Martes, 26 de diciembre de 2006 | Hoy
CIUDAD › LA HISTORIA DE CRISTIAN HORTON, QUIEN SOBREVIVIO A LA REPRESION DEL 76
Su padres militaban en Montoneros y tuvieron que abandonar Villa Constitución tras el Villazo. Se instalaron en Rosario y vivían en la clandestinidad. Su padre murió en junio del 76 en un enfrentamiento con la patota de Feced. Su madre se suicidó el 31 de diciembre del mismo año tras ser rodeada por la policía.
Por José Maggi
"Durante el tiroteo en el edificio ubicado en Balcarce 742 los subversivos arrojaron a un niño desde el octavo piso a tierra, presuntivamente hijo de una de las terroristas allí domiciliadas, al que envolvieron en un colchón para tratar de atenuar los efectos del golpe. El niño habría sido rescatado por los efectivos y hospitalizado de inmediato para salvar su vida". Esta es la crónica que el diario La Capital publicó días después del 31 de diciembre de 1976 cuando cinco militantes montoneros fueron cercados por la policía, que ante la resistencia armada llegó a dispararles con un proyectil "tipo bazuca". La historia guarda uno de los capítulos míticos de la resistencia armada en Rosario que hasta hoy es utilizado para tratar de probar "el gesto de desprecio de la delincuencia subversiva por la vida humana", tal como recogía la crónica de la época. Lo cierto es que jamás hubo un colchón, ni un chico arrojado desde un octavo piso. Asi lo cuenta su protagonista, Cristian Horton, quien por primera vez accede a una entrevista periodística. Hijo de Raúl Horton, delegado de Acindar y militante de la JP -asesinado en junio del '76-, y de María Cristina Lucchesi, maestra y alfabetizadora, Cristian Horton tiene 35 años. El 10 de enero cumplirá 36, y será momento de recordar su primer nacimiento, aunque tuvo otro: el del 31 de diciembre de 1976, no exento de dolores y recuerdo duros. Tan duro como el de pensarse con su cinco años herido en su vientre y en sus piernas por una granada junto a su madre Cristina Lucchesi, en Claudia Omar quien llevaba un hijo de cuatro meses en su vientre fruto de su relación con el padre de Cristian y Ana María Teresa Drago, quienes no quisieron ser capturadas con vida y decidieron arrojarse desde las alturas, en un vuelo a través de una de las ventanas que aún hoy está en la memoria de Cristian. Esta es su historia.
-¿Quién era tu padre?
-Mi papá era Raúl Horton, delegado de fábrica, un muchacho joven que tenía al momento de su muerte 27 años. Entro en el 70 en Acindar, y era un militante político miembro de una juventud que tenía mucho que ver con lo que pasaba en el país, muy militante y activista. Esto tenía que ver con el peronismo de los años '50 que incentivó a la juventud a trabajar en política y a comprometerse. Era un trabajador de la fábrica motivado por lo que es Villa Constitución, bastión de la lucha obrera del país, y era además hijo de un fotógrafo muy conocido de Villa Constitución, y por tanto conocido en el pueblo.
-¿Y tu madre?
-Mi vieja era María Cristina Lucchesi, tenía 24 años al momento de morir y era una chica que se había recibido de maestra, hija de obreros. Mi abuelo era operario en el ferrocarril que en Villa Constitución significaba una de las raíces más fuertes junto a las fábricas porque nació y le dio crecimiento al pueblo. Mi abuelo era en los años '40 o '50 un trabajador de los privilegiados, porque trabajar en el ferrocarril era muy importante para la clase trabajadora. El ferroviario tenía uno de los mejores ingresos. Mi abuela era modista, hija de una familia muy humilde, gente de campo con 18 hermanos que se había criado en la miseria total, y que a partir del trabajo habían encontrado la dignidad del ser humano. No eran nada más que laburantes y se crió de ese modo. Estudió con los esfuerzos de su madre, porque mi mamá se quedó sin padre a los siete años. Mi vieja conoció a mi viejo a los 14 años, y lo sé porque en la foto de los quince años mi viejo ya estaba dando vueltas. Se enamoró de él, desde un primer momento fue el amor de su vida. Y creo que producto de ese amor lo siguió en todo momento y bajo cualquier circunstancia. A la par de mi viejo se fue enganchando con lo que él estaba viviendo, en lo que a él le pasaba, y así fue conociendo la militancia y se integró dentro de esa cuestión, y llegó a hacer capacitación en las villas de Villa Constitución.
