Domingo, 13 de septiembre de 2009 | Hoy
CIUDAD › HORACIO RETAMAR, HIJO DE UNO DE LOS PRISIONEROS DE LA QUINTA DE FUNES.
Horacio se enteró casi de casualidad del juicio. Su padre, Héctor Pedro, está desaparecido, y su hermano, Héctor Daniel, pasó meses en el centro clandestino El Olimpo. Ahora, quiso venir al juicio oral y público para conocer la cara de los verdugos.
Por Sonia Tessa
Horacio Retamar se enteró de una manera casi casual del inicio del juicio a algunos responsables del centro clandestino de detención Quinta de Funes, donde su padre Héctor Pedro "el tío" Retamar estuvo prisionero hasta el fracaso de la Operación México. Horacio estaba mirando un documental sobre los vuelos de la muerte en el canal Encuentro, y eso lo impulsó a indagar en Internet. Así se enteró del inminente comienzo del juicio oral y público. Una de sus hijas buceó por la red hasta dar con el nombre de una de las abogadas de Hijos, Nadia Schujmann, con quien se contactó. En menos de 10 días, estuvo sentado en la segunda fila de una de las audiencias en las que se leyeron las requisitorias de elevación a juicio, el lunes pasado. "Quería verles las caras. Todos los fantasmas que me persiguieron durante tantos años ahora tienen rostro. Y sé que de aquí en más, para ellos, va a ser la vergüenza y el miedo, porque todo el país los conoce y sabe lo que hicieron", expresó a la salida de la única audiencia que pudo presenciar, ya que el martes al mediodía debió volver a San Martín, donde vive, por razones de trabajo.
Horacio llegó a las audiencias con Nadia, que lo acompañó en todo momento. Estaba profundamente conmovido con la visión de los verdugos, pero también ante el encuentro con antiguos compañeros de su padre. "Cuando los veo así, no puedo creerlo, pensar que yo creí que no quedaba nadie, pero hay muchos que están vivos", dijo mientras trataba de reponerse de la primera jornada del juicio.
Horacio tiene ahora 45 años y dos hijas, de 16 y 20 años. A los 12 años, la dictadura militar se ensañó con su familia. El tenía apenas doce cuando secuestraron a su padre. Y a su hermano, Héctor Daniel, de 14, también lo tomaron prisionero, y estuvo desaparecido en el centro clandestino de detención Olimpo. Un año después, Héctor Daniel fue liberado, pero murió a los 33 años. "Mi hija mayor quería venir conmigo al juicio, pero le dije que no. siempre traté de preservar a mi familia de mi historia, pero a mi hermano, la mayor lo conoció y siente mucho cariño por el recuerdo de él, que fue un militante, todo un cuadro", contó Horacio.
La familia Retamar vivía en La Plata. El Tío comenzó a militar en la JP de Berisso, y luego pasó a la columna de La Plata, para luego trasladarse a militar a Villa Constitución, tras el Villazo. La familia continuó en La Plata. Cuando era niño, Horacio llegaba hasta Rosario una vez por mes para visitar a su padre. No recordaba que hiciera tanto frío en la ciudad, según contó después. Todo fue así hasta que su padre cayó. "Vivíamos escondidos desde septiembre de 1976, cuando tuvimos que dejar todo y empezamos a deambular. Primero por casas de familiares, que finalmente nos pidieron que nos fuéramos, y después fueron desconocidos los que nos dieron una mano", relató Horacio sobre aquellos años. Mientras tanto, su hermano militaba en la columna Sur. Rápidamente, a los 13, Horacio comenzó a trabajar como albañil. El dueño de la obra lo contrató como cadete. El 5 de diciembre de 1978, su hermano fue chupado en el centro clandestino Olimpo. A partir de entonces, Horacio recibía llamados intimidatorios, le decían que se portara bien. El 12 de enero de 1979 lo liberaron. Ahora, Horacio entiende que todo lo ocurrido con su hermano tuvo que ver con el fracaso de la operación México y el posterior asesinato de su padre, que fue narrada en el libro de Miguel Bonasso, Recuerdos de la Muerte. "Lo único que yo sé es lo que dijo el libro, no sabía detalles. Ahora comprendo que los mataron como perros". Así fue con todos los prisioneros de la Quinta de Funes, que fueron trasladados a otro centro clandestino, La Intermedia (propiedad de Juan Daniel Amelong) y luego fueron asesinados. Se supone que sus cuerpos fueron arrojados en la bahía de Samborombón, según el testimonio de Eduardo Costanzo.
Además de trabajar, Horacio empezó este año a estudiar Licenciatura en Historia. Aunque él define a su hermano como un cuadro, y tenía 12 años cuando su padre fue secuestrado, los recuerdos de las épocas de militancia son imborrables. "Conocí muchísima gente, viví toda la militancia en La Plata", dice como tomando el hilo de una herencia muy presente. El lunes al mediodía, la audiencia se suspendió por cuestiones de salud de la presidenta del Tribunal durante la semana pasada, Beatriz Caballero de Barabani. El juicio recién se reinició el miércoles. El martes a la mañana, Horacio no podía ocultar su decepción por haber asistido a tan sólo una audiencia. Pero debía volver a su casa, en provincia de Buenos Aires. Los fantasmas que lo persiguieron tanto se quedaron en esta ciudad, detrás del blindex, con nombre, apellido y rostros.
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