por lo tanto, cómo producir el análisis del obsesivo donde todo apunta a resistir a la determinación?
En principio, es importante advertir que jamás un analista lograría este movimiento subjetivo a partir de sancionar el carácter inexorable de toda elección. El aspecto decisivo radica en apreciar que el obsesivo sólo da curso a su síntoma cuando esa elección ya fue hecha. El síntoma, entonces, apunta a aturdir el acto, a borrar con el codo lo escrito con la mano.
Para dar cuenta de esta cuestión detengámonos en el caso de un muchacho que consultó por sus celos y la inquietud de saber si quería continuar con la relación. Durante las primeras entrevistas desplegó la variedad tortuosa de sus celos, hasta que se le indicó que estos no habían comenzado en cualquier momento, dado que en los inicios de la relación él había estado viéndose con otra mujer en forma simultánea. Esta mujer, durante algunos meses, fue el motivo de diversos encuentros sexuales y ocasionales, hasta que en cierta circunstancia, decidió interrumpir ese affaire para "elegir" a quien pasó a ser su pareja. De este modo, los celos no comenzaron de forma espontánea, sino como resultado de una elección.
El síntoma no es algo que "tenga" o que meramente se "padezca", sino que es un acto o, mejor dicho, la indeterminación del acto. De ahí que Freud lo definiría magistralmente (en sus Conferencias de introducción al psicoanálisis) como "actos inútiles", actos irresueltos, neurotizados, pero actos al fin.
Es una posición neurótica la de indeterminarse en elecciones, tanto como (entre analistas) es una teoría neurótica la de creer que el acto vendría al final de un análisis; en ambos casos, síntomas de la obsesión.
*Psicoanalistas, docentes e investigadores UBA. Autores de Introducción a la clínica psicoanalítica (2013) y Celos y envidia. Dos pasiones del ser hablante (2014).
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