Resulta siempre más agradable ver las cosas como multicolores, los contrastes y matices muestran la variedad de la existencia en plenitud.

Pero para el pensamiento y acción autoritarios los matices son equivalentes a caos, desorden, subversión.

Blanco y negro, o mejor dicho blanco sobre negro. Suponiendo lo blanco como bueno y lo negro como encarnación del mal. Así desde la conquista, Siglo XV, los dominadores impusieron su bárbara lógica de establecer los parámetros de moralidad y corrección, amparados siempre en sus leyes, garantes de sus privilegios.

La Argentina es un crisol de razas, pero también un país donde el exterminio ha sido práctica habitual, quien dude de este aserto que se informe acerca del etnocidio de los pueblos aborígenes. Hay que recorrer la historia social para reencontrarse con las infames leyes de Residencia 4144 y de Orden Social, especialmente escritas y aplicadas a inmigrantes, acusados de agitación. En una sociedad cuyos niveles de desigualdad y exclusión eran calamitosos.

Por estos días en esta ciudad que se jacta de respetar los derechos humanos y la diversidad, la brutalidad estatal volvió a quedar en evidencia.

Personas de raza negra fueron desalojadas de modo feroz, siendo violados sus derechos, actuando fuerzas conjuntas como en las peores épocas del despotismo.

Otra vez blanco sobre negro, ciertos colores reactivan los estigmas que el poder elabora y mantiene como acicate. Y entonces los blancos armados atacan sin piedad y con impunidad.

Es preciso no permanecer indiferentes frente a estos atropellos a la dignidad humana, los que se rasgan las vestiduras son los primeros en restringir esas libertades si afectan sus intereses, al igual que los que parlotean acerca del orden público suelen ser los principales generadores del desorden y el malestar general.

* Miembro de la APDH Rosario