Lunes, 21 de noviembre de 2011 | Hoy
OPINIóN › SIETE DíAS EN LA CIUDAD
La intendenta electa de Rosario dilata el anuncio de los nombres de sus colaboradores y hace crecer las especulaciones. El socialismo puso paños fríos a su interna con los radicales y hasta con el sector de Giustiniani. El peronismo ocupa ahora el centro de la escena de la disputa política provincial.
Por Leo Ricciardino
A esta altura ya resulta un tanto inexplicable la demora de la intendenta electa Mónica Fein en anunciar el gabinete que la acompañará a partir del 10 de diciembre. No es que haya toda una ciudad paralizada por el tema, pero una vez lanzados los nombres de los ministros provinciales extender más las incógnitas locales no suma absolutamente nada. Y si ese tiempo es necesario para seguir sumando acuerdos con aliados del Frente Progresista, es que las cosas no estaban entonces tan tranquilas por Rosario. A nivel provincial, donde se vaticinaban tormentas de fuerte intensidad entre los socios del FP, todo se solucionó en una tarde incorporando a tres ministros radicales y sólo resta acomodar segundas y terceras líneas para las fuerzas de menor representación. Es más, hasta el sector interno del socialismo que conduce el senador Rubén Giustiniani se mostró "con toda la disposición a colaborar", como dijo un dirigente del nucleamiento a este cronista a pesar de la escasísima representación que obtuvieron en el elenco de gobierno de Antonio Bonfatti.
Se sabe que una de las cosas que la intendenta Fein quiere asegurarse es la continuidad de Miguel Zamarini al frente del Concejo Municipal después de que el concejal rechazara su ofrecimiento para ser coordinador del gabinete en reemplazo de José Garibay que se muda a la Casa Gris para otras tareas gubernamentales. Zamarini es, precisamente, uno de los nombres preponderantes en Rosario del sector que orienta Giustiniani y ha demostrado capacidad de sobra para el diálogo y el consenso. No sólo con los opositores en el Palacio Vasallo sino también dentro de la interna de su propio partido al que le brindó un gesto de estatura política al bajar su candidatura a intendente para fortalecer la postulación de la propia Mónica Fein. Por su parte, la intendenta electa fue en ese momento el mejor nombre para intentar cerrar las heridas abiertas entre el binnerismo y Giustiniani, sin arriesgar la intendencia con un candidato de peso como el radical Jorge Boasso, que no paraba de trepar en las encuestas. Detrás, el gran artífice de esta salida fue el intendente Miguel Lifschitz, que tuvo el temple y la inteligencia como para absorber el golpe de no ser él el candidato a gobernador y a la vez resguardar el municipio para el socialismo y preservarse para el futuro. Sabe que lo tiene.
Precisamente ayer, el propio Lifschitz admitió que tiene intenciones de postularse como candidato a diputado nacional en 2013. Aún no asumió como senador provincial por Rosario pero por las dudas empieza a avisar que, en caso de que Hermes Binner quiera encabezar esa lista dentro de dos años, tendrán que explicarle nuevamente qué lugar le reserva el partido a él que ha ganado con comodidad todas las compulsas electorales de los últimos años. El intendente aprovechó también para destacar qué clase de ciudad le deja a su sucesora: "Una administración ordenada, con cuentas equilibradas y proyectos en todas las áreas", dijo y desafió a que si se pregunta cómo estará la Argentina dentro de diez años "difícilmente puedan tenerse certezas. Pero en el caso de Rosario, sí se puede expresar claramente qué es lo que pasará, porque está escrito, porque muchos de esos proyectos futuros ya están en marcha", dijo Lifschitz haciendo hincapié en la prioridad que le dio su gestión al planeamiento estratégico y al diseño de políticas de largo plazo.
De mujer a mujer
La intendenta electa fue tajante cuando se la consultó acerca de la posición de la concejala María Eugenia Bielsa, que entiende que la presidencia del Concejo a partir del 10 de diciembre debe ser para un concejal del peronismo. "No hay ningún argumento para eso, la fuerza más votada fue el Frente Progresista, será mayoría, le corresponde la presidencia y en ella seguirá Zamarini", dijo de manera contundente. Después de lo que ha pasado en las últimas horas, estas declaraciones adquieren otra relevancia. Bielsa no sólo no podría dejar a un peronista como titular del Palacio Vasallo después del 10 de diciembre sino que su propio futuro como presidenta de la Cámara de Diputados de Santa Fe, se ve ahora amenazada.
