TEATRO
Qué hacen los hombres en el baño.
› Por Pacha Brandolino
Ya, desde la entrada, se respira un aire de underground y de intimidad muy atractivo, con el director ayudando a acomodar a la audiencia, en una sala pequeña y primorosa. Todo lo cual no hace más que contribuir a una estética que inexorablemente nos retrae a los microcosmos de Jean Genet. Un inodoro iluminado en el centro de la escena es la primera marca del carácter de la pieza.
Una vez aparecidos los actores se instala la sensación de un dueto. Uno de ellos apoltronado en ese trono doméstico y el otro, con vestuario en clave de mimo, de espaldas y en el foro; dejan avanzar una conversación de teléfono entre padre e hijo. Violencia contenida. En el preciso momento en que podría empezar a molestar la presencia del trono, se impone un recurso sabiamente seleccionado por el director que a su vez es también muy seductor: uno de los actores interpretará al personaje tal vez autobiográfico, el actor y director de teatro que viene a exponer el asunto del closet y sus concomitancias. El otro, que con su atuendo de mimo hace temer lo peor, finalmente despliega una cantidad y diversidad de personajes mediante cambios mínimos de vestuario y ostensibles modificaciones modales, gestuales y miméticas. Es una especie de pequeña proeza, dada la velocidad de estos cambios, a veces mejor resuelta que otras, pero siempre sin contaminación entre ellos. Entonces el espectador comenzará a cabalgar hacia una salida del armario cargada de truculencia, con aristas sórdidas, como salidas del realismo norteamericano. Y más allá del acuerdo o no con este tono catártico, provoca mucha curiosidad descubrir qué vendrá con cada episodio, después de los cambios de luz.
Y todo en un baño. También sabiamente elegido y aprovechado, este recurso espacial es otra grata sorpresa. Uno no podría imaginarse cuántas cosas podrían ocurrir en un baño y en cuántos baños podrían ocurrir cosas. Imposible no viajar a Susurros en tus oídos y la tetera en la que Joe Orton se pierde en una confusión de manos y torsos, luego de hacer estallar la única bombita. La casa y la violencia del padre; la tetera de alguna plaza o estación; la disco; otra vez la casa; el departamento de alguien; y así sucesivamente. El espectador irá paseando por baños que resultan inusitadamente poéticos, insisto, dada la restricción espacial y escenográfica también: no cambian ni el inodoro ni el tocador, salvo por las sombras y matices que pudieran provenir de los cambios lumínicos
Sólo resulta incómodo, por obvias razones, que el inodoro funcione como gabinete de utilitarios, del que los personajes sacan algunos objetos pequeños para sus escenas. Sea por necesidad compositiva o pura escatología del director, quizá se podría haber evitado. No obstante, se sortean rápidamente la acción y el asco, merced a la velocidad de la pieza. En efecto, toda una salida del closet desde lo que parece una tierna adolescencia hasta una reventada madurez, ocurre vertiginosamente en cosa de una hora. Siempre es una virtud la brevedad.
Por lo demás, los problemas que hubieran podido detectarse en los aspectos técnicos responden necesariamente a las condiciones de los estrenos, en las salas del off. Nada que seguramente no se solucione para la segunda función. Muy recomendable para padres desprevenidos o tercos y para los que están tratando de ganarse las pistas. Muy oportuno en momentos de no tan simpáticos debates al respecto de los derechos matrimoniales de la comunidad GLTTB. l
REDIMIDOS. DRAMATURGIA Y DIRECCION: HERNAN ROCCA. ELENCO: CRISTIAN DEL VALLE Y MATIAS MULET. FUNCIONES: SABADOS A LAS 21 HS. EN EL ESPACIO CULTURAL LA SALITA H. YRIGOYEN 1862
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux