Viernes, 15 de enero de 2010 | Hoy
Tapizadas de purpurina, protegidas de lo que venga por sus pestañas enormes, envueltas en todo tipo de materiales y agraciadas por un generoso polvo volátil, las drag queen, que fueron furor en los ’90, regresan a la escena porteña con renovados brillos. Isis, Charly, Fiona, La Diabla y Towa reflexionan en voz alta sobre cómo es la vida y obra de una drag de carne y hueso, aquí y ahora.
Por Juan Tauil
El gusto por vestirse de mujer viene de lejos. Según los entrevistados para esta nota, viene desde la infancia. Según los historiadores, se remonta por lo menos a la Antigua Roma. En las culturas precolombinas aparecen muchachos con atuendos femeninos, y en la India, tanto la milenaria como la actual, ciertos hombres vestidos de mujer reciben reverencia religiosa. Lo cierto es que las drag queen, término cuyo origen es bastante incierto, entran con tacos y por la puerta grande a la cultura Glttbi. Tuvieron un lugar protagónico junto con las travestis en la revuelta de Stonewall, tiempo en que el closet era el espacio familiar para gays y lesbianas, y a su vez un lugar imposible para quienes llevaban en la cara, en la ropa y en las plataformas, una bandera –o un estigma– queer. Son la cereza de la torta camp y un punto obligado de la noche diversa. El primer boliche en Buenos Aires que contrató drags fue El Dorado. Es memorable la fiesta de disfraces donde La James y Cristian Dios recién empezaban y parecían dos chicos con harina en la cara, peluca de Once y un labial color “madre”. La vuelta de las fiestas del Club Namunkurá reponen cetro y corona a las drags, que fueron furor en los ‘90. No necesariamente un hombre vestido de mujer nos dice algo sobre una identidad sexual. Mucho más nos dice sobre la identidad de quien las mira. Según Charly, una de las drags más expertas del grupo, “el chongo se siente atraído por un hombre vestido de mujer porque se deslumbra con tu parte femenina. Hay gays también que flashean y quieren algo con nosotras. Y este fetiche no tiene que ver con el nivel cultural o social: es un gusto y punto. También tenés que saber que hay drags hétero y bi. Xerxes, por ejemplo es una drag que salía con chicas. Su novia, Lilitu, era una chica muy bella que se montaba y salía con nosotras. La Negra también: ¡es mujer, pero es re drag! Para ser drag te tiene que gustar ser el foco de atención y ser muy estético y vanguardista”.
Si alguna premisa hay que recordar a la hora de entrar en el universo de las drags, es que no existen las drags tímidas y que no hay preguntas indiscretas.
La Diabla: –Yo lo hice porque me lo pidieron mis amigos. Cuando me decidí, en 2006, fui a la Namunkurá. Siempre salí mucho, me encanta la noche. Desde aquel primer día me visto todas las semanas. Pero siempre trabajé de otra cosa, no me dedico únicamente a esto.
Charly: –Empecé en los ‘90. Siempre tuve un look andrógino, me depilaba las cejas, pero no me vestía de mujer. Siempre me resistí a la estética travesti porque no me identificaba con eso. Conocí drags de afuera y me di cuenta de que podía cambiar, mutar sin llegar a lo chabacano o lo vulgar, y hacerlo con fines artísticos. Empecé en los carnavales de Bunker y en fiestas de amigos donde todos se disfrazaban. Eso era a mis 15. Cuando tenía 17, Miguel Berriós me llamó para trabajar en IV Milenio bailando “Vogue” de Madonna, que era lo que yo venía haciendo en Bunker pero como Club Kid (esto es, un chico que sale mucho de noche, me ponían una luz para mí y todos esperaban que bailara la coreografía).
Fiona: – A mi siempre me gustó la ropa, el glamour, lo estético...
Isis: –Empecé en el Morocco, en 1997. De chico me gustaba jugar a la Mujer Maravilla, mariconear... Y a los 16 me gustaba vestirme, verme femenina. A los 20 empecé a montarme profesionalmente. Me puse un catsuit tipo Gatúbela, pero con auriculares enormes. Fue en El Cielo, una montada con prensa y todo para el bestiario de la revista DMode. Hice el desfile de las escalinatas con Miuki Madelaire con La James y Elvira.
