Lunes, 29 de diciembre de 2008 | Hoy
OPINIóN › SIETE DIAS EN LA CIUDAD
El 2008 fue decididamente regular para Rosario. La percepción de la falta de obras importantes o acciones significativas atraviesa el humor social. Es que había partido de objetivos ilusorios: la ciudad no se cambió en un año, y la gestión provincial no se tradujo en transformaciones concretas. El próximo año, electoral, permitirá recuperar el equilibrio.
Por Leo Ricciardino
Hay años buenos, regulares y malos. El que termina es, para la Municipalidad de Rosario, decididamente regular. Y si bien es una cuestión sumamente subjetiva, se puede decir que no habría demasiadas discusiones en torno a esa calificación. Porque la percepción es precisamente que no se termina un año de tragedia social como el 2001, pero tampoco uno de anuncios positivos ni de obras importantes o eventos significativos como fue -por ejemplo- el 2004 para la ciudad de Rosario.
El intendente Lifschitz no tiene la misma potencia de gestión que cuando comenzó su mandato, pero esto no es una crítica, es casi inevitable. Es parte de un proceso donde es sumamente difícil renovarse y donde hay que subir permanentemente la apuesta para sorprender, entusiasmar y cosechar políticamente el buen humor del vecino.
Se menciona al principio el año 2004. Y no es casualidad. Promediaba la primera gestión de Lifschitz, había una economía que crecía a niveles increíbles después de la estrepitosa caída de 2001. El empleo gozaba de una recuperación asombrosa que comenzaba a tomar un impulso que parecía indetenible y el propio intendente gobernaba con un respaldo impresionante de cuadros y funcionarios atentos y entusiastas. También con un partido concentrado en lanzar desde esta ciudad la proclama de buena administración, de la capacidad transformadora que lo pondría en condiciones de disputar la tan ansiada gobernación.
Y tanto fue así que el objetivo principal se consiguió: Binner es el primer gobernador no peronista desde la recuperación de la democracia hace 25 años. Pero lo que debería ser un instante de felicidad suprema, se transformó muy rápido en una dura realidad sin tiempos ni demasiados motivos para festejos. ¿Por qué es así? No es difícil de explicar en verdad, pero tiene uno o dos misterios que sí necesitan ser develados.
En primer lugar, la capacidad transformadora que hizo célebre al socialismo en Rosario fue el resultado de un largo proceso que comenzó allá por 1989 y que nunca se interrumpió en todos estos años, fuera quien fuera el intendente, por supuesto, siempre del socialismo. Ese, entonces, era el primer logro: la sustentabilidad política que el PS conseguía en escala Rosario. Pensar que este mismo esquema se trasladaba de un día para el otro a todo el territorio provincial por el solo hecho de tratarse del mismo partido, era imposible. Pero todos lo creían, por eso la decepción.
Y esa es la principal diferencia entre el entorno de Binner y el de Lifschitz. Y si se quiere, entre ambos también: El gobernador puede estar momentáneamente decepcionado con los resultados, pero el intendente de Rosario está enojado con la variables de este 2008 que muy lejos estuvieron de su manejo, pero cuyos costos deberá pagar. En la provincia se creía que los resultados que se dieron en Rosario se verían en pocas semanas; y en Rosario se creyó que con un gobierno del mismo signo la transformación sería aún más evidente. Ni una cosa, ni la otra. En los dos casos, las expectativas a cumplir eran irreales, fuera de la política se diría.
Todo este proceso se llevó el año. Agregando otros ingredientes. Así como el gobierno provincial parecía tener todo de su lado tras el arrollador triunfo en las elecciones y el profundo significado del cambio político; el peronismo derrotado y humillado partía desde muy abajo. Por eso, con un par de viejos artificios políticos que desempolvó en la Legislatura, le alcanza para terminar un año expectante de cara al próximo que será electoral. O mejor, como le dijo a este periodista un experimentado dirigente del PJ: "Nadie daba dos pesos por nosotros, así que con muy poco recogimos una ganancia impensada". El que viene será un año para medir fuerzas, bajar expectativas y alcanzar el equilibrio. Eso se busca, ¿no?.
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