Lunes, 30 de julio de 2012 | Hoy
CIUDAD › CóMO TRABAJA EL HOGAR DE TRáNSITO CASA AMIGA QUE ALOJA, CONTIENE Y AYUDA A MUJERES VíCTIMAS DE VIOLENCIA EN ROSARIO.
El caso de Carolina Z. de 25 años, golpeada esta semana por su concubino hasta casi matarla, volvió a poner la lupa sobre los dispositivos que ofrece el Estado para las víctimas. En lo que va de 2012, 33 mujeres y 55 niños y niñas fueron refugiados en los dos hogares de tránsito que tiene el Municipio.
Por Lorena Panzerini
"Ahora tenés que portarte bien". Esas fueron las cinco palabras que movilizaron a Marisa, quien convivió 20 años con un hombre que, con el tiempo, comenzó con los maltratos que la obligaron a irse de su casa con sus tres hijos. Hoy, su vida cambió: trabaja como docente y alquila un departamento. Pero no lo logró sola: "Encontré alguien que me ayudó", dijo sobre las acompañantes del hogar de tránsito Casa Amiga que aloja, contiene y ayuda a mujeres víctimas de violencia con sus hijos, mientras resuelven su situación. "Después de irme la primera vez a lo de un familiar, él me fue a buscar alcoholizado, y para que se calmara volví; pero antes de ir a dormir esa noche me dijo esas palabras que me aterrorizaron. Me escapé a lo de una amiga, llamamos al Teléfono Verde, y acá estuve alojada cinco meses con mi hijos", relató satisfecha la mujer, que al contarlo cae en la cuenta de lo que se atrevió a hacer. Si bien Marisa salió de ese círculo violento, muchas mujeres vuelven con el agresor. En lo que va de 2012, 33 mujeres y 55 niños y niñas fueron refugiados en los dos hogares de tránsito que tiene el Municipio, según indicó Silvina Santana, del Area de la Mujer de la Secretaría de Promoción Social. El número fue en aumento. Además, el Teléfono Verde atendió 1658 casos entre enero y junio.
La semana pasada, la ciudad se conmocionó con le caso de Carolina Z., a quien su marido atacó a golpes hasta dejarla internada. Desde el vienes está en un refugio que trabaja de manera similar al que visitó Rosario/12.
Seis ambientes individuales cobijan a madres e hijos de familias rotas por culpa de la violencia de género. Desde la oficina del personal, que es también cocina, farmacia, lavadero y almacén, pueden verse pequeñas prendas de ropa colgadas de los balcones. Durante la entrevista, las profesionales que trabajan en el acompañamiento de las víctimas fueron interrumpidas en varias oportunidades: la tetina rota de una mamadera que necesita ser cambiada, el encendido de un calefón, una bombilla para el mate; y otras más importantes como llamar a la pediatra de uno de los niños que no para de toser.
Carolina es una joven trabajadora social y terapeuta ocupacional que trabaja en el refugio. Apenas comenzó la charla, poco antes del cambio de turno, puso la pava para cebar unos mates mientras contaba que además de la atención que brinda el Teléfono Verde, muchas mujeres llegaron al hogar porque comenzaron con la atención de sus casos en alguno de los Centros Municipales de Distrito, y luego las derivaron allí ante un riesgo específico. "Cuando una mujer ingresa acá es porque pasó todos los límites" de la violencia, señaló para agregar que buena parte de los casos llegan de las zonas noroeste y oeste.
Recién empezaba la mateada cuando llegó Alejandra, otra trabajadora social. Enseguida se sentó frente a la computadora para pasar los datos de los ingresos a la casa en los últimos años: en 2010 alojaron a 31 mujeres y 56 niños y niñas; en 2011, fueron 40 las mujeres y 78 los niños y niñas; mientras que en lo que va de este año llegaron a Casa Amiga al menos 20 mujeres con unos 38 niños. El resto del número total 33 mujeres indicado más arriba, se alojó en el otro refugio municipal que tiene un poco menos de capacidad. La estadía máxima suele ser de seis meses, pero hubo víctimas que solo aceptaron la ayuda por un par de días; mientras que otras no pudieron irse en el plazo estimado. La mayoría lamentaron vuelve con el agresor.
"Cuando ingresan, las mujeres tienen todos los vínculos rotos", aseguraron. Ante esa situación, son las profesionales quienes comienzan con la búsqueda de familiares para que la mujer recomponga las relaciones que su pareja le obligó a quebrar. "Las van aislando", señalaron.
