Lunes, 19 de diciembre de 2005 | Hoy
OPINIóN › 7 DÍAS EN LA CIUDAD
Con el fuerte aumento de la tasa municipal, Lifschitz le dio a la oposición justicialista una excusa para salir a la calle y lograr, en primera instancia, la reacción del intendente y varios de sus lugartenientes. El ajuste fiscal del oficialismo sobre el bolsillo de los rosarinos está basado en la necesidad de sincerar cuestiones que se patearon para adelante antes de las elecciones, como los aumentos de salarios a los empleados.
Por Leo Ricciardino
El peronismo provincial y rosarino cree haber hallado la endija, la llave maestra que los lleve al otro lado: Al lado oscuro del socialismo. Y esa puerta al más allá la avizoraron en el aumento de tasa municipal que dispuso el intendente Miguel Lifschtiz. Sabe -la oposición- que el jefe comunal obtuvo un amplio respaldo a su gestión en las urnas, pero también saben que la decisión tomada en torno al aumento de la recaudación en la ciudad, es un tema demasiado sensible para la gente, incluso para los que acuerdan con las políticas municipales, que son la mayoría.
Por eso Miatello y Gandolla tomaron el riesgo de juntar firmas contra la medida. No importa en realidad la cantidad que hayan juntado ni cuánto empeño hayan puesto en esa campaña callejera, lo importante era el gesto y el que la administración local acusara el golpe. Y así fue. Lifschitz tuvo que salir a "chicanear" la jugada. Y lo hizo de una manera inteligente y certera más allá -también- de los resultados. "Ya que van a juntar firmas, por qué no lo hacen también para preguntarle a la gente si quiere que el servicio de agua y cloacas vuelva a ser privado". Un tiro por elevación para Jorge Obeid.
El mismo gobernador salió a hablar sobre el tema al señalar que los municipios "están recaudando como nunca" y que Rosario "es la única ciudad que salió a pedir un aumento de tasa y coparticipación. Hay mucho dinero dando vueltas, pero si no se lo sabe administrar, no alcanza".
El socialismo tomó la impopular decisión por una necesidad real. Necesita ampliar sus recursos (ya el año pasado tuvo que pedir una autorización para aumentar en 36 millones de pesos el gasto para cubrir los aumentos salariales), porque sabe que ha ampliado su base de prestaciones y que se viene otro reclamo de los trabajadores que no podrán seguir eludiendo fuera de las paritarias. La tregua que la conducción del gremio niega -previa a las elecciones de octubre- no sólo existió sino que ha llegado a su fin y es hora de arreglar cuentas.
En síntesis, la administración socialista tiene necesidades reales y el peronismo y el gobierno provincial las conocen y harán lo imposible para que las mismas queden expuestas con claridad para la opinión pública. Pero de ahí a tratar de que la situación se enmarque en un escenario de "mala administración" hay un abismo que excede el largo del puente a Victoria. La catarata de votos del 23 de octubre no va a secarse de un día para el otro, en todo caso ha llegado el momento de inflar un par de balsas para sortear el oleaje del verano.
Por otro lado, los rápidos reflejos de los concejales peronistas que instalaron puestos para levantar firmas contra el aumento de la tasa, tiene además otro significado: Si la abrumadora mayoría socialista intenta silenciarnos en el recinto del Palacio Vasallo, saldremos a las calles, debe leerse el mensaje.
A pesar de la accidentada cosecha electoral, el PJ local siente que por primera vez en muchos años tiene con qué dar pelea. Un tanto desdibujado Osvaldo Miatello por los guarismos de la general de octubre, aún quedan en el horizonte María Eugenia Bielsa y el ascendente Agustín Rossi. Por ahora, con esos dos nombres al peronismo le alcanza como para volver a soñar con un destino distinto en Rosario, por lo menos hasta la hora de la realidad; recién dentro de dos años cuando se conozcan las candidaturas.
Pero como dijo el hiperprudente Carlos Reutemann en la edición del domingo de Rosario/12, "primero está el 2006". Y a eso, nadie lo puede negar.
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