Domingo, 30 de abril de 2006 | Hoy
OPINIóN › PANORAMA POLíTICO
Por Pablo Feldman
La semana pasada en esta columna se publicó una aproximación a la interna peronista, que mantiene incógnitas imposibles de develar sin que el paso del tiempo produzca consecuencias. La dinámica de los acontecimientos es -en ese caso- tan importante como el nombre de los protagonistas. En la oposición, en cambio, ese factor no aparece como decisivo, más aún, podría decirse que a medida que transcurran los días se irán consolidando las candidaturas y en todo caso el factor variable lo dará el afianzamiento o no de la conducta partidaria que desde ya un par de elecciones no es simétrica con la estrategia de los candidatos.
Ese problema aparece fundamentalmente en la interna socialista, que debería ordenarse para avanzar luego en alianzas con otros partidos -especialmente la Unión Cívica Radical-.
Yendo por partes, al socialismo tiene tres referentes con distintos perfiles, perspectivas y poder.
Parece difícil poner a los tres de acuerdo, pero si no lo hacen frente a la histórica posibilidad de colocar por primera vez en la Argentina a un socialista al frente de un estado provincial, se merecerán todo lo que les pase en adelante.
Sin dudas, Hermes Binner es la figura más relevante, no sólo porque es "el candidato" sino porque el triunfo de los comicios legislativos del año pasado lo proyectó como referente nacional, cosa que no ha conseguido -ni parece que podrá hacerlo- el senador Rubén Giustiniani desde la misma banca desde la que trascendió Alfredo Palacios. "Pechito" es un discreto legislador, pero un hábil "tejedor" al punto que los costos políticos de sus estrategias terminan pagándolo generalmente terceros.
Hasta en algún momento pareció hacer un gesto de "renunciamiento" para que Miguel Lifschitz fuera el delfín de Binner, sin reparar seguramente que unos meses antes había sacado un penoso 2% como candidato a vicepresidente de la Nación. No obstante, su rol del presidente del partido lo catapultó a la banca de senador nacional en la misma noche en que Hermes Binner se iba a la casa después de haber sido largamente el hombre más votado en la provincia de Santa Fe en esos comicios. Es probable que la recuperación de Binner -ganándole nada menos que al "aluvión K"- le haya hecho modificar a Giustiniani alguno de sus planes y que esta vez la política de alianzas las manejen conjuntamente con el candidato, lo cual reviste una lógica que en la anterior elección no se respetó.
De todos modos, así como en el PJ el paso del tiempo tendrá consecuencias, en el socialismo ya las tuvo. Desde aquella elección a la que viene se produjo un cambio fundamental: La elección de candidatos es por internas abiertas simultáneas y obligatorias. Esto no quiere decir que vaya a haber más de una lista, pero sí que de ahora en adelante el "dueño de los votos" no sucumbirá ante el "dueño del partido". Y esa cuenta la hacen todos, especialmente los del segundo sector, mayoritariamente alineado con Giustiniani.
Pero como hombre de partido, Binner quiere evitar que la "sangre llegue al río" y una manera inteligente de hacerlo es consolidando su poder territorial, cosa que riega persistentemente semana tras semana en recorridas de norte a sur y de este a oeste de la provincia. Eso lo ha llevado a estrechar vínculos con referentes departamentales que no siempre responden a las estructuras partidarias, replicando la situación del propio Binner. Es así que jefes comunales -que tienen votos- no se van a someter a los designios de la conducción de la UCR, para citar un ejemplo del departamento Rosario donde la política transaccional del ex rector de lo que queda de la Universidad de Rosario ha hecho prácticamente desaparecer a un partido centenario.
Muchos se preguntan qué hará Lifschitz, el tercero en discordia. La semana terminó con unas declaraciones del intendente que lo reubican en un terreno de razonabilidad política que había extraviado en su reciente viaje a Chile a upa de la Fundación Libertad.
"No hay nadie que pueda discutirle el espacio a Binner", dijo Lifschitz pero no refiriéndose a él mismo, sino en un claro mensaje al partido.
En el caso del intendente, sus preferencias acerca de no repetir en el Palacio de los Leones, probablemente deban esperar, y no sólo eso; su participación en la campaña deberá ser muy efectiva, ya que incurriría en un grosero error si piensa que su suerte esta separada de la del candidato a gobernador.
El escenario que se avecina es con el kirchnerismo tirando por todo, y ese "todo" incluye especialmente la Intendencia de Rosario que el PJ no gana desde hace más de 30 años.
Está claro que para que Binner sea gobernador, Lifschitz tiene que ser intendente, pero la novedad es que la necesidad sea también inversa, sobre todo si se presta atención a lo que se está armando en el oficialismo. Una vez que el socialismo ajuste sus cuentas, será tiempo de pasar a ver la política de alianzas, que a la luz de anteriores elecciones terminó siendo un fenomenal negocio para los otros y no precisamente para quienes hicieron el gasto. Pero para hablar de eso también habrá tiempo.
Antes, los socialistas deberán definir el perfil de la fuerza, clarificar sus vínculos con el gobierno nacional y dar una clara señal a la sociedad. Es aquí donde aparecen las primeras dificultades: No es lo mismo el margen que tiene Giustiniani desde su banca en el Senado que el que observa el intendente, que debe cuidar el equilibrio frente a la Casa Rosada. Pero llegará el momento en que hasta esa relación se ponga en riesgo y será entonces el punto de inflexión de la campaña. Antes Binner -más que ningún otro dirigente socialista- deberá "marcar la cancha" para no dejarse enredar por la maraña oficial -que incluye posibles procesos judiciales en su contra- o la aparentemente pura conducta partidaria que terminaría condenándolo a ser un eterno "buen perdedor".
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