En una declaración pública, el fin de semana, desde el Colegio de Arquitectos de Rosario se lanzaba una advertencia que sería una estupidez pasar por alto. La advertencia era sobre el boom de la construcción en Rosario y los problemas que, como todo crecimiento rápido, trae aparejado. Un elemento que pareciera secundario, colateral y hasta nimio. Pero no lo es. Se trata de la sombra. Esa que proyectan los altos edificios sobre algunas zonas del centro y que proyectarán los cientos que se están levantando.

Si bien cada zona tiene su uso específico y se está legislando sobre las que no lo tenían, este elemento parece estar afuera de las consideraciones de expertos y encargados de regular en la materia.

Sucede que en la zona céntrica ya desde hace mucho tiempo están establecidas las alturas par la construcción. Es más, hace muchas décadas que hay allí altos edificios. Pero éstos estaban separados entre sí por bajas casonas, muchas de valor patrimonial que tratan de ser conservadas, y muchas otras que sucumben a la demanda altísima de buenos terrenos para levantar nuevos edificios. Entonces, una cosa son los viejos edificios céntricos alternados con bajas construcciones y otra muy distinta serán los nuevos edificios pegados a los ya existentes. Las moles le van ganado espacio al sol y esto no puede ser bueno.

Transite usted por la cuadra de Córdoba entre Paraguay y Corrientes en estos días fríos para saber de lo que se está hablando. O tome el pasaje Cajaraville en el coqueto barrio Martin una de estas mañanas de julio. Por allí la temperatura baja notablemente y hasta se puede ver -en algunos sectores de la vereda norte- ese "verdín" propio de los lugares húmedos y oscuros. Estos son dos ejemplos de lo que ya tenemos como sombras urbanas desde hace mucho tiempo, pero es importante tenerlos en cuenta porque el fenómeno se expandirá en varios tramos de la zona céntrica.

Y el panorama no mejora para el verano -esto sería por lo menos un aliciente- sino que esas moles se recalientan como cualquier superficie de cemento y allí la sombra que proyectan de poco sirve porque el calor queda "encerrado" incluso hasta en las horas de la noche.

Pero hay otra cuestión, también apuntada por el presidente del Colegio de Arquitectos de Rosario, Emilio Farrugia, relacionada con la oscuridad que proyectan los grandes edificios sobre las propiedades lideras más bajas: El valor inmobiliario. En efecto, hay muchas que han quedado en esa situación en medio del auge de la construcción y que han visto un sostenido proceso de pérdida de valor sencillamente porque pasan a ser oscuras, incluso en sus amplios patios. Y, ¿quién quiere una propiedad oscura si puede elegir? Nadie, obviamente.

Ahora, también hay que decirlo, el Colegio de Arquitectos de Rosario no tiene una postura única respecto del boom de la construcción. Esto mismo que se cuestiona con lógica para el centro de la ciudad, se ha soslayado en el debate por los nuevos usos urbanos en el ahora codiciado barrio de Pichincha. Allí desde el Colegio se escucharon voces contrarias a planeamiento urbano de la Municipalidad en cuanto a la limitación de las alturas. Como se ve, acercarse a una única postura respecto de la ciudad que en el futuro queremos, no resulta sencillo.

Con todo, hay elementos nocivos que deberán tenerse en cuenta más temprano que tarde en medio de esta borrachera de ladrillos e inversores ansiosos por hacer rendir sus dividendos. De lo contrario, como ha pasado décadas atrás con ese túnel de viento que es la avenida Pellegrini, ya será demasiado tarde para cuando todo esté terminado.

[email protected]