Domingo, 25 de mayo de 2014 | Hoy
CIUDAD › EL TRABAJO DE LA POLICíA DE PREVENCIóN BARRIAL
Por Sonia Tessa
En la intersección de las calles 5 y 8 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, muy cerca de la Terminal de Retiro, hay un destacamento de la Policía Federal Argentina. "Barrio 31", dice el cartel ubicado en el lugar donde pasan los colectivos que llevan a ese asentamiento irregular en el que viven más de 90 mil personas. Algunos pasillos son anchos, tienen piso de cemento o de baldosas, y permiten el paso de vehículo. Muchos otros son angostos, llenos de agua y barro, después de varios días de lluvia. Apenas se ingresa, sorprenden las construcciones en altura. Hasta cuatro pisos, siempre con escaleras caracol externa, y muchos balcones sin protección. La basura se acumula en distintos rincones. Al lado de la escuela de fútbol Papa Francisco, por ejemplo, hay cajones de verdura apilados, llenos de residuos. Hay negocios de comida peruana y paraguaya, un carrito vende pimientos y otras verduras. También se ven otro tipo de negocios, como veterinarias y muchos locutorios que ofrecen llamadas a "Bolivia, Perú, Paraguay". Son las 5 de la tarde, el frío penetra los huesos y los chicos empiezan a volver de las escuelas. Hay dos dentro de la villa. Una privada y otra estatal. Llevan sus mochilas y sus escarapelas. La comitiva de periodistas rosarinos, acompañados de funcionarios del Ministerio de Seguridad, camina tranquila por las calles. Lo más llamativo son algunos jóvenes que miran con curiosidad. Un chico de unos 13 años se acerca a pedir que le compren algo de comer. "No como nunca", argumenta. Mientras tanto, tres policías caminan entre los pasillos, miran atentos. A nadie parece sorprenderle su presencia. Siempre van de a tres. Forman parte de la Policía de Prevención Barrial, una fuerza creada hace dos años, que actualmente tiene 900 hombres, creada especialmente para asistir a los sectores urbanos sensibles, donde las carencias urbanas y sociales se acumulan.
El lugar llamado "el playón" es un punto neurálgico de la 31. Allí circula la gente cuando vuelve de trabajar, allí se concentran puestos de comida y otros negocios y allí también está la sede de Ansés, a la que periódicamente se suma el Tren Sanitario del Ministerio de Desarrollo Social. Y otro destacamento. La autopista pasa por arriba. En algunos casos, funciona como techo de las construcciones.
Al paso de los periodistas, una mujer pide ante cámaras la presencia de Gendarmería, muestra un petitorio. Es la única que prestará un poco más de atención a los caminantes. A cada lado se ven rejas, ventanas y hasta ventanillas pequeñas, de atención al público de pequeños emprendimientos, también enrejadas. "Tratamos de evitar que se enrejen los pasillos, porque genera mucho peligro para los propios pobladores. Lo hacen para sentirse más seguros pero eso puede terminar siendo una trampa, en caso de incendio por ejemplo", cuenta Javier Alonso, Subsecretario de Planeamiento y Formación del Ministerio de Seguridad, que hace de anfitrión en el barrio. "Uno de nuestros problemas es la basura. Se recoge tres o cuatro veces por día pero es tanta la densidad poblacional que siempre se acumula", agrega. Los camiones recolectores no pasan por el barrio. Varias trabajadoras del Ministerio "que desarrollan su labor en esa villa" agregan datos. "Cuando no existía presencia policial, la inseguridad la sufría sobre todo la gente del barrio, porque ni siquiera podían salir a trabajar ya que debían pagar un peaje a grupos violentos", indicó Mariana, una de ellas.
Desde hace dos años, el Cuerpo de Prevención Barrial trabaja en la villa 31, de Retiro. Depende de la Subsecretaría de Participación Ciudadana, a cargo de Agustina Propato. La actuación diseñada por esa Subsecrataría, que depende directamente de Berni, tiene tres "tres patas". "Por un lado, la coordinación de parte del ministerio de seguridad de las respuestas de las diferentes agencias del estado que tienen que ver con la prevención social, con las diferentes políticas sociales que se instalan aquí en el territorio con una respuesta especialmente diseñadas para favorecer el acceso a derechos de las personas que viven en estos territorios a políticas que tienen un alcance general para todos los ciudadanos", indica Alonso, quien cuenta que otra de las bases es "la participación ciudadana". "Necesitamos que los habitantes del barrio se involucren en la política de seguridad", agrega. Lo hacen con mesas de participación barrial. Y el último ítem son las "mesas de gestión interministerial, en estas mesas participan 7 ministerios que cumplen diferentes programas y de lo que se trata es de ver cómo elevar la calidad de vida de los ciudadanos y cómo mejorar la calidad de vida en el barrio". El funcionario aseguró que se han pavimentado pasillos, construido cloacas y otras obras de infraestructura, aunque aclaró que "la urbanización es un problema demasiado complejo que no lo podemos abordar desde el Ministerio" y también subrayó que es "responsabilidad del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires". El Ministerio de Seguridad coordina todas estas acciones con la presencia policial.
