Sábado, 10 de agosto de 2013 | Hoy
CIUDAD › LOS VECINOS INGRESARON A SUS DOMICILIOS A BUSCAR DOCUMENTOS, PEQUEñOS ENSERES Y ROPA.
Contenidos psicológicamente y supervisados por técnicos especializados, los vecinos de las torres linderas a la catástrofe pudieron ingresar a sus domicilios para buscar valores, documentos y algo de ropa. Hubo claras muestras de angustia.
Por Lorena Panzerini
La angustia generalizada, tras la explosión del edificio de Salta 2141, se concentró ayer en la esquina de Balcarce y Catamarca, desde donde propietarios e inquilinos ingresaron a locales y viviendas de la zona de mayor riesgo, a buscar documentos, ropa y otros elementos necesarios. "No me quedó nada; perdí más de la mitad de las cosas, el cielo raso está arrancado", dijo serio Walter, quien entró a sacar ropa para sus hijas. Es que poco después de salir a trabajar el martes temprano, desde su departamento de Salta 2136 -frente al complejo incendiado-, recibió la noticia del estallido que estremeció a su mujer, quien bajó corriendo las escaleras con la beba envuelta en sus brazos. Como Walter, otras familias damnificadas volvieron a sus casas, tras el contacto que tomaron con la municipalidad, el miércoles. El operativo se realizó con dos asistentes por casa, uno técnico y otro social; además de los profesionales del equipo de contención, según indicó la secreataria de Promoción Social, Cecilia González. Hubo coordinación, taxis gratis y café caliente. "Estoy orgullosa de esta ciudad, porque es ejemplo de solidaridad", dijo la intendenta Mónica Fein.
Balcarce y Catamarca era ayer la esquina de las lágrimas, de los abrazos, y el respeto. Es que comerciantes y familias de toda la cuadra del edificio incendiado y semiderrumbado pudieron volver a sus locales y casas por escasos minutos, para recoger elementos básicos y necesarios, excepto muebles.
La zozobra y la desazón que genera la incertidumbre de no saber cuándo podrán volver a sus hogares o recuperar todas sus cosas, se pudo ver en cada rostro, en cada lágrima y cada abrazo. La autorización era para una o dos personas de la familia, quienes debían ingresar con elementos de seguridad, frente a los eventuales riesgos en la zona del desastre, sacar sus cosas y salir.
Del otro lado del vallado los esperaban los demás integrantes de la familia. Allí aparecían los comentarios, los llantos. Allí brotaba el dolor contenido. "Vine a sacar las cosas de mi sobrinita de dos años, mi casa (Salta 2146) no tiene vidrios, está todo lleno de polvo y arruinado", dijo Melina, quien con un bolso, una silla de bebé y un microondas esperaba que la pasaran a buscar por esa esquina en una camioneta. Mientras estaba sola, no podía parar de llorar.
El frío no daba tregua sobre el mediodía, mientras el sol se corría a la cuadra de enfrente. En el ingreso donde personal de la Guardia Urbana Municipal iba haciendo entrar a la gente, estaba parado Martín, solo, con una valija negra. "Vivíamos en Salta 2159 con mi esposa y mi bebé de tres días, que nació el sábado, nos dieron de alta el lunes y pasó una sola noche en casa. No estuvo ni 24 horas", lamentó. "Mi edificio es el que compartía medianera con el siniestrado, así que escuchamos el zumbido, pero creímos que era arena deslizándose de un camión, en la obra de enfrente. Al rato, la explosión y todo se llenó de tierra. Mi mujer le estaba dando la teta al bebé, así que lo cubrió en su pecho, y salimos".
Marisa se frota las manos mientras estira el cuello para alcanzar con la vista a sus hijas, que entraron a sacar ropa, un documento que no hallaban y un paff. "Somos tres mujeres, y vivimos en uno de los departamentos de Salta 2146. El miércoles pudimos entrar un momento y era un desastre. Sin vidrios, sin puertas y con trozos de mampostería del edificio que explotó, por todos lados", dijo con el rostro cansado. Triste.
En el turno de las 12 entraba Nadia, una joven estudiante de Comunicación Social que el martes despertó con una ventana en su cuerpo. Cuando se levantó de la cama, pudo ver "desde el hueco que dejó la abertura, gente cayendo del edificio de la explosión. No se puede olvidar de eso", relató una amiga que la acompañó, porque la chica no podía hablar.
Tanto Marisa como Walter, y otras personas, destacaron la asistencia y la contención de los agentes municipales y provinciales que acompañaron la dura tarea de volver a casa, a buscar "lo necesario". Esa casa que no es la misma desde el martes 6. Con el respeto que merecen los familiares de las víctimas y de quienes todavía no fueron hallados, otros relatos se preguntaban qué es lo necesario, frente a la pérdida del hogar. Más de uno, no sabía qué elementos tomar, frente a la conmoción que no termina.
Horas después, desde Oroño y Salta, el ministro de Seguridad Raúl Lamberto se refirió a esa gente y a los trabajos que hicieron en la cuarta jornada de búsqueda. "Les explicamos a los habitantes de viviendas linderas que van a tener que estar fuera de ese lugar por un tiempo, porque recuperar el funcionamiento de la cuadra no será sencillo. Entre todos vamos a ver cómo recuperamos la zona. Hay entendimiento de los vecinos", saludó.
Fein habló de un operativo "coordinado y escalonado" con gente de Defensa Civil, Protección Social y Salud Mental. Estamos acompañando a las familias en esta situación. Hace dos días que tienen un referente municipal que los está acompañando. Esto va a demorar lo que sea necesario. Los que no vinieron hoy, podrán venir mañana (por hoy). Los taxistas ofrecieron viajes gratis. La solidaridad es de todos lados".
Los vecinos de la cuadras del desastre tomaron como positivos los subsidios y créditos, y agradecieron tener dónde pasar los próximos días. Se ubicaron casas de familiares, amigos u hoteles. Ayer, volvieron a su barrio y no pudieron evitar manifestar su pesar, su esperanza y también su apoyo a los familiares de las víctimas. "Si vos supieras cómo está mi corazón", fue todo lo que llegó a decir una mujer a este diario, antes de soltar su llanto.
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