Lunes, 1 de febrero de 2016 | Hoy
Por Federico J. Pagura*
La semana pasada vino con todo, afectando a todos, y a pesar de todo, desafiándonos a la justicia, la verdad y la esperanza. Confieso que pocas veces me he sentido atrapado por días tan preñados de situaciones nuevas, y a la vez angustiantes, como esperanzadoras. Ese otro mundo que desde Porto Alegre venimos soñando, trabajando y esperando. La voz profética de Evo Morales, el informe del Presidente Correa, los discursos y acciones audaces de Nicolás Maduro (de innegable inspiración Bolivariana) y la evocación de Martí en la figura y voz de Raúl Castro, recordándonos que por primera vez en la historia se nos ha impuesto, a latinoamericanos y caribeños, una misma meta y visión.
Somos una región de paz al servicio de una humanidad dotada de tierras, techos y trabajos, como lo viene reclamando con fraterna insistencia Francisco (el Papa de la justicia y de la paz). A esto que la Cumbre de CELAC adhería unánimemente, yo sumo la flor de mi poesía nacida en Montevideo en 1979, como fruto de un creciente movimiento ecuménico (Judíos, Cristianos, Islámicos y otras corrientes que ya quieren iluminar también el mundo entero). Así lo veía entonces y lo sigo viendo hoy con estas modestas palabras:
Un solo corazón americano/ Dios nos dio un corazón americano,/ Mezcla de indio, de negro y de europeo,/ En este continente "ancho y ajeno",/
Que está llamado a ser tierra de hermanos.
Desde Méjico indómito y moreno,/ A una Argentina múltiple y fecunda;/
Desde un Brasil frondoso y gigantesco/ Hasta un Perú que mar y sol inundan.
Éste es tiempo de unir mano y cerebro,/ En tiempo de quebrar yugos extraños,/ Es tiempo de formar un solo pueblo/ Como Dios lo ha querido desde antaño.
Centroamérica labra su futuro/ Tras años de humillantes opresiones;/
Y laten de emoción los corazones/ Que sobreviven a un pasado oscuro.
El Caribe despierta y se sacude/ De su pesada carga de injusticia/
Y, al son de su bongó, las voces suben/ Saludando la aurora que se inicia.
Por los niños que mueren de hambre y frío,/ Las mujeres que venden cuerpos y almas,/ Los obreros que piden justa paga,/ La juventud que busca su destino;
Dios nos llama a luchar de amor ungidos/ Como el Cristo se dio por sus hermanos;/ Por eso en nuestros pechos ha prendido/ Un solo corazón americano.
*Obispo Emérito de la Iglesia Metodista
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