Towa: –Empecé en el ‘94, ‘95, en lugares como El Morocco, hasta que cerró. Yo fui, como Isis, “Sushi Drag”. Me monté accidentalmente. Una noche estaba en la puerta del Morocco y las chicas, amigas que cocoreábamos juntas, conocieron a unos periodistas alemanes que buscaban gente para una nota. Cuando llegué a la entrevista me dijeron que era para gente montada. Afrodita me dijo que tenía ropa de Isis y como ella no venía, me la prestaba. Isis vino al final y me maquilló divina.
Charly: –Podemos ser gogo dancers, modelos, trabajar de musas de artistas, aportar ideas para producciones fotográficas, ser anfitrionas de fiestas, diseñar ropa... Con nuestro look tenemos un abanico de posibilidades de trabajo y expresión.
Towa: –Mi trabajo va desde hacer corsetería para un amigo diseñador de San Pablo hasta ser DJ en el Club Namunkurá y en Kim & Novak, donde pongo mucho house y electro de los ‘80 y los ‘90.
Isis: –Yo, por ejemplo, estuve en un grupo llamado “Las Traviesas”, una especie de Las Primas travestis. Ibamos a las bailantas, todo un ejercicio teatral. Ahora me dedico más a la realización, colgué los tacos por un tiempo. Lo último que hice como realizador fue Aves del Paraíso, el libro de fotografía de Gaby Herbstein.
Isis: –La diferencia entre drag y travesti es que las drags tenemos un poco más de vuelo, en el sentido que imitamos a un personaje de fantasía, que va desde una top model hasta una mujer del futuro con tetas con drenajes, caños y plataformas. Las trans se sienten mujer, pero yo me siento personaje con un poco de los dos. Cuando conocí a mi pareja, hace 13 años, me tranquilizó cuando me vio de chico, no me da estar montada todo el día. Con las chicas, cuando nos dragueábamos, decíamos que éramos transformers.
Charly: –El hecho de haber descubierto cuál era mi identidad tan chico potenció mis habilidades. Antes de entrar al ambiente pensaba que yo tenía algo malo; después empecé a encontrarme a mí mismo, dentro de lo lúdico. Nunca dejé de jugar. Yo vivo de esto, me encanta lo que hago, el draguearme es mi manera de vestir y de ver la vida: soy Charly Darling que se viste de drag queen. De día es un chico mariquita y de noche me produzco.
Fiona: –Yo soy de Misiones, empecé muy chico, estudiando teatro. No me sentía cómodo vistiéndome de varón, siempre me gustó producirme. Un día, mi profesor de teatro me dijo: “Estas son drag queens, esto es lo que tenés que hacer vos”. Y me mostró una foto donde estaban La James y La Baronesa. En uno de mis viajes a Buenos Aires coincidí en un restaurante donde La James trabajaba de hostess. Me vio y en el acto empezamos a charlar. Al mes de quedarme aquí ya estaba trabajando con ella y con Charly, a quien ya conocía de cuando iba a bailar a Bunker en mis vacaciones en la Capital.
La Diabla: –Siempre, de chico o dragueada, trato de ser diferente, de usar accesorios o ropa que me separe del resto, llamar la atención. Con mis 2 metros 15 ya salgo de lo normal.
Towa: –Yo me maquillo primero los ojos, después sigo con toda la cara. A veces me pinto con purpurina en los párpados y me tapo las cejas con “special plastic” de Kryolane, para tener un buen arco para usar sombras tipo pomada, bien pastosas. Uso varios colores en cada producción. Me gustan mucho las pelucas, pero ahora uso más apliques. Como ahora tengo rapados los costados, los uso porque son más frescos. El fin de semana me puse una peluca entera y salí del boliche como si saliera de una pileta. Para la drag es terrible el calor de los boliches en verano, la base es como tener una media Silvana en la cara. A eso sumale la peluca, por eso es que somos flacas de cara las drags.
Isis: –Una sesión de maquillaje empieza con los productos Kryolane, que tienen una base muy cubritiva y están en todos los tonos que se elijan. Lo mejor que hay es depilarse las cejas, pero se las puede tapar. Igual adoro las cejas tipo Dietrich. Uso unas pestañas enormes que con una peluca enorme te achican la cara. Para tener más cola y más caderas llegué a usar cinco pares de medias sobre estructuras de gomaespuma –los famosos “panchos”– para disimularlas. El toque de excentricidad siempre tiene que estar: tocados de cintas de casete, peinados con moldes, alas...
Towa: –No miro revistas de moda, ni ideas de Internet. Lo que se me ocurre me lo pongo. En Namunkurá nos tiran algunos dress codes (códigos de vestimenta) como por ejemplo “playa”, “hot jeans”, “flúo”... La feminidad está en la actitud, porque hay veces que me pongo cosas masculinas y soy sexy igual. Si no acompañás a todos los accesorios con una actitud, sos un hombre vestido de mujer.
Charly: –Con Fiona trabajamos con Ru Paul cuando vino a hacer un show en Bunker. Desfilamos Supermodel, recuerdo que una marica mala me desató el corset y salí como sujetada en todas las fotos, un espanto. Ella es la más comercial; hay otras más talentosas como Leigh Bowery, Divine –la de las películas de John Waters–, Amanda Lepore...
Isis: – Yo me nutro de Ginger, de Alien, siempre me gustó. Una dama antigua alienada, una muñequita con una prótesis de media cara que simulaba los labios abiertos en cruz que mostraban los dientes. Soy muy chonga: cuando hago mis personajes, uso variedad de materiales, como materiales de dentistas, trabajo con plomo, materiales para soldar... Reciclo todo lo que me llega a mis manos. Yo hago pelucas; una vez hice una foto con Nora Lozano, donde estoy con mi madre, ella pelada y yo con una peluca que hice con su pelo.
Charly: –Buenos Aires me nutre. Nuestro trabajo sólo es posible en las grandes ciudades, estimulantes y con gente que te consume como hecho artístico. No podríamos vivir sin la mirada del otro.
Fiona: –En Posadas, donde la gente todavía tiene que abrirse un poco más a lo nuevo, yo siempre pude ir montada a las discos. Todos me conocían allá. Miuki Madeleire fue una de las primeras personas que se fijó en mí y me hacía participar de sus desfiles. A pesar de vivir allá siempre estuve a la vanguardia de la moda, de lo nuevo, nunca me sentí parte de esa sociedad, no encajaba.
Charly: –Y con represión también. No podíamos salir vestidos de mujer en los ‘90 por esos dichosos edictos policiales que te prohibían hasta depilarte las cejas...
Fiona: –Sí, por cualquier cosa te podían meter preso por averiguación de antecedentes hasta 24 horas. Teníamos que tomar los taxis rápido y meternos para que la policía no nos viera. Nunca me pasó de ir presa porque teníamos estrategias...
Charly: –Me acuerdo de Moralidad, que se llevaban a las putas, a las travas, habían razzias que te prendían las luces y salíamos todos como ratas y nos teníamos que sacar el maquillaje. Tenía su costado divertido. Te digo, por ejemplo, una marica montada con un miriñaque que no entraba en el patrullero y la tenían que meter a presión, como con fórceps. La gente cambió mucho desde los ‘90 hasta ahora y mi teoría es que tiene que ver con los tipos de drogas que se consumían en ese momento y las que se consiguen hoy. El éxtasis hizo que las personas miren la noche de otra manera: se bajan de las plataformas, dejan de lado el glamour y las plumas, y se toman tres bichos y usan zapatillas y ropa de gimnasia. También repercutió en lo social: uno podía bailar, charlar...
Charly: –Claro, era un club de amigos. Uno hacía vida social y no era una masa de gente bailando al ritmo del dj de turno. Ya no hay lugar para las personalidades, para lo distinto: ahora la homogeneización es lo que manda. Igual, algo que pinta los ‘90 era la proliferación de los new richs: recuerdo fiestas en departamentos en Avenida del Libertador, los eventos de Javier Lúquez, cualquier noche en el Ave Porco, pizza con champagne...
La Diabla: –Los suburbios divertidos de los ‘90 se fueron popularizando, masificando. A mí me toca trabajar en el siglo XXI, que tiene cosas muy lindas...
Charly: –Los ‘90 eran más adrenalínicos, desaforados; ahora es todo un poco más calmo. Ojo, por ahí los chicos de 18 o 19 años lo están viviendo ahora, no lo sé.
