A lomo de mula, entre el descanso y la aventura. Así eligió el intendente Miguel Lifschitz pasar sus vacaciones, participando del Cruce de la Cordillera por la ruta de San Martín. Una expedición que ya lleva muchas ediciones y cientos de participantes, tantas y tantos que empiezan a minimizar la gesta del Libertador. No son pocos los que se preguntan "cómo, ¿éste también cruzó Los Andes?". Un poco más de respeto hacia el mito histórico, eso haría falta.

Pero Lifschitz está políticamente tan relajado después de las piedras que motivaron la tormenta social, que podría intentar luego con un ascenso en el Himalaya. Y poco le importa que el cruce de Los Andes esté organizado por un ex militar no tan progresista como para integrar el Frente Cívico. A miles de metros de altura, las ideologías se enfrían bastante y además es enero -se sabe- el mes en el que menos se piensa. De todos modos, después de haberse calzado la camiseta del padre Ignacio para inaugurar esa arrogancia erigida en barrio Rucci, otras cosas pueden esperarse. Nada grave.

Si el concejal Osvaldo Miatello tuvo que recurrir a los mosquitos para sacudir la modorra política rosarina y ensayar alguna crítica de principios de año, el panorama electoral local demuestra una quietud similar a la de la momia azteca hallada hace no mucho, también, en el cordón de Los Andes.

Más esfuerzo, aunque no necesariamente más fructífero, es el que practicó Héctor Cavallero sobre finales de 2006 y como para marcar la cancha del año político que ya comenzó. Habló de una "inminente cesación de pagos en la que caería la municipalidad por su insolvencia económica", y advirtió que el manejo financiero de la administración Lifschitz "es una hipoteca a futuro y compromete las gestiones de los próximos cinco intendentes".

Como para despedir el año, Cavallero mencionó que "no hubo gobiernos civiles ni militares que se hayan endeudado con organismos multilaterales de crédito como lo está actualmente la Municipalidad, que según su propio vocero dice que debe 88 millones de dólares al BID por una serie de obras que se hicieron con cuatro años de gracia, es decir que por cuatro años tiene que pagar, y 20 años más de plazo". Y también dedujo que "mientras a nivel nacional se está discutiendo qué se hace sobre lo que se recauda y lo que se gasta, acá se terminó de aprobar un Presupuesto con 17 millones de pesos de déficit. Y también existe una situación financiera que hizo postergar desde el pago a proveedores y también subsidios y otras cosas que debían efectivizarse por faltante de dinero. A eso hay que sumarle los aportes por más de 60 millones de pesos como capitalización del Banco Municipal".

Un panorama demasiado negro en medio de una situación de la ciudad que recibe la adhesión de la mayor parte de la sociedad rosarina. Pero de todos modos, entre los datos hay uno que debería -por lo menos- ser materia de un análisis más profundo: El Muncipio cierra y presupuesta en sus balances anuales, un déficit que desde hace años oscila entre los 12 y los 17 millones de pesos. "Es absolutamente razonable y manejable", había dicho en su momento el Secretario de Hacienda Angel Sciara. Lo mismo repitió después Carlos Fernández y en el mismo sentido acaba de pronunciarse su sucesor Gustavo Asegurado.

Es probable que así sea, pero desde la oposición no deja de observarse que mientras la Nación y la Provincia cuentan con esmero sendos superávits, en el municipio sigue presente la palabra déficit. Pero aquí hay que hacer necesariamente una distinción: La Nación tiene esa posibilidad de super recaudación a través del IVA y las retenciones a las exportaciones, mientras que la provincia lo hace principalmente en torno a los Ingresos Brutos; ninguno de estos instrumentos tiene en su poder el municipio. Como sea, sería un tema importante en la agenda de 2007 pero también sumado a la discusión de la autonomía o, por lo menos, al ensayo de un nuevo dispositivo de coparticipación provincial. Pero no todavía, acaba de comenzar enero.

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