Lunes, 20 de agosto de 2007 | Hoy
CIUDAD › VECINOS DE NUEVO ALBERDI CONTRA LA ESPECULACION INMOBILIARIA EN LA ZONA NOROESTE
En marzo, hubo hasta dos metros de agua en sus casas. Ahora, ante la canalización del Ibarlucea, la firma Aldea pretende comprar los terrenos para levantar allí un barrio cerrado.
Por José Maggi
La historia parece repetida: una obra pública en desarrollo que cambia radicalmente la geografía de un barrio y dispara las apetencias inmobiliarias sobre la zona. Mientras, el Estado que costea esas obras asiste inmóvil ante las estrategias de los inversores, que no ahorran esfuerzos para quedarse con esas tierras. Esto es lo que ocurre hoy en Nuevo Alberdi Oeste, barrio que hasta hace pocos meses tuvo dos metros de agua en sus calles y que hoy es el centro de una controversia de una sociedad dedicada a la construcción de barrios cerrados -Aldea- que se disputa la tenencia de las tierras con vecinos que desde hace 20 o 30 años viven en el lugar. Así, la obra que apostaron que cambiara sus vida -la canalización del Ibarlucea- no podrán disfrutarla: un nuevo countrie promete ocupar ese lugar. "El barrio está viviendo el silencioso desalojo del mercado, porque el barrio no va a desaparecer con policías ni grandes operativos, sino que el privado viene y lentamente va conformando y arreglando con cada vecino, a veces engañando para que se vaya, para darle paso de inmediato a la maquinaria pesada que rápidamente, hace desaparecer las casas, sin dejar nada en pie". El que habla es Juan Monteverde, quien junto a otros treinta jóvenes trabajan en el barrio construyendo su nuevo centro cultural, aunque en el fondo sean las nuevas formas de resistencia. Juan convence con este relato: "Hace unos días vinieron y convencieron a una familia, les dieron la plata e inmediatamente cruzaron al otro lado del canal, y compraron otra propiedad allí para asentarse. Inmediatamente llegó la topadora y tiró todo lo que había en pie en la casa".
El joven militante de Giros advierte así sobre el fenómeno que se está produciendo. "La gente se termina amontonando al otro lado del canal, en la zona urbana, huyendo de la zona rural que compra esta empresa. Asi que no solo se ve perjudicado el vecino sino que el problema del asentamiento se sigue acrecentando, porque esta gente que con la plata que le da el privado no puede recuperarse y comprarse realmente una casa y afincarse, sino que repite las mismas situaciones que tenía antes. Sus estrategias de supervivencia son diversas, y las acomoda a sus posibilidades".
Pero entre quienes resisten y quienes deciden irse ante el temor que les dispara un contrincante con vastas posibilidades económicas y legales, se destacan las familias que viven de los hornos de ladrillos y de la cría de animales, que necesita estas tierras, "y por eso quieren quedarse" relata otra militante activa de Giros, Caren Tepp.
La joven desnuda parte de las estrategias que hasta hoy ha desplegado la empresa inmobiliaria. "Lo que hacen es un trabajo territorial importante, de visita casa por casa ofreciendo un monto de dinero, o una oferta de trabajo. Es decir esta gente estudia caso por caso, y trata de resolverlo según sus necesidades".
En este universo la empresa despliega todo tipo de seducción: cooptó a algunos vecinos a quienes entusiasmó ofreciéndoles pagarles el mismo dinero que ellos acuerden como monto de la venta a los vecinos indecisos de irse. También cambian a los intermediarios de acuerdo a cada vecino: asi rotan entre quienes ofrecen un acuerdo y otro.
Van algunos ejemplos:
Juan tiene sesenta años, hace veinte años que vive en el lugar y tuvo un metro y medio de agua en su casa poco más de 30 días. Su propiedad está a unas tres cuadras del canal Ibarlucea. Fue uno de los visitados por el "representante" de la empresa, que le ofreció pagarle "9 pesos por metro cuadrado si tenía el título de propiedad", cifra que desciende a 5 pesos en caso contrario. La oferta es en efectivo y en el momento.
-¿Que le dijeron que quieren hacer con estas tierras?
-Un countrie club.
-¿Y usted que quiere hacer?
-No quiero quedarme porque la última inundación me tiró todo abajo. Perdí casi todo, lo que salvamos fue un poco de ropa y un televisor, el agua vino de golpe. En una hora y pico teníamos un metro y medio de agua.
-¿No vale la pena quedarse?
-Sí, vale la pena, porque ahora están haciendo los canales y esas obras. Pero hay que ver a costa de qué cosa nos podemos quedar.
-¿Tiene miedo que lo saquen por la fuerza?
-Sí, puede ser. Es que la plata de ellos es lo que hace la fuerza. Porque es asi: son gente de plata y negocian entre ellos.
-Si pudiera hablar con el intendente Lifschitz, ¿qué le pediría?
-Que nos dé un apoyo a las personas que vivimos en este barrio. La mayoría somos gente de trabajo, no es gente que anden ratereando, robando. Le pediría que nos de una mano, que haga figurar a esta gente humilde que vive acá. Y que diga que nos va a dar una mano. Entonces yo me quedaría.
-¿Si la Municipalidad lo apoya usted se quedaría?
-Por supuesto.
-¿Y sus vecinos piensan igual?
-Creo que sí porque si te ves apoyado por alguien hacés fuerza. Es más tengo comprado ladrillos y cemento para hacerme una casa: y no lo hago porque no se si el día de mañana vienen y me tiran todo. Y me sacan a la calle. Y no estoy solo, tengo a mi señora, y a mi hija que tiene un par de chicos. Eso también se lo pediría al gobernador.
A metros de la casa de Juan, vive su cuñado Francisco Arnal de 66 años. Tiene un vistoso cartel en el ingreso a su casa que resume su estado de ánimo: "Vendo todo". "Me quiero ir, me robaron. Hace 17 años que vivo acá" reconoce Francisco, que sufrió curiosamente en los últimos tiempos la visita de los amigos de lo ajeno. "El robo fue raro porque me cortaron las cadenas, con herramientas, y me dejaron sanos los candados".
Francisco cuenta que también fue visitado "por la gente de Aldea. Me ofrecieron que le venda la tierra, en 6 pesos el metro cuadrado, y yo tengo ganas de venderle".
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