La violencia está atravesada por varios factores, y según apuntaron las acompañantes, "los problemas de adicciones se acentuaron en los últimos casos", por lo que desde el área coordinan atención con sectores de salud que brindan contención y medicación a las mujeres. También hay muchas situaciones de violencia económica en sectores vulnerables. "Hay hombres que ni siquiera les permiten a las mujeres hacer los trámites para cobrar la Asignación Universal por Hijo (AUH), para que tengan que depender de ellos", contaron.
Desde el área, acompañan a las mujeres en todos los trámites relacionados con medidas judiciales, denuncias y cuestiones de salud. "Es todo un proceso lograr que se recuperen y se paren en sus dos pies, porque llegan acá con el autoestima por el piso", relató Alejandra mientras deslizaba el mate al otro lado de la mesa donde hay una naranja, un papel con los horarios de los medicamentos y algunas llaves. Para las que se animan, la municipalidad ofrece diferentes actividades como cursos de cocina, textiles y lo que se presente según los convenios que logra el Estado. "Se les intenta hace entender que ellas no son las culpables de las agresiones, muchas dicen `me pegó, pero fue porque yo le contesté'; y acá apuntamos a que se valoricen como personas que pueden tomar decisiones", dijo Ale, cuando el ladrido de la perrita de la casa también rescatada de la violencia avisó de la llegada de Marisa, que se fue hace pocos días, pero regresó para la entrevista.
Veinte años. "Estuve más tiempo al lado de ese hombre que viviendo con mis padres", reflexionó al contar la historia que la llevó allí. Mientras era maltratada por su marido, estudiaba profesorado de EGB 1 y 2. "Algunas veces podía concurrir al curso porque me ayudaba mi hija que ahora tiene 20 años", contó sobre la complicidad que le permitió ser docente y valerse por sus propios medios. Aunque su esposo trabajaba para mantener a toda la familia, en el último tiempo enfermó y tuvo que dejar. "Ahí empezó a tomar", lamentó la mujer sobre el momento de quiebre de la relación y la familia. "Una noche empezó a tirar todo, los chicos se asustaron mucho, y fue cuando decidí irme a lo de mi cuñada", dijo.
Marisa aseguró que, aunque en algunas oportunidades recibió maltrato físico de ese hombre que además le escondía los anticonceptivos, "lo peor era el maltrato psicológico. Un domingo estábamos almorzando y él se levantó de la mesa apenas serví la comida y me dijo que cuando yo terminara iba a comer él, porque le daba asco verme".
En ocho años, desde que nació su último hijo el único varón, Marisa se alejó de su familia, de sus amigas y de la familia de su marido. "No tenía a nadie: si salía con amigas, era lesbiana; si tenía amigos, eran mis novios; si me arreglaba, salía de levante. Me desvalorizó por completo. Hay que convivir con una persona así y tener que estar con él en la pieza", relató sobre oportunidades en las que se sintió obligada a mantener relaciones sexuales "para que él no se enojara".
En febrero pasado, Marisa tocó fondo. "El no me creía capaz de tomar una decisión, porque siempre le tuve miedo. No sabía adónde podía llegar", relató. Cuando llegó al refugio con sus hijos pasó por una etapa "común" en las mujeres que toman este tipo de decisiones. "El me llamaba y me mandaba mensajes todo el tiempo, y cuando llegue a la casa las chicas me pidieron que les dejara el celular para cortar ese contacto; pero yo me enfurecí: a la noche sabía que me podía mandar un mensaje, y si no me lo mandaba me preguntaba por qué. Me enojé mucho y ese enojo me sirvió, porque después de un día sin teléfono, les pedí que me lo devolvieran por el trabajo, subí a la habitación, llamé a la compañía y cambié mi número", contó sobre una actitud que recuerda y se sorprende a sí misma.
Sin embargo no tiene dudas: "Desde que llegué acá, mi vida cambió tanto que me costó irme. Estar acá y que me brindaran todo lo que necesitaba a mí y a mis hijos me permitió ahorrar con mi trabajo de docente y hace unos días alquilé un departamento para los cuatro", dijo orgullosa. Hoy, ese hombre tiene permiso para ver a sus hijos, pero hay una prohibición de acercamiento con Marisa. De todos modos, intenta amedrentarla y "utiliza a los chicos como trofeo" para intentar acercarse a ella. Es en vano, Marisa encontró su camino.
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