Fiona: –Mis padres se separaron cuando tenía 8 años. Siempre fui un niño muy malcriado y siempre hice lo que quise. Tengo ese privilegio. Mi mamá me quiere mucho, toda mi familia me acepta... ¿Te acordás, Charly, cuando viniste a mi casa? Fuimos a un desfile en Posadas y ahí conoció a toda mi familia: todo muy bien.
Towa: –Mi familia, mi padre, sabe que laburo de esto, que desfilo, que hago hosting... El sabe que es un trabajo. Me manejo sola desde los 14, viví con hermanos, después con amigos... no rindo cuentas a nadie. Nunca estuve en pareja; intenté estar de novia, pero no duré ni un mes porque él empezó a montarse y la única que se monta en casa soy yo.
Fiona: –Hace dos años que estoy con un chico, y vivo con él. Lo conocí trabajando, él me perseguía por todos lados hasta que me conquistó. Siempre fui de tener noviecitos. En cuanto a los levantes en épocas de soltera, aprendí que los chicos ya saben lo que quieren cuando están con una. En mi caso yo no soy muy diferente de día y de noche, la diferencia es que de noche estoy mucho más producida. La primera noche que salí con mi chico fue muy importante para mí: estuvimos en el programa de Susana Giménez bailando con Gloria Trevi y después salimos los dos solos... fue memorable.
Charly: –Igual, los hombres compran el producto que vos ofrecés; muy pocos te aceptan en la otra faceta, la faceta de mariquita diurna. Te tienen que conocer mucho o no les tiene que importar. Igual esto está cambiando un poco ahora. Cuando recién empecé era mucho más marcado lo de ser un fetiche para el otro de noche y que al otro día ya no quieran saber nada. Mi look de hoy, por ejemplo, no les atraería a los chongos; buscan algo más banal: peluca rubia y minifalda.
La Diabla: –Desde la primera vez que me monté tuve éxito con los hombres.
Charly: –Los levantes generalmente son en los after hours o boliches hétero como Bahrein o Clubland. La calle también provee mercadería masculina, chicos pícaros que quieren probar cosas nuevas. Los taxistas son bastante mirones, hay que decirlo.
Charly: –En mi caso conviven tanto el personaje como el hijo de familia todo el tiempo. Este trabajo te expone mucho, conocés gente todo el tiempo, entonces cuando llegás a tu casa no querés saber nada con el maquillaje, querés leer o mirar una película tranquilo. No soy una caricatura, necesito del balance para poder seguir en este trabajo por muchos años. El estar dragueado hace que tu mirada sobre las cosas cambie, es una actitud más de choque, receptiva de la mirada del otro. Cuando estoy de chico bajo unos cambios, pero me cuesta encontrar en qué momentos soy más chico que chica. Nunca reaccionaría como un chongo, por ejemplo...
La Diabla: –Hay veces que necesitás separar lo que es la noche del día. Necesitás tranquilizarte, si no, serías un personaje esquizofrénico. Uno es siempre la misma persona, con la diferencia de que a la noche me produzco un poco más. A mí si me ves de día, ves a una mariquita, pero soy la misma persona.
Fiona: –El personaje no convive con tu vida cotidiana. La noche despierta nuestro costado frívolo y esto termina cuando amanece.
Fiona: –Quedó como un mito, pero existió y sucedió un poco sin querer. Eramos cuatro o cinco chicas que andábamos siempre juntas, La James colaboraba en una revista y ella empezó a darle publicidad a esto de asesorar a quienes quisieran entrar en este mundo. Las maestras éramos Charly, Elvira, Selene, La James y yo, versus las otras, que eran las del Morocco: Isis, Iona, Towa... después nos unimos cuando cerró Morocco. Pero a nosotras nos conocían como “las de la escuelita”.
Charly: –Una de las que salieron de la escuelita es la Barby, cuya transformación podés verla en YouTube (tags: escuela-drag-queens), en un informe que hizo un canal de televisión español.
Charly: –Sí, totalmente. Creo que si una persona hace lo que le gusta, un trabajo novedoso y propone algo diferente, ya tiene una afirmación política.
Fiona: –Sí, soy lo que quiero y eso tiene mucho que ver con la aceptación de los demás.
La Diabla: –Nunca lo pensé. Creo que este trabajo te permite ser admirada y eso abre mentes.
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