Tal como lo reveló ayer Rosario/12, el diputado Luis Daniel Rubeo asegura tener el respaldo de 16 diputados para impulsar su propia candidatura a presidir la Cámara y desplazar así a Bielsa. La arquitecta disparó diciendo que "votar por Rubeo será votar por el socialismo" en referencia a que el PS no intervendrá en la interna peronista y votará por su propio candidato, es decir Eduardo Di Pollina. La pelea recién comienza y sorprendió porque todos estaban esperando una lucha fraticida entre los socios mayoritarios del Frente Progresista. Pero las bombas terminaron estallando por el lado del kirchnerismo -en su concepción más amplia, amplísima para el caso de Santa Fe- donde a Bielsa no le reconocen la inmensa cosecha electoral que logró el pasado 24 de julio. A los peronistas no les gusta la independencia orgánica que demuestra la arquitecta permanentemente y los socialistas quieren "pararla" porque la ven como a una amenaza para el futuro. Bielsa no es políticamente conveniente para nadie, pero sí parece serlo para la gente que le otorgó más de 500 mil votos. Por eso mismo, la jugada es arriesgada y sin bien puede resultar para los que la pergeñaron, nada les garantiza cómo pueden suceder las cosas en un futuro cercano.
Y esta es sólo una parte de la interna peronista que, como era obvio después del 54 por ciento de los votos de Cristina, comienza a verse dentro del propio kirchnerismo como se presume puede ocurrir también a nivel nacional. Pero en Santa Fe la renovación política, se sabe, no significa demasiado. "Yo por las dudas no me anticipo a jubilar a nadie", repite Agustín Rossi y parece no equivocarse. De hecho, el ex gobernador Jorge Obeid aterrizó esta semana en Rosario como parte de una gira provincial que ha comenzado "de cara al 2015", según el mismo dijo. Como siempre, todos se preguntan si esta movida está hablada con Carlos Reutemann o si es una decisión propia para mostrar que no está muerto quien pelea a pesar de las adversidades. Reutemann y Obeid parecen Los Chalchaleros a la hora de las despedidas y ni los vientos adversos que soplaron a nivel nacional parecen afectarlos. Aunque es claro que no concitan el interés de antes y que la conducción de Cristina no lo incluye en los planes ni siquiera como enemigos internos.
En el centro de la escena está el intendente de Rafaela Omar Perotti que tendrá que moverse con del cuidado de un equilibrista si quiere hacer pie para dentro de cuatro años en la provincia, como él mismo se lo dijo a la presidenta que lo convocó a encabezar la lista de diputados nacionales. Sea cual fuere el futuro inmediato de Perotti, en el Congreso o en el ministerio de Agricultura como dicen muchos, es claro que es hoy por hoy el peronista de Santa Fe que más cerca se encuentra del centro que irradia el poder. Pero si algo le sobra a Perotti es astucia y prudencia, y por eso mismo conoce que no alcanza sólo con eso. Sabe que deberá contar con los respaldos provinciales y tejer muy cuidadosamente sus alianzas. A él tampoco le conviene el crecimiento de María Eugenia Bielsa con la que hoy comparte las mieles y el protagonismo de los últimos comicios. Pero lo pensará muy bien antes de ordenar una jugada que lo deje demasiado expuesto y muy cerca de Rubeo y Rossi. En estos días seguramente jugará un rol que conoce a fondo: el bajo perfil y la distancia prudente del centro de la disputa pública.
Perotti también sabe que el socialismo lo tiene en la mira, tanto como a María Eugenia. Los dos serán lo más peligroso del peronismo a enfrentar en las próximas contiendas electorales y en la batalla de fondo en la que el PJ irá por la máxima hazaña: la de recuperar la provincia que perdió en 2007 después de 24 años de hegemonía provincial. En ese sentido, si bien el de Bonfatti será un gobierno nuevo que enfrentará desafíos renovados como el de no tener mayoría en ninguna de las Cámaras; también es cierto que el mayor esfuerzo y el costo altísimo que significa gestionar una provincia enorme como esta, ya lo ha hecho en gran medida Binner. Lo pagó con sudor y frustración los dos primeros años y recién pudo empezar a disfrutar en los últimos dos, cuando logró estabilizar una administración que atravesó aguas embravecidas. El futuro gobernador no recorrerá un lecho de rosas, pero sí un camino bastante señalizado.
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