Lunes, 22 de noviembre de 2010 | Hoy
OPINIóN › SIETE DIAS EN LA CIUDAD
Después de absorber el golpe de dejar de ser el "candidato natural" del socialismo, el intendente Lifschitz retomó un camino más mesurado para seguir en carrera hacia la gobernación. Los gestos hacia Binner y la reivindicación de las acciones de gobierno.
Por Leo Ricciardino
El intendente Miguel Lifschitz prepara su sprint final en la carrera hacia la Casa Gris. Ha decidido retomar el camino de su candidatura con algo más de mesura y con el conocimiento pleno de que hace mucho dejó de ser el "candidato natural" del socialismo. De la manera más dolorosa se lo hizo saber el gobernador Binner cuando lo mandó a estudiar los temas de la provincia junto al radical Mario Barletta; y también después cuando dijo que el sucesor debía salir de su gabinete y no del Palacio de los Leones en la ciudad de Rosario. Se lo marcó con un fibrón indeleble el senador Rubén Giustiniani que exhibió encuestas favorables en los últimos meses y se mostró dispuesto a dar la pelea en el territorio que representa a nivel nacional. Mientras tanto, el ministro Antonio Bonfatti ganaba terreno de la mano de las preferencias del gobernador.
Después de todos estos mensajes internos no tan cifrados, era natural que el intendente rosarino viera amenazadas sus chances. Ahora, más tranquilo -y mucho más cerca del gobernador empezó a dar un paso detrás del otro: Primero, reconocer la gestión provincial y hablar de la continuidad del proyecto. Después, reivindicar la propia administración y conceder que hay otros jefes políticos en el PS que mantienen sus jerarquías.
El cambio de estrategia política personal vino acompañado y casi coincidió con la recuperación del erario público local, en una tendencia que no se detuvo desde fines del primer trimestre de 2010. Para mediados de este año, Lifschitz miraba los números junto a su secretario de Hacienda Gustavo Asegurado y veía que el Derecho de Registro e Inspección (Drei) que mide la actividad económica, era el 51% superior al mismo período del 2009. También, la recuperación de la recaudación propia crecía a niveles no vistos en los últimos años y la masa que venía de la coparticipación provincial -principalmente el aumento de porcentaje a repartir en patente automotor , en pocos meses alcanzaba para paliar un déficit coyuntural que hasta un tiempo atrás se veía amenazante. Las cosas habían cambiado sustancialmente para los tres niveles del Ejecutivo y eso empezó a sumar chances para todos los que están en funciones de gobierno.
Lifschitz ha empezado a reivindicar su propia gestión al marcar la recuperación en distintas áreas. Por un lado porque lo necesita para seguir en carrera, pero por otro porque admitió que su segundo mandato pasó momentos complicados en cuanto a la actividad administrativa. Casi todo el 2008 y gran parte de 2009 fueron difíciles a la hora de planificar y también de ejecutar proyectos. Fue en esos momentos donde además sufrió una sangría de funcionarios que emigraron a la provincia y Lifschitz se veía en la obligación de empezar a probar nuevos cuadros en la primera línea de la gestión local. Las cosas tardaban en acomodarse y las buenas noticias no llegaban nunca. Pero si hay algo que destacan los que son más cercanos a Lifschitz (no es precisamente un hombre que muestre mucho sus emociones) es su optimismo casi permanente ante la adversidad. Realmente, es muy difícil encontrarlo contrariado en una fotografía o en una imagen de TV. Es cualidad de ingenieros, sostienen otros.
Así como construyó el triunfo de 2007, con una cifra récord de votos para la ciudad de Rosario, también debió observar cómo al poco tiempo comenzaba la erosión de su imagen: Los años al frente del Ejecutivo local empezaban a pesar a quien había sido conciente desde un principio que el segundo mandato sería mucho más pesado. "Si en los primeros cuatro años las cosas fueron más o menos bien, en los cuatro segundos tenés que esforzarte el doble para hacer la mitad", les decía siempre a sus colaboradores.
La recuperación económica mencionada posibilitó el lanzamiento de obras y proyectos que habían estado en las carpetas pero que no era posible verlos plasmados en la práctica. En ese entonces, la oposición en el Concejo comentaba el deterioro de la imagen de la administración, pero no dejaba de observar lo difícil que sería capitalizar al menos algo de ese descontento.
Con todo, el momento más difícil lo vivió el intendente y sus secretarios cuando hizo eclosión el escándalo de los robos de autos y motos en el corralón municipal; hace unos pocos días atrás. Los primeros momentos fueron de negación, lo que aumentó el costo político. Después vino el reconocimiento de los hechos, la salida del funcionario responsable del área y las modificaciones al sistema de remisión de vehículos al corralón. En el medio, el oficialismo impidió la formación de una comisión investigadora que -temía pudiera convertirse en un jurado político y ético sobre toda su gestión.
Todavía falta para las elecciones del año próximo, pero después de todos los escollos atravesados, no hay duda de que el intendente tiene un plan trazado y se dispone a seguirlo.
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