-¿Qué recuerdos tenés de tu mamá?
-Recuerdo que daba clases en la escuela N° 500 del barrio Talleres, el más viejo del pueblo. Yo la veía todos los días, porque vivía casi enfrente de la escuela y me pasaba a la casa de mi abuela y la miraba por la ventana del salón dando clases.
-¿Donde militaban?
-En la Juventud Peronista en lo que respecta a la cuestión política, después a los dos años de estar trabajando en fábrica mi padre comenzó su actividad gremial y fue elegido delegado, siempre con el compromiso de la militancia. En Villa Constitución ya habían existido importantes movimientos sindicales y gente como Alberto Piccinini, con quien militaba mi viejo. Ahí comenzó la historia más conocida de mis padres.
-¿Dónde los encontró el golpe de estado del 76?
-En marzo del 76 en Villa Constitución ya había bajado la represión, y había pasado digamos lo que fue la prueba piloto de lo que vendría el año siguiente en todo el país. Es entonces que mi viejo el 20 de marzo de 1975 ,cuando empieza la represión en Villa, se tiene que escapar y desaparecer de la vida pública, y empiezan a ser perseguidos, por lo que nos venimos a Rosario. Así que cuando llega el golpe del 76 estábamos viviendo en esta ciudad. A pesar de esto mi viejo iba y venía a Villa, ya que con los años desde la JP había llegado a Montoneros. Era un activista y uno de los pocos que no cayó preso ese día, siendo un cuadro sindical de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) durante el Villazo en el '74. Por eso luego de la feroz represión que llega en 1975, mi viejo comienza la vida clandestina.
-¿Cómo era vivir clandestino?
-Con el tiempo fui entendiendo lo que pasaba, pero era tener otro nombre, era tener teñido el pelo de otro color, era no ver a la familia y no tener un lugar firme. No tengo muchos recuerdos familiares de chico porque la integración con la familia no existía, era de contrabando, era clandestina.
-Cómo era tu núcleo familiar?
-Eran papá, mamá y yo, además de una tía que vivía en Santa Fe y otro tío en Villa Constitución.
-¿Qué día naciste?
-El 10 de enero de 1971.
-¿Y decís que tuviste un segundo nacimiento?
-Sí, y necesité tiempo para verlo, y analizar lo que me había pasado. Inmediatamente después del 31 de diciembre del 76 viví dos años muy feos con una tía, y después fui a vivir con mi abuela materna en Villa, que me crió de una forma muy especial: yo no percibía nada porque me protegió de todo el mundo que me rodeaba. Era como vivir dentro de una cápsula, en un caja de cristal donde no se hablaba del tema y no convivía con lo que me había pasado. Lo digo sin críticas, pero es lo que pasó. Recién puedo ver mi historia cuando a los veinte años empiezo a trabajar y soy más grande. Empiezo a hacer una síntesis y a recabar datos y empiezo a descubrir todo esto.
-¿Cómo fueron los días previos al 31 de diciembre del 76?
-Recuerdo que íbamos de un lugar para el otro, teníamos una casa cerca del cementerio La Piedad. Era un barrio humilde con zanjas y calles de tierra. También me acuerdo que mis viejos no estaban juntos pero se seguían viendo, recuerdo a los compañeros de la organización, la célula que iba escapando o realizando algunas actividades. Me acuerdo también de mi vieja con el pelo teñido de color negro, cuando era una colorada muy fuerte, era una zanahoria. Me acuerdo que mi viejo tenía que usar el nombre de Cristian Rodríguez, y no Horton, y después la etapa de la muerte de mi vieja cuando la matan y el asesinato de sus compañeros. Ese día arrancaron con un balacera a las 4 o 5 de la mañana. El edificio era el de Balcarce 742. En ese momento vivíamos ahí, a mi viejo lo habían matado el 27 de junio de ese año, en un enfrentamiento con la policía, donde lo hieren y se queda a cubrir a dos compañeros. El mata a un cabo, pero lo matan. El que lo termina de ejecutar es el mismo (Agustín) Feced. Uno de esos compañeros está vivo y vive en la provincia de Santa Fe.