"Para trabajar con esta lógica tuvimos que armar un cuerpo especial de policía. Son iguales que el resto de los policías, tienen armas, salen de la escuela, pero fueron especialmente capacitados para trabajar con otras áreas de gobierno, para caminar por los pasillos del barrio, algunos son muy angostos y hay una alta densidad poblacional", explicó el funcionario.
Ese cuerpo especial, el Cuerpo de Prevención Barrial, trabaja en la 31 hace dos años. La clave es una palabra que se repetirá durante toda la visita: el trinomio. Los policías patrullan los pasillos de a tres. "Nunca pueden estar en inferioridad de condiciones", afirmó Alonso. En una actuación común, cuando un policía interactúa con un vecino, otro controla ese diálogo y el tercero está atento al entorno. Si hace falta, convocan a otros trinomios. El barrio está dividido en ocho sectores, y durante cada turno, hay al menos once trinomios patrullando. Uno por cada sector y dos de reserva, que acuden ante cualquier dificultad.
"Estos policías han sido preparados con una metodología de uso racional de la fuerza, donde se trabaja mucho la comunicación, la resolución de conflictos, la persuasión frente a la violencia y al delito y han sido preparados para que ante una situación conflictiva puedan desescalar la violencia. Nosotros necesitamos descomprimirla con estrategias dialogadas, de negociación. Por supuesto que, si hay un delito, una flagrancia, se actúa como actúa el resto de la policía. Y si hay una persona armada y hace falta usar las armas, la va a usar. Hasta ahora no hubo ningún enfrentamiento armado en el barrio", agregó Alonso.
La Policía Comunitaria recientemente instalada en Rosario trabaja en la misma lógica, y de hecho, recibió capacitación del Ministerio de Seguridad. El viernes, el Secretario de Seguridad, Sergio Berni, contó: "Justamente, hoy está la gente de capacitación del Ministerio de Seguridad en la ciudad de Rosario, trabajando con el Ministro de Seguridad, Raúl Lamberto y generando los mecanismos para crear un cuerpo de policía comunal o de prevención barrial, que ustedes habrán visto en la villa 31, un lugar donde hasta hace dos años no entraba ni siquiera una ambulancia, con una fisonomía y densidad demográfica muy superior a cualquier barrio vulnerable de Rosario", dijo Berni, y agregó: "Habrán visto a la policía trabajar en condiciones óptimas, la gente contenta, con total tranquilidad, sin tensiones que es lo más importante, eliminar las tensiones en los barrios, que es lo que produce los índices de violencia". Berni aseguró: "Aspiramos a que el Gobierno de Santa Fe pueda capacitar rápidamente al personal con la colaboración nuestra y que ese personal remplace las funciones de nuestra Gendarmería en el corto tiempo".
La tarde es fría, y empieza a lloviznar. Algunas mujeres salen apuradas de sus casas para entrar la ropa. Los chicos pasean, con un paquete de pororó en la mano. Las construcciones de ladrillos huecos, con revoques, se pintan de colores alegres. Hay verdes, fucsias, algunos amarillos. En cualquier espacio disponible, con varias macetas se arman un pequeño jardín lleno de flores. Los pasillos más angostos son puro barro.
Aunque hay miradas extrañadas ante la comitiva, la situación parece normal. "En este barrio, como en otros barrios, teníamos una presencia del estado por impulsos. La policía entraba para hacer un allanamiento, pero no para garantizar la seguridad de los ciudadanos. Había plazas donde habitualmente se comercializaba droga, donde se consumía droga y era ostensible la venga. Desde que llegó este cuerpo desde que la policía empezó a intervenir las 24 horas, se ha recuperado el espacio público para el ejercicio del derecho a la ciudadanía", dice Alonso.
La caminata sigue. Entre puestos de comida, pequeños almacenes y madres que circulan por los pasillos con sus hijos pequeños. En un costado, se ve un lugar donde varios niños buscan su merienda caliente. En otra vivienda, un pequeño altar para la virgen de Caacupé, rodeado de flores sintéticas. También hay pintadas contra la violencia hacia la mujer. Y muchos afiches del padre Mugica.
Para llegar a la capilla Cristo Obrero, donde misionaba el padre Carlos Mugica, hay que atravesar un puente peatonal en altura. Debajo de la autopista hay casas aún más precarias. La capilla es pequeña, allí descansan los restos del integrante del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo asesinado por la Triple A el 11 de mayo de 1974. Hay placas y fotos. Al lado de la capilla hay un contenedor convertido en Centro de Acceso a la Justicia. Delante de la capilla hay una cancha de fútbol, pintadas llenas de colores que recuerdan al cura cuya presencia es mítica en el barrio. Apenas detrás, con una mínima separación, hay contenedores con cargas portuarias. Una parte de la riqueza del país sale por ese puerto, pero las personas que viven ahí nomás, a pocos metros, sólo pueden verla de lejos. Como una película que les resulta ajena.
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