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Domingo, 24 de enero de 2010

CIUDAD › ENTREVISTA A LA TITULAR DEL CENTRO DE ESTUDIOS AVANZADOS EN DROGADEPENDENCIAS Y SIDA DE LA UNR, SILVIA INCHAURRAGA.

"Cada vez hay más policonsumo de drogas"

Para esta investigadora la mayor parte de la sociedad no se pregunta "qué pasa con las formas de abordar los problemas y el fracaso de la prohibición ya que cada vez hay más consumo". Habla del auge de las "drogas de diseño".

 Por Claudio Socolsky

La Presidenta de la Asociación de Reducción de Daños de Argentina (ARDA) y directora del Centro de Estudios Avanzados en Drogadependencias y Sida de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Silvia Inchaurraga, dialogó con Rosario/12 sobre el fenómeno de las denominadas drogas de diseño. Para la especialista rosarina "hay que tener un abordaje más amigable para aquellos que la consumen; y fundamentalmente pragmático, que parta de reconocer que el problema en sí no está en estas sustancias, que como otras han nacido para la experimentación en el campo de la salud mental, si no en toda esta locura que hoy las está rodeando, y en la demonización que hace que no se las pueda abordar como corresponde". En este marco, Inchaurraga destacó que el Programa provincial de Sida aprobó un programa de reducción de daños en escenarios nocturnos (ver aparte), donde trabajarán durante febrero, marzo y abril en los lugares de fiestas electrónicas. "Allí vamos a distribuir un material en el que intentamos una intervención focalizada", precisó la titular de ARDA.

Inchaurraga explicó que las drogas de diseño nacen en los estados Unidos entre 1970 y 1980 a partir de la prohibición de los alucinógenos. "En este escenario de la prohibición; una persona, por el riesgo de ser detenida más allá del fallo de la Corte la ley no se ha modificado , hay todo un temor que hace que la población no se acerque como debiera a los sistemas de salud para buscar información", dijo Inchaurraga. En este sentido, desde ARDA realizaron una experiencia en una fiesta electrónica de testeo de pastillas en Buenos Aires. "Es un reactivo químico que se pone en la punta de la pastilla, y según el color que da se puede descartar que no sea éxtasis", dijo Inchaurraga.

En Europa sí se consigue. La titular de ARDA destacó que en algunos lugares del mundo, como el País Vasco, se instalan mini laboratorios en fiestas electrónicas y detectan cuál es la composición química exacta de la pastilla. Y cuando le dicen que no es lo que le vendieron, la persona la deja para que la estudien más en profundidad en laboratorio. "Acá, cuando hicimos la experiencia, la gente nos decía que habían pagado 30 mangos y no la iban a dejar porque de alguna manera les iba a pegar. Allí vemos la dificultad para instalar el consumo responsable, por eso es importante que el tema comience a tener mayor visibilidad", apuntó Inchaurraga.

La investigadora explicó que la aparición de las drogas de diseño "obedece, por un lado a que se intenta obtener mayor rentabilidad al mercado, los narcotraficantes comienzan a vincularse a los laboratorios clandestinos que comienzan a producir droga, e incluso siempre intentan ir a la vanguardia de aquello que pasa ser una sustancia prohibida, como pasó con el éxtasis en su momento, y los laboratorios clandestinos ya tenían una sustancia nueva que lanzaban al mercado. A partir de la prohibición de los alucinógenos, aparece un mercado diversificado y con sustancias nuevas.

Inchaurraga remarcó que este mismo fenómeno llevó a la producción de drogas cada vez más tóxicas y baratas, al señalar que "también aparece en la prohibición en los contextos de pobreza, donde si no estuviera prohibida la cocaína, no tendríamos hoy el gran arraigo que tienen tanto los solventes, pero fundamentalmente la pasta base e incluso el crack en algunos lugares. Los narcotraficantes han llegado a intentar lograr la mayor rentabilidad con esa sustancia al punto de llegar a comercializar los deshechos del mismo proceso de producción del clorhidrato de cocaína".

