Lunes, 18 de febrero de 2008 | Hoy
OPINIóN › SIETE DIAS EN LA CIUDAD
Las internas suspendidas por meses, una conducción prorrogada eternamente que en secreto sigue jurando lealtad a Reutemann, y un rol de oposición que aún no encuentra; configuran un escenario demasiado complicado para un peronismo santafesino que no termina por aceptar que debe cambiar si quiere volver a ser lo que fue.
Por Leo Ricciardino
El peronismo en la provincia de Santa Fe no sólo ha perdido. Sino que está perdido. Aún en las negras profundidades de la derrota no termina por decidirse a orientar el partido hacia el proyecto nacional que lidera el ex presidente Néstor Kirchner, por más que públicamente se diga otra cosa y se juren lealtades de cartón. No hay caso, hay un núcleo sólido que no se decide a ir hacia la forma más "progresista" que la fuerza haya adoptado desde la recuperación de la democracia. Porque acá hay una sola lealtad, oculta a veces, exacerbada otras, y es hacia ese hombre parco que logró convencer a muchos de que silencio e inteligencia eran una y la misma cosa. Que el arte de la fuga y el misterio eran dotes propias de una conducción política. Ese que nunca termina por retirarse para seguir haciendo ¡buh! por los rincones.
Como el Voldemort de Harry Potter, la mención de su solo sobrenombre Lole transforma a históricos y fogueados dirigentes en apenas sombras huidizas que prefieren esconderse detrás de lo primero que encuentren.
Por eso el lamentable espectáculo del Congreso Partidario del sábado en la tórrida tarde santafesina no hizo más que ratificar estas morisquetas que se repiten desde hace años. Por eso Baltuzzi es todavía una autoridad partidaria para nombrar a uno, porque la mayoría aún no comprende que una cosa es no tener un partido orgánico cuando se está en el gobierno y otra muy distinta es no tenerlo cuando se está en la oposición.
"¿Sabés qué pasa?", dijo un dirigente en tono de confesión. "Acá la mayoría sigue siendo menemista". Aunque parezca un reduccionismo o una categoría en desuso, quizás exagerada; lo que sucede en realidad es que nadie se fue a ningún lado. En el peronismo santafesino nadie pasa a retiro y los jóvenes dirigentes deben esperar en la fila hasta que los espacios se abran por obra y gracia de la naturaleza. "Encima la mayoría son longevos", como agregó otro con negrísimo humor.
Por eso una acción contra Reutemann (el pedido del diputado Gerardo Rico para que respondiera por las muertes del diciembre trágico) quebró el bloque, mientras que la infeliz comparación de la vicegobernadora Tessio de Perón con el fascismo europeo sólo motivó un pedido de disculpas.
Y lo peor es que Kirchner sabe todo esto desde hace tiempo, desde que llegó a la presidencia en 2003 y por eso les hizo juntar orina aquel helado 20 de junio mientras se sacaba fotos con Hermes Binner en la carpa montada detrás del palco. Por eso jugó tan tibiamente en las elecciones santafesinas, porque sabía que lidiaba aquí con un hato de tibios que seguían mirando para atrás. Por eso jamás criticó a Binner en público. Pero desde aquí creen que en Buenos Aires no se notan esos miedos, creen que pueden engañar a quien sabe perfectamente que el poder engendra temores.
Por eso será difícil hacer creer que la postergación de las internas partidarias en Santa Fe del 16 de marzo al 13 de julio, significan "respetar los tiempos que se pidieron desde la Nación para la reestructuración de la nueva fuerza"; y no que en realidad quiere decir que aquí no habrá internas y que quizás, Baltuzzi siga siendo autoridad partidaria por un tiempo más.
¿Para qué podría necesitarlos Kirchner? Por eso ahora, que después de la tarea de duro esmerilado repatrió los restos políticos de Lavagna, quizás haga lo mismo con Carlos Reutemann. Es con quién hay que seguir hablando en Santa Fe, ¿o no? Al menos eso parece.
Por lo pronto hay una nueva dirigencia peronista en la provincia que ya se va poniendo vieja y otros que encima ni siquiera hacen el esfuerzo de disimular ante la sociedad y dicen públicamente respecto del rol de oposición que desde diciembre les cabe: "Y bué, será cuestión de ir poniendo piedras en el camino". Francamente, a veces es muy difícil discernir qué es lo que lleva ciertos hombres a insistir en esta actividad.
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