Miércoles, 26 de agosto de 2015 | Hoy
Por José Schulman *
Un día de noviembre o diciembre del '76 (¿tal vez finales de octubre?), dejamos de ver a Alicia López. Había llegado a la Cuarta el 21 de octubre y ya venía golpeada, violada, humillada en las formas más perversas que hoy cuesta imaginar. Estuvo con nosotros en ese centro clandestino de detención, torturas y exterminio que se disimulaba entre las paredes y los patios de una "inocente" seccional de la Policía Provincial, en la esquina de Bv. Zavalla y Tucumán, enfrente de la escuela pública Nº 5 López y Planes que es la escuela adonde yo había hecho la primaria y a la vuelta del viejo Mercado de Abasto, frente del cual había vivido por veinticuatro años, hasta la noche que un grupo de tareas del Ejército Argentino asaltó la casa de mi vieja, la misma que habían dinamitado parcialmente en diciembre del 75 y comencé a irme de Santa Fe, lo que realmente sucedería a finales de 1977, después de dos secuestros y sucesivas "estadías" en la Cuarta.
La primavera vez en la celda grande que daba al patio y que lindaba con la celda más chica, tumba le decíamos, en que metieron a patadas a Alicia aquella noche de en que nos conocimos. En la Cuarta estaba prohibido todo. Como diría tiempo después el jefe del penal de Coronda: aquí está prohibido cantar, hacer gimnasia, comunicarse con el lenguaje de las manos y todo lo que no esté explícitamente permitido está prohibido. Sin embargo, de una u otra manera, de modos que no termino de recordar, rompíamos ese mandato: hablábamos por las paredes cuando los guardias se alejaban de la zona de los calabozos, nos pasábamos algo de la comida que nos daban o conseguíamos y sobre todo, nos sosteníamos en el aire de un modo que la física no podría explicar.
Alicia venía del noreste, allí había ido con su marido a sumarse a las Ligas Agrarias y desde una revistita apostaba al conocimiento como instrumento de liberación, enseñaba a venerar los libros, amaba a su compañero y criaba a sus tres hijos. Descendía del tronco familiar del mismísimo Brigadier Estanislao López y se me ocurre que no le perdonaron nunca ese "acto de traición" de alfabetizar indiecitos descalzos, de pensar el compromiso con los pobres como el mejor modo de seguir a Jesús y de apostar a un proyecto colectivo de transformación de la realidad. Esa invencible sonrisa que recuperaba por ratos, entre desmayos por debilidad y las golpizas que recibía antes de ser violada de nuevo, y que todavía me pregunta, desde el piso de ese breve espacio que hay entre mi celda y el baño, José ¿ya es hora de volver?
Y yo creo que sí, que ya puede volver...
* Desde ayer, la escuela de Enseñanza Media para Adultos Nº 1328, Av. Facundo Zuviría 4363 de la ciudad de Santa Fe, lleva el nombre de Alicia López.
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