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Lunes, 6 de mayo de 2013

CIUDAD › EL CASO DE JONATHAN CAMINO, REABRE EL DEBATE SOBRE LA RECUPERACIóN DE LOS JóVENES.

La esperanza puesta en la reinserción

Es el hijo del barra de Ñúbel asesinado, Pimpi Camino. Acusado de un delito se le impuso una instancia socioeducativa que cumplió al pie de la letra. Jonathan terminó el colegio, consiguió trabajo, se casó y tuvo hijo. Salió de los entornos delictivos.

 Por Lorena Panzerini

El caso de Jonathan, el hijo del ex barrabrava de Ñúbel, Roberto "Pimpi" Camino, que la semana pasada quedó absuelto por cumplir los objetivos socioeducativos en una causa por homicidio cometido cuando era menor de edad, abrió el debate sobre la reinserción social de los detenidos. El de Jonathan es un caso ejemplificador: criado en una familia -como señaló la Cámara Penal que confirmó la innecesariedad de pena- rodeada de violencia, drogas, disputas de poder y graves delitos, el chico se arrepintió y eligió otro camino. "Es otra persona", aseguran quienes estuvieron en la transición. Además del apoyo de una tía materna, fue muy influyente el acompañamiento de un pastor, desde la cárcel. Consultada sobre la llegada de religiosos a los penales, y a los llamados "pabellones de hermanos", la Defensora General de Cámaras, Marcela De Luca, que trata con jóvenes y adultos detenidos, destacó que "los presos dicen que cuando entran al camino de Dios, no quieren volver a delinquir". Para el director de Justicia Penal Juvenil, Alcides Leiker, son positivos "si les aportan algo a los jóvenes, con buenas intenciones". Por su parte, el pastor Eduardo Trasante -padre de una de las víctimas del triple crimen de villa Moreno﷓, que transita celdas de penales rosarinos y de la región, aseguró: "Los presos son parte de mi vida", y relató cómo fue el encuentro con los acusados de asesinar a su hijo, tras las rejas.

La Justicia tiene diferentes procesos penales para jóvenes punibles y para adultos. En el caso de los hechos cometidos durante la minoridad, los jóvenes pasan por dos instancias: primero los jueces de Menores resuelven acerca de la responsabilidad de ese o esa joven, en el hecho puntual que cometieron; y luego se establece un tiempo para la medida socioeducativa en la que el acusado (en la primera resolución) debe cumplir una serie de objetivos. Al evaluar ese desempeño, la Justicia puede establecer una pena o determinar la innecesariedad de ésta, cuando el joven -como sucedió con Jonathan﷓ alcanza las metas. Tanto a adultos como a menores en conflicto con la ley penal les llega la oportunidad de reinsertarse socialmente.

"Cuando (los presos) logran sustraerse de los ambientes conflictivos que los llevaron a cometer determinado delito, dan un gran paso", destacó De Luca, quien señaló que "tienen mucho que ver los pastores, porque hay un seguimiento de las personas a las que acompañan tras las rejas, y cuando salen en libertad; hay casos en los que hasta les han dado trabajo".

Sin embargo, algunas voces que piden reserva relatan que la policía suele brindar "beneficios" a los pabellones de "hermanitos", que no llegan al resto de la población carcelaria.

Pastores de varios cultos recorren los penales santafesinos. Al Instituto de Recuperación del Adolescente (Irar), llegan una media docena durante la semana. "Hay chicos que tienen interés en escuchar la palabra; y los pastores llegan allí como lo hacen otras actividades. Si quien llega es aquel que tenga buena intención para aportarle algo positivo a los jóvenes, que éstos tengan referentes y les signifique algo importante para cuando egresen, está bien", dijo Leiker.

El pastor Trasante habla de su labor como una vocación. Llega a decenas de jóvenes y adultos pesos. "La causa de mi hijo, yo la trato de la puerta para afuera (del penal)", dijo. Justamente, días atrás, Trasante se cruzó en Alcaidía con uno de los implicados en la causa de triple crimen. "Vos acá sos un varón por el que yo pongo mi corazón y mi pasión. Si el tipo que entró sale con la mente transformada, no vas a ser el mismo", le dijo al joven quien le abrió los brazos, reja de por medio.

Eduardo relata que hay presos que lo llaman "papi". "Ven que lo que hago busca que ellos sean liberados de todas las cuestiones con las que la vida los fue formando o deformando y que los llevó a tomar decisiones erróneas. La constante en la vida del que delinque, del que viola, del que mata, es la falta de afecto y de amor, pero es más que besos y abrazos, es la falta de una contención, de un padre y una madre que los tuvieron pero a lo mejor terminaron criándose en la calle. Escucho historias porque hay hombres que terminan abriendo su corazón, porque logro encontrar confianza sin la necesidad de estar a diario preguntándole a cada preso por qué está ahí. Cuando hay una apertura total que nos permite después ayudarlos, aconsejarlos, resistirlos en la situación que están viviendo", dijo sobre el acercamiento.

Para el pastor, "la falta de contención hace que muchos vivan un desequilibrio. Trataron de buscar un respaldo en gente que tuvo pensamientos nocivos para su vida y que los terminan contaminando; pero también hay gente que está presa porque salió a robar para comer", diferenció. Trasante consideró que "el 70 u 80 por ciento de la población carcelaria pasa por una falta de aguante, de amor, de consejo y eso los lleva a tomar caminos errados".

El religioso reveló que cuando visita a los detenidos, no lleva muchas cosas materiales. "Voy con todo el corazón, porque lo necesitan adentro y afuera. Muchos de los que salieron en libertad hoy están al lado mío. Les digo que no se limiten a sentarse en una iglesia. Cuando uno alcanza la calle tiene que enfrentarse a responsabilidades, compromisos, hay una olla que parar, hay pañales que comprar, hijos que mandar a la escuela, impuestos que pagar y otras cosas que hacen a la vida material y a relaciones interpersonales, que si la siguen caminando como antes, van a cometer los mismos errores", sostuvo. Y agregó: "El hombre que quiere cambiar, tiene que cambiar su manera de pensar, porque todas las decisiones nacen en la cabeza. Los que están presos hoy, lo están fruto de lo que pensaron, de una idea que tuvieron, de no haber medido las consecuencias. Esto nace en una necesidad que no supo encontrar otra salida".

Trasante sabe que hay aspectos que van más allá de los principios espirituales. "Si el que sale en libertad no tiene qué morfar, y no tiene una fuente laboral, tarde o temprano se le va a volver a cruzar la idea del delito. Nosotros estamos con esa ayuda integral, dentro de lo que podemos. Desde adentro estamos en la contención de palabras y consejos; pero afuera también estamos ayudando a paliar situaciones".

Consultado acerca de qué responsabilidades tiene la sociedad, el pastor consideró: "Tenemos una sociedad muy egoísta en la que todos estamos hasta que necesitamos la ayuda de alguien, y es cuando nos damos cuenta que hay otra gente que necesita de nosotros. Hay que trabajar en el corazón de la ciudad. Desde el corazón de Dios se puede dar otra oportunidad. Y si el hombre que sale, es un hombre de bien, que antes robaba y ahora labura; que antes mataba y ahora ama; que perdió a su familia y la supo recuperar, esa es una retribución", dijo.

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"Cuando logran sustraerse de los ambientes que los llevaron a delinquir dan un gran paso".
Imagen: Alberto Gentilcore
 
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