¡Qué pusilánime parece la salida del ropero de un bisexual! ¿Hay acaso algún gesto de épica más deslucida, de menor osadía política?

Y, ¿no hice mi salida del ropero en el bar Bolivia, en los ’90, donde además todos éramos bisexuales, por lo menos? ¿Quién no estaba enamorado o enamorada de Lisa, icono lesbiano de diecisiete años, rubia de ojos chinos ante cuya insolencia las bisexuales más lindas parecían unas tortas de medio pelo? Frente a la potencia lesbiana de Soy la bisexualidad femenina me suena a afasia sexual. Aunque tengo el novio más lindo de Buenos Aires, Soy me inspira deseos de tener más porcentaje lesbiano en sangre. Soy me crea problemas.

Laura Ramos