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Néstor Negri es el sacerdote de la Parroquia Nuestra Señora de Itatí, situada en el centro del barrio, frente a la plaza homónima. A él y a los tres feligreses que presenciaban su misa el sábado 2 les tocó observar atónitos cómo un chico entró corriendo a la iglesia, perseguido por un policía que acabó atravesándolo de un tiro en la ingle cuando estaba acorralado. La versión policial dice que el muchacho tenía una pistola y que intentó disparar contra su perseguidor.

Ahora, el solcito matinal del 9 de julio preanuncia la jornada alegre que habrá en la parroquia. Además de la fecha patria, es la fiesta patronal, y Negri con sus colaboradoras preparan un locro popular.

"Los chicos aprenden lo que les enseñamos. La sociedad les demuestra que trabajando no se progresa, que si trabajás te explotan", señala Negri. Una explicación del término que en la jerga carcelaria denomina como "gil laburante" a todo aquel sujeto -vecinos incluso- que trabaja a diario.

"La sociedad -prosigue el sacerdote en diálogo con Rosario/12- entiende que el progreso es el incremento de la capacidad de consumo, y que esa forma de progresar la consiguen otros sin trabajar. Y no son necesariamente delincuentes, sino aquellos que tienen un talento deportivo o artístico. Los chicos aprenden eso".

Negri apunta que el otro lastre es el tránsito abrupto de la niñez a la edad adulta, sin adolescencia. "Cuando son padres y madres a los 16 años ya cargan con responsabilidades de adultos, y no lo son. Esa etapa que les faltó quemar también hace que la violencia vaya aflorando. Eso, y la pérdida de valores, la intolerancia que predican los medios de comunicación, hacen el resto", analiza el clérigo.

"Ese saber cómo desear pero no poder tener -concluye Negri- es una violencia que sufren de chicos, y que a medida que se van sintiendo fuertes se van desquitando e imponiendo por sus medios. Y a veces, lo terminan pagando caro".