Miércoles, 2 de noviembre de 2016 | Hoy
CIUDAD › DENUNCIAN VIOLENCIA POLICIAL HACIA DOS JóVENES DE BARRIO LAS FLORES
Tres efectivos amenazaron a dos chicos con "tirarlos al
río para que no cuenten más" y los llevaron al ex
Batallón 121, donde los obligaron a firmar un acta.
Por Lorena Panzerini
"Les metemos siete u ocho tiros y los tiramos al río para que no la cuenten más". Con esa amenaza, dos jóvenes de barrio Las Flores Este fueron advertidos para no denunciar una detención "ilegal" en la que fueron golpeados en plena calle y trasladados al ex Batallón 121, donde sufrieron abusos, apremios y los obligaron a firmar una falsa acusación por tentativa de robo contra tres policías de civil. Ayer, acompañados por abogados de la Asamblea por los Derechos de la Niñez y la Juventud, además de la concejala Celeste Leprati y el diputado Carlos Del Frade, presentaron la denuncia en la Unidad Fiscal de Violencia Institucional y Corrupción Policial, a cargo de Karina Bartocci.
El hecho ocurrió el jueves pasado, poco antes de las 17, pero se conoció ayer, cuando los jóvenes involucrados se animaron a denunciar. La acusación llegó un día después de que la policía provincial actuara con violencia en las puertas de la Dirección de Niñez, Adolescencia y Familia, donde un grupo de jóvenes reclamaba tickets de comida que el Estado debe garantizar (ver aparte).
Según relataron las víctimas del ataque, David (25) salió a buscar a su amigo Hugo (22), con quien se conoce de toda la vida. "Ibamos a tomar una gaseosa, pero nos dimos la vuelta porque no teníamos el envase, así que volvimos por Batlle y Ordoñez, casi Paraguay, cuando un auto frenó de golpe, bajó un encapuchado con un arma y me dijo `tirate al piso'. Era un VW Gol Trend blanco, de donde bajó uno; y un Fiat Palio gris oscuro, del que bajaron los otros dos. El encapuchado tenía una campera de Ñuls y un pasamontaña, ahí me empezó a pegar de la nada. Lo agarraron a él también (por Hugo), nos esposaron, nos metieron adentro del auto y ahí nos siguieron pegando. Salieron todos los vecinos y preguntaban por qué nos estaban pegando; y todos respondían cosas distintas: uno dijo que por resistencia a la autoridad; otro, que queríamos robar; el otro, que era un procedimiento. Nunca nos dijeron que eran policías. No sabíamos qué pasaba. Antes de subirnos al Palio paró un gendarme y no sé qué habló con ellos, pero se fue. Los vecinos llamaron a la policía, se bajaron, hablaron y se fueron también. Cuando ya estábamos en el auto, me empezaron a decir `dame el fierro, yo quiero el fierro'; y les dije que no tenía nada, ya me habían revisado entero. Nos robaron hasta los teléfonos", señaló David, que todavía tenía un ojo morado; y un dedo vendado.
La esposa de David, Sabrina, estaba desesperada y recibió un empujón de uno de los atacantes, pese a su embarazo de nueve meses, cuando se acercó a pedir que le dejen de pegar. "Los vecinos les pedían explicaciones, pero ellos no sabían qué decir. Ahí arrancaron y nos llevaron para el Batallón y en ese trayecto nos empezaron a decir que tuvimos suerte de que no nos agarraron de noche, porque sino no la contábamos. Que hiciéramos lo que ellos decían porque tenían en el auto medio kilo de faso, merca, que si no les hacíamos caso nos iban a meter eso para que vayamos directo a Ezeiza (por el penal federal). Nos hicieron firmar un acta en la que no sabemos qué pusieron, pero supuestamente que les quisimos robar a ellos. Nos ficharon". Además,
"cuando llegamos al Batallón estábamos solos con ellos tres y una señora; pero ellos se encargaron de hacer todos los papeles. Me decían que me quede tranquilo, que eran un par de horas y que terminando el turno de ellos, no íbamos. Nosotros creemos que eran de la PDI (Policía de Investigaciones). Mientras tanto nos amenazaban en un baño o vestuario, nos sacaban fotos, nos seguían pegando". Y les advirtieron: "Que no hiciéramos ninguna denuncia porque ellos son policías que trabajan de civil y que saben dónde vivimos; que como mucho a ellos les hacían un sumario pero que la placa y la pistola no la pierden, y que nos iban a dejar caminar tranquilos unos meses para después meternos siete, ocho tiros y tirarnos al río para que no la contemos más. Siempre les vimos la cara; incluso a mí me vieron el tatuaje de Rosario Central y me decían que me pegaban por ser hincha; la tenían conmigo", dijo David.
Hugo agregó: "Yo había llegado una semana antes de Córdoba y ya me tengo que volver, pero me voy a tener que quedar porque me están citando por esta causa. Soy herrero y él es tornero. Teníamos miedo por las amenazas, pero anoche terminamos de decidir que teníamos que denunciar esto, para que no le pase a nadie más".
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