Jueves, 9 de abril de 2015 | Hoy
PSICOLOGíA › A PROPóSITO DE RILKE Y LA BELLEZA FEMENINA
Por Sergio Zabalza*
Habida cuenta la espeluznante cifra de femicidios que padece nuestro país, no deja de resultar sorprendente los casos en que chicas adolescentes le cortan la cara o golpean a una compañera porque es linda. Se trata de mujeres que atacan, lastiman y dañan a otras mujeres. La violencia física entre las chicas ya es un dato habitual de nuestra época. ¿Es que hay algo de lo femenino que resulta intolerable, ya no sólo para el macho, sino para ellas también?
El poeta Reiner María Rilke decía que la belleza es "ese último grado antes de lo terrible". Si aceptamos que la belleza es uno de los emblemas que, por excelencia, distinguen al campo femenino. ¿Qué ocultan ellas, entonces, tras ese encanto que arranca suspiros, provoca envidias, despierta pasiones y hace perder la cabeza a más de uno, (o más de una)?
Alguien podría argumentar que, en nuestros días, donde la estética alcanza un valor casi sagrado, la belleza supone aceptación, admiración, sumisión: poder, para decirlo de una vez. De hecho, al describir el rasgo característico de algunas mujeres, Freud habló de la "bella indiferencia": ese pasar lánguido y ausente que a muchos varones nos deja sin aliento, como extasiados ante la contemplación de un Absoluto. No en vano caemos rendidos para decir: "¡Qué divina!".
Desde esta perspectiva, un tanto obvia, las agresiones entre mujeres podrían explicarse como el resultado de una rebelión frente a ese poder que porta quien tuvo la suerte de ser bella. Pero el poeta nos dice algo bien distinto: sostiene que la belleza es un velo, algo que tapa una realidad insoportable. En un simposio psicoanalítico, celebrado en los Estados Unidos, titulado "Lo que Lacan sabía de las mujeres", hubo un virtual consenso en cuanto a que, más allá de los géneros biológicos, el campo de lo propiamente femenino alberga en nuestra más recóndita y frágil intimidad una suerte de exceso, tanto para hombres como para mujeres.
Eso "terrible" que menta Rilke pondría de relieve, ante nuestra frágil y efímera condición existencial, un estímulo imposible de prever o domesticar. Como para preguntarse cuánto nos cuesta tolerar la gratuidad de una flor en esta época donde casi nada se hace sin un cálculo o un interés previo.
*Psicoanalista. Hospital Alvarez.
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