A partir de las declaraciones del director de Control y Prevención de drogas provincial, Hugo Togniolli, quien aseguró que en un "futuro no muy lejano, las drogas de diseño reemplazarán a la marihuana y a la cocaína, Inchaurraga dijo que estas sustancias "inicialmente nacen dirigidas a otro público, vinculadas a una población de clase media, universitaria, una población instruida que por lo general planifica su consumo, consulta en Internet, busca bibliografía. Nos ha pasado que en el Centro de Drogadependencia y Sida de la UNR llame gente y se acerque a buscar información sobre una sustancia que tenían planificado consumir en una fiesta electrónica específica, quizás. En este sentido, la Creamfield es un paradigma de esto, una megafiesta y ahí hemos visto mucho de estos fenómenos".

Pero la realidad indica que hoy esas fiestas se han masificado, como se masificaron los laboratorios clandestinos. "Por eso, en las fiestas electrónicas no vemos tanto esta población, si no que está más mezclada, de distintas clases sociales que quizás podrían haber ido a una discoteca, un recital de rock o una bailante. Vemos una población que no se ha cuidado, que no tiene una información básica sobre los riesgos de la deshidratación, por el calentamiento de la temperatura del cuerpo bajo los efectos de la danza, y que incluso combina esas sustancias con otras más peligrosas de consumir; fundamentalmente con el alcohol, la marihuana y en ocasiones cocaína", apuntó la presidenta de ARDA.

Según Inchaurraga, "el tema de los riesgos está vinculado con una falta de información que tiene esta población, pero también con una masificación que hoy tenemos en el fenómeno del consumo. Me parece interesante, por un lado interrogar el fenómeno de la prohibición y el rol que tiene en las sociedades modernas donde cada vez hay drogas más nuevas y más peligrosas porque son desconocidas, porque ni siquiera aquellos que la compran y que la venden conocen su composición; y en otro caso son sustancias no aptas para el consumo humano, como es la pasta base. Desde el año 2002, cuando comenzamos con el Programa de Reducción de Daños en Fiestas Raves y Escenarios nocturnos, vemos que cada vez hay más policonsumo; es decir, más mezcla de Popper, lanzaperfume, extásis, anfetaminas sintéticas o metanfetaminas, pero fundamentalmente aparecían más pastillas de colores, que el mismo usuario no sabía que tenía porque el vendedor no le había dado precisiones. En el discurso aparecía esto de que yo pagué 30 o 40 mangos, y de alguna manera esto me va a pegar y me quiero pasar la fiesta".

"Allí vemos el otro fenómeno vinculado a esto "continuó Inchaurraga que es el lugar que ocupan las drogas en las sociedades modernas. Antes era un fenómeno más de la juventud, esto del rito del pasaje a la edad adulta con sensaciones nuevas y fuertes. Pero hoy vemos que es extensible, no tiene que ver con una cuestión de edad, ni tampoco un rito de pasaje, si no que está muy instalada la tendencia a experimentación a cualquier costo, y por otro lado la combinatoria de sustancias, que se ve claramente en los adolescentes en viaje de estudios a Bariloche con la jarra loca, este mismo fenómeno se da con las drogas ilegales o con la mezclas de alcohol con otras drogas prohibidas".

Están hablando de smart drug. A estas drogas se las conoce como drogas inteligentes. Inchaurraga explica que "la palabra droga de diseño nace en Inglaterra, y significa a una droga hecha a medida, vinculadas a exacerbar las percepciones, a disfrutar de los colores, de la música, el baile. Es importante interrogar cómo la tendencia de la sociedad moderna va empujando en este sentido a que estas drogas tengan un mayor protagonismo. Por eso hay que desmitificar un poco la cuestión. He llegado a participar en programas televisivos con colegas, psicólogos y demás, que han llegado al punto de preguntarme si estaba a favor o en contra de las fiestas electrónicas; un extremo de la locura que hay en nuestras sociedades, donde no nos preguntamos qué pasa con las formas de abordar los problemas y el fracaso de la prohibición ya que cada vez hay más consumo".

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Para Inchaurraga, "el tema de los riesgos está vinculado con una falta de información que tiene la población consumidora".
Imagen: Sebastián Granata
 
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