Lunes, 16 de marzo de 2009 | Hoy
Por Graduados en Educación*
Hace una semana los estudiantes celebraron su último primer día de secundaria. Es una trivialidad decir que es lindo festejar, cada uno recordará las ocasiones en que mejor lo vive. La noche del domingo y de la madrugada del lunes pasado, algunos grupos de alumnos del último año, nos participaron de una invitación a la alegría. Comprometemos a los adultos a no repetir frases comunes al referirse a esta celebración y, en cambio, pensarla con la idea de despejar parte de lo que se está diciendo.
Estos estudiantes explican sus razones, pocas, pero contundentes. Está pasando algo grande, llegaron a su último primer día de secundaria. Algunos sabemos de eso, pudimos con eso, como también sabemos que muchos quedaron en el camino. Ansiaron; quisieron y sin embargo se perdieron de la posibilidad de formar parte de la fiesta que es estar en la escuela y acreditarla. Entonces este hecho, de por sí, nos salva como ciudadanos de seguir acumulando deudas.
Sin embargo, no siempre puede ser pensado así. El martes salió televisado el disturbio que esos chicos produjeron en la calle. Decían los vecinos: "no se pudo dormir"; "molestaron toda la noche y ahora, dormido, me voy a trabajar". Todo planteo hecho en la confrontación de dos términos es escaso; no trata el conflicto; antagoniza posiciones y violenta a ambas.
Porque entonces ¿Qué queremos? ¿Esas noches acalladas que hablan de los desvelos del cartón? ¿De la amistad poderosa que algunos chicos tienen con "el paco"? ¿De la necesidad de salir con gorras y canguritos; flacos; rápidos; asustados y librados a una seccional? Seguro que si lo pensamos no es eso lo que deseamos, sólo necesitamos un rato para poner orden, aclararnos y recapacitar dónde se manifiesta lo que queremos y qué nos molesta más, si esa fiesta o las complejidades de la vida de esos otros jóvenes.
¿Pero es que acaso nosotros no molestamos cuando estábamos en la escuela? ¿Acaso no hicimos "lo que no se debía hacer" en más de una ocasión? Ni hablar de los que transitaron la secundaria a paso militarizado. ¿Será que algo de eso se nos apegó y por una noche mal dormida sentenciamos a la juventud?
¿Es molesto? Un poco sí y se encuentran rápidamente argumentos para enojarse. Por eso la invitación es a la reflexión.
Asistimos a los tiempos en que los límites se diluyen; la autoridad se discute; los códigos se pierden y las tradiciones se postergan, con todo eso, algunos chicos celebran la escuela, cantan ruidosos; avisan que siguen adelante; nos incluyen en su felicidad con tanta risa como motivos. El virage sería, pensar la celebración como aquello que nos incluye con modalidades diversas, a veces ruidosas y molestas, para algunos, porque celebrar es un acto, que tiene formas disímiles y que responde a épocas disímiles también. Ellos quisieron hacernos parte de esta celebración; quisieron darnos esta buena nueva. Nosotros, ¿estamos a la altura de poder escucharlos?
*Comisión Directiva de la Asociación de Graduados en Ciencias de la Educación (A.G.C.E.R.)
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