Lunes, 30 de julio de 2007 | Hoy
OPINIóN › SIETE DIAS EN LA CIUDAD
La toma de la Plaza San Martín por parte de la Corriente Clasista y Combativa, y las negociaciones con el gobierno; ponen en evidencia una realidad que muchos prefieren no ver. Tanto desde el costado social y económico, como desde el lado político de una organización que es capaz de poner en vilo al poder.
Por Leo Ricciardino
"¿Por qué les molesta tanto el subsidio a la pobreza, y no les molestan los subsidios y exenciones impositivas a las grandes empresas privadas que facturan millones?". La frase obliga a pensar, de manera casi ineludible. No salió del debate político entre los candidatos, tampoco formó parte de la polémica de algún precoloquio empresario, ni fue la declaración de algún economista con rasgos estatizantes. El que la pronunció esta semana fue Eduardo Delmonte, líder de la Corriente Clasista y Combativa que desde hace once días acampa con su organización en la Plaza San Martín para exigir al gobierno el cumplimiento de un petitorio sobre cosas tan elementales y necesarias como la vivienda, el trabajo, la ropa, los alimentos y la salud, entre otros.
Se puede coincidir o no en la forma de la protesta, pero lo que hay que comprender aquí que es que se trata de una estrategia. Nadie pretende ensalzar a la pobreza, ni insinuar que el sólo hecho de ser pobre transforma a una persona inmediatamente en honesta, pura y casta. Pero sí hay que ver la realidad, o por lo menos debe verla aquel que le interesa saber en serio qué es lo que pasa.
La pobreza, los pobres, también pueden tener su "lobby". Transpolando la frase de Delmonte: ¿Por qué sólo el poder puede ejercer la presión que quiera o elija sobre el estado y los poderes constituidos? ¿Por qué sólo los sindicatos pueden presionar con fuerza para obtener sus mejoras salariales y laborales? ¿Qué debe hacer la porción de gente que es desocupada y no es empresaria. Cómo ejerce su derecho a peticionar? La historia es conocida, esta realidad de la Argentina devastada parió a los piquetes, desde los primeros en la Patagonia, a los que hoy se multiplican por todos lados.
Por eso daban risa los funcionarios que en los primeros días del acampe intentaron sembrar sospechas políticas en torno a la parada de la CCC. El argumento era tan débil que se diluyó en el aire con el correr de las jornadas. Si algún sector político partidario tuviera hoy el manejo de esta organización social -en Rosario por ejemplo- sería una maquinaria aceitada y difícil de batir en cualquier elección. Nadie maneja a la CCC, la Corriente se maneja sola, con sus líderes naturales. Si los dirigentes tradicionales no comprenden esto es porque nunca han visto marchar a la CCC, con sus "soguitas" de seguridad para que nadie se desbande, con los pibes en el medio para protegerlos y con las madres con los más chiquitos en brazos adelante, como ariete que muestra una cruda realidad a toda la sociedad. Es una estrategia, hasta esa manera de marchar. Como una vez dijo un dirigente barrial: "Somos pobres, no tontos".
Pero lo que aquí predomina es esa visión clase mediera que repite la cantinela del napolitano bajado de los barcos que "se moría de hambre y nunca hizo un piquete". No lo habrá hecho porque no estaba de moda. Pero muchos de esos tanos y gallegos tiraron Molotovs en atentados anarquistas, lanzaron el Grito de Alcorta contra el sometimiento patronal, protagonizaron huelgas, enfrentaron a los caballos de la montada con bolitas tiradas en las calles, y muchas cosas más. Que después les haya ido mejor, no borra ni anula la historia.
Y sí, la plaza tomada molesta. Pero tal parece que molesta más ver cotidianamente en el Paseo del Siglo, la cara de la pobreza, con los chiquitos mocosos y los más grandecitos sospechosos. Es así, esta es la realidad y hay que verla.
Lo que también hay que ver es que la Corriente Clasista y Combativa es una organización que lanzó una ofensiva política con la toma de la plaza. Y si bien antes la midió (nadie que no esté organizado resiste once días acampando en una plaza con temperaturas bajo cero. Allí se toma asistencia cada seis horas para saber si todos siguen en el lugar), deben saber ya que toda medida genera un desgaste físico y también político.
¿Qué es lo que tendrán después de todos estos días en la plaza? Un poco más de ropa, dos garrafas más, más ayuda alimentaria, y un compromiso a futuro de algunos planes de viviendas y trabajo. El reclamo es al Estado, por supuesto, más allá del funcionario de turno hay un responsable de que falte el trabajo y haya pobreza extrema, y ese responsable es el Estado y allí se dirigen los pedidos. La pobreza estructural es como los crímenes de lesa humanidad, imprescriptible. Mientras haya pobres habrá deudas del Estado, de la política, cuyo fin último es precisamente ese, que la gente viva cada vez un poco mejor y más dignamente.
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