CIUDAD › UNA DE SUS HIJAS, RECUERDA AL OBISPO PAGURA
Federico Pagura no temía a la muerte, pero sí a una vida sin sentido, como solía decir cuando le recordaban su edad. Temor infundado el del obispo emérito de la Iglesia Metodista que ayer cerró los ojos para siempre y la ciudad que lo hizo suyo lo vela hasta hoy a las 14 en el Concejo Municipal. "Cuando nos dijeron de velarlo ahí, con mis hermanos aceptamos, si Federico ya no es sólo nuestro, es de todos", definió Ana Rita, su hija.
Este luchador constante por la paz y los derechos humanos tenía 93 años, y hasta los últimos días siguió atento adonde su vocación lo demandaba en cuanta actividad en pro de los derechos humanos hubiera, volviendo hasta entrada la madrugada a su casa de zona sur donde insistió siempre en vivir solo desde que enviudó de su compañera Rita Alegría. Un golpe en un pie sufrido hace dos años, y al que no le prestó atención, derivó en una complicación de salud que lo llevó el sábado pasado a que sus hijos tuvieran que hospitalizarlo con un cuadro infeccioso del que, por su avanzada edad, no pudo sobreponerse.
Luego del velatorio, sus hijos cumplirán su deseo de que sus restos sean cremados y sus cenizas depositadas junto a las de su esposa, en el jardín de la Iglesia Metodista de Laprida al 1400, donde ambos vivieron por años. Ayer el hall del Palacio Vasallo se pobló de personas de toda procedencia, dispuesta a despedir al hombre reconocido por todos. Allí mismo lo habían declarado Ciudadano Ilustre en 1994. Casi no hubo ofrendas florales porque Pagura había pedido que quien quisiera enviar una, donara el mismo valor a la comunidad Qom.
"Su legado es el compromiso con la vida, con el otro. Nunca aflojó, y nos llevó a todos. Como hija, hablo más allá de su dimensión política o religiosa. Desde chiquitos nos enseñó avidez por el mundo, con alegría, siempre predispuesto a celebrar la vida. Y una frase, entre varias, quizás lo resuma: la Biblia y el diario juntos, nunca uno sin el otro, es decir, que lo espiritual y lo social no deben estar separados", evocó Ana Rita.
Maestro y licenciado en teología había nacido en Arroyo Seco, pero con la crisis del '29, se mudó con sus padres a Rosario. Se ordenó en 1950 como pastor de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina, fue elegido obispo de Costa Rica y Panamá, y se involucró en mediaciones durante los conflictos armados de América Central. Fue el primer presidente, en 1978 del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI), e integró el Movimiento Ecuménico pro Derechos Humanos y la Apdh. "Un hombre de mucha pasión y entrega", lo definió Roberto Reano, su yerno.
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