Lunes, 23 de junio de 2014 | Hoy
OPINIóN › SIETE DíAS EN LA CIUDAD
El acto del Día de la Bandera aún deja espacio para los distintos análisis. La sintonía política, las sospechas de "acuerdismo" y la imagen de la policía santafesina en contraste con los honores que se llevaron los uniformados federales. Ubicaciones, presencias y ausencias.
Por Leo Ricciardino
La sonora rechifla que recibió la policía de la provincia de Santa Fe, cada vez que se la mencionó, en el acto por el Día de la Bandera; fue la nota discordante en una jornada plagada de armonía y sintonía política. La escena llevó a decir al secretario de Control de Fuerzas de Seguridad Ignacio Del Vecchio que "bien ganados se tienen los silbidos". Aunque después aclaró que se refería a algunos miembros de la fuerza y no a la institución. Desde su llegada al cargo, el ex presidente del Colegio de Abogados de Rosario ha dado un sonoro carpetazo con los expedientes de ex y actuales jefes policiales que tienen una situación patrimonial francamente inexplicable. La aceleración de los trámites tienen que ver en parte con la decisión política tomada pero también con la urgencia: Decenas de esas causas con policías corruptos como protagonistas están a punto de prescribir, con el papelón político que ello supondría.
El viernes, en la soleada tarde del Monumento, quedó una vez más en claro una situación que por ahora es un interrogante abierto: ¿En qué estado está realmente la policía provincial? Con todo el escenario ocupado por las fuerzas federales, ni para los principales funcionarios del gobierno supone una evaluación sencilla.
La administración atravesó distintas etapas. La reforma integral y a largo plazo que fue devorada por las urgencias del presente. La tolerancia a jefes non santos pero más eficaces que tampoco dio resultado y, finalmente, el hallazgo de una conducción subordinada totalmente al poder político y con buena imagen, pero carente de la capacidad de mando necesaria como para influir en la tropa. Ese es el estado en el que se encuentra actualmente la policía, acumulando además un enorme desprestigio ante la sociedad que le llevará mucho tiempo recomponer.
El raquítico discurso del gobernador Antonio Bonfatti en el escenario de espaldas al río, claramente contrastó con el de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, pero también con el de la intendenta Mónica Fein, mucho más vehemente y decidida a la hora de marcar los tópicos de lo que realmente quería decir. A la deriva entre las buenas intenciones y el anhelo de una sociedad menos violenta, el jefe del Ejecutivo provincial no supo darle lustre ni siquiera al párrafo dedicado a repudiar la actitud de los fondos buitres. La estrategia de darle más volumen político a Fein en el marco de la buena sintonía con el gobierno nacional, dio sus frutos. Pero en algún punto un poco en desmedro de lo que se operó desde la provincia en esa misma dirección. Quizás el errático chapaleo mediático de Hermes Binner en torno de la situación de los holdouts haya limitado el accionar del propio Bonfatti a la hora de las definiciones.
Con todo, tanto la intendenta como el gobernador quisieron levantar un poco la autoestima de los uniformados ante tanto agasajo a los verdes de Gendarmería, los azules de la Federal y los marrones de Prefectura. Pero no hubo caso, la situación llegó hasta el repudio del que tuvo que hacerse cargo uno de los jefes policiales más mansos de los últimos tiempos: el comisario general Omar Odriozola.
Si hasta el Ejército y la Armada tuvieron su cuota de llegada a la gente con la corbeta dando vueltas por la orilla del Paraná y la muestra militar que reunió a más de 25 mil personas en el Parque a la Bandera. Fue en ese marco en el que el ministro de Defensa Agustín Rossi se ganó el lugar de privilegio en la mesa junto a la presidenta, el gobernador y la intendenta, aventajando a otros precandidatos presidenciales del kirchnerismo que quedaron mucho más lejos de la foto central.
Precisamente esa foto fue la que volvió a hacer andar el viejo rumor político, no carente de malas intenciones, que indica un supuesto pacto no escrito de no agresión y colaboración entre socialistas y un sector del kirchnerismo provincial. Claro que este señalamiento lo hacen generalmente dirigentes peronistas a los que les resulta mucho más sencillo echar a andar esa mala nueva que hacerse cargo de sus propias limitaciones políticas en la provincia. Y generalmente son dirigentes que no conocen la política rosarina o la miran con recelo porque precisamente les resulta ajena.
El que no perdió la oportunidad de destacar esta cuestión fue el presidente de la Cámara de Diputados de Santa Fe, Luis Rubeo. El legislador kirchnerista que no oculta sus intenciones de ser candidato en 2015, aseguró: "Me alegra que algunos dirigentes por fin se dieran cuenta que es mejor el diálogo que la pelea, y que es más importante el pueblo que la soberbia personal", apuntó sin hacer nombres pero los destinatarios del mensaje saben bien a quienes señala. Y agregó que "algunos me dicen que soy acuerdista tratando de menospreciar el arduo trabajo que hacemos en la Cámara de Diputados para construir consensos que permitan aprobar las leyes que los santafesinos necesitamos", sostuvo y remarcó que: "Cada vez que eso pasa, yo siento que estoy en el buen camino, la gente no quiere que nos peleemos, la sociedad espera que hagamos el trabajo para el que nos eligieron".
Claro que éste no es el único problema que tiene el peronismo santafesino de cara a los comicios de 2015. Saben los dirigentes que aquí tendrán escasa influencia las referencias nacionales y por eso es que el desbande está a la orden del día. Daniel Scioli por un lado, Segio Massa por el otro y hasta los coqueteos con el PRO de Mauricio Macri forman parte de la misma idea que es la de conservar los cargos que se tienen ante la seria posibilidad de seguir retrocediendo ante el Frente Progresista y el propio Miguel Del Sel. Los que ya están claramente enrolados no querrán abandonar el espacio por nada, pero los que sólo tienen cargo escucharán ofertas hasta el último momento. Los que tienen por delante la tarea más dramática son los que, en serio, se plantean la unidad del peronismo como la única receta capaz de devolverlos a un espacio político expectante en la provincia.
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