-¿Cómo fue ese enfrentamiento?
-Los identifican cuando iban en una camioneta, y se fugan, pero en un momento se tienen que bajar (en Italia al 3500), y quieren huir por atrás de una panadería. Ahí, mi viejo se queda detrás de un tapial protegiendo a sus dos compañeros, algo que no le correspondía, pero que el compañerismo le hizo decidir. Y quedó en el camino.
-¿Y qué pasa el 31 de diciembre del '76?
-Previo a ese día caen algunos compañeros, y quizás torturados alguno habló y cayeron varios grupos. Eran las 4 o 5 de la mañana y me acuerdo que estaba amaneciendo. En ese momento recuerdo estruendos y balas, el típico ruido a armas.
-¿Quiénes estaban en el departamento?
-Eran tres chicas y dos muchachos. Teresa, Claudia y mi mamá, además de Daniel Hugo Cambas, "Cachito", y Juan Pablo Arnolt, "Sergio"). Me acuerdo de los muchachos cubriéndose y sus manos manchadas de sangre. Me acuerdo que levantaban los colchones para hacer trincheras, y me acuerdo que me habían metido contra una pared donde había como dos columnas para estar cubierto porque las balas venían desde todas las ventanas, entraban por todos lados, había policías en los dos edificios linderos. Mucho estruendo y mucho humo por el gas lacrimógeno, me acuerdo los insultos y las puteadas como 'milicos hijos de puta'. Hasta que en un momento me hieren y uno de los muchachos pide la voz de alto el fuego, porque yo estaba herido, me había pegado una esquirla de granada en la panza, en el pecho y en la pierna. Yo tenía cinco años. Los muchachos me agarran con sábanas, me envuelven y tratan de ajustarme para que no pierda sangre, y la policía por un instante para de tirar, y cumplen el alto el fuego. Así que salgo caminando por la escalera y me agarra una señora que vivía en uno de los departamentos de abajo, que tenía un perrito chico lanudo blanco y me mete debajo de una cama, hasta cuando terminó todo. Ahí me suben a un jeep que tenía la policía color celeste, y me llevan al Hospital de Niños. Me acuerdo que era un día de lluvia, nublado.
-Es una historia inventada lo del colchón entonces...
-Es un mito que me tiraron en un colchón. Tengo los recortes de diarios de entonces, y además se decía que habían tirado a las mujeres por las ventanas. Y la verdad es que para mí no hay diferencia: si se tiraron o las tiraron (sus compañeros) porque que no debe ser fácil tener el valor de tirarse al vacío. Lo que estoy seguro es que mi vieja andaba todo el dia con la pastillita (de cianuro ) dentro de la cartera. Y me acuerdo que siempre decía "si me agarran los milicos yo me mato antes, porque no me voy a dejar torturar ni me voy a dejar tocar". Así que si alguno cree que estos muchachos son más o menos jodidos porque las tiraron o no, a mí no me cambia la opinión que tengo de ellos, creo que es una circunstancia, porque ellas tenían muy claro que no querían llegar a las manos de la policía, y que antes se suicidaban o se hacían matar. Después los matan a ellos también, el grupo cae completo ese día.
-¿Qué pasó en el hospital de Niños?
-Recuerdo que hasta que llegó mi familia había una doctora que no podía tener chicos que quería llevarme con ella. Tengo entendido que un policía también quería llevarme, a pesar de que era un chico grande, tenía casi seis años. Me acuerdo de la recuperación, de despertarme y tratar de caminar y de los mareos de los primeros pasos. Mi familia me encuentra rápido y me voy con mi tía paterna, que perdió a su marido un año después por su